viernes, 31 de julio de 2015

Tres dias en Dublin 1. Toma de contacto

Esta vez he decidido acercarme a Dublin, Irlanda, que no me queda muy lejos (el vuelo no llega a una hora) y donde basicamente, como ya habreis podido adivinar, tengo la intencion de mamar Guinness como un cosaco. Nada original, el 90% del turismo que cae por esta urbe viene a lo que viene. Ver monumentos y museos y pasear por la ciudad sera muy bonito, pero si por algo se caracteriza esta zona del globo terraqueo es por su producto autoctono estrella. Como me dice el taxista que me lleva al aeropuerto a tomar el avion, voy a beber esa "mierda negra" que fabrican los "putos treboles". Un tipo simpatico, por cierto, el susodicho taxista.

Del vuelo no os cuento nada, todos son mas o menos iguales, este quiza mas corto de lo habitual. Desde el aeropuerto de Dublin hasta mi hotel situado en Parnell Street, muy centrico, me subo a un autobus que apenas si tarda veinte minutos. Me bajo en O'Connell Street, arteria principal de la ciudad, y descubro que mi alojamiento esta a apenas cincuenta metros de donde me he apeado. Me doy un absurdo voltio calle arriba y abajo para localizar los abrevaderos y lugares de comellada mas cercanos, y en apenas unos minutos ya estoy en la recepcion del hotel donde me da la bienvenida una vieja desdentada que sale de debajo del mostrador. Me da que el lugar va a dar bastante de si, al menos como pasaje del terror.

Hay que dejar los trastos e inspeccionar la habitacion casi por obligacion, pero vamos, treinta segundos, porque lo siguiente es preguntar donde esta el mamodromo mas cercano para cascarme mi primera Guinness irlandesa. La vieja de la piñata podrida me dice que bajando por un lugubre pasillo se sale a una especie de terracita que el hotel comparte con varios pubs. Joder, esto es como tener la barra en casa. Me caigo del hotel a una extraña barra que es una furgoneta partida por la mitad y en cuyas ventanas estan los grifos de cerveza. Tipos melenudos jugando al billar y musica de AC/DC. Me apalanco en las mesas de madera tipo merendero de la terracita, que es perfectamente cuadrada, dando cada lado a un pub diferente. Incluso hay una pantalla gigante para ver el futbol que ocupa media fachada del edificio. Y para redondear ya tengo una Guinness en la mano. Joder, esto es el paraiso.

Mis primeros tres tragos bajan la pinta por completo, y confirman lo que anteriores visitantes a esta ciudad ya me habian comentado, la Guinness aqui no sabe igual. Los irlandeses se excusan diciendo que se trata de una cerveza que no viaja bien. Pero yo veo otros factores para este cambio de sabor y textura, cambio obviamente a mejor. La temperatura no es la misma, aqui se sirve algo mas templada, sin llegar a calentorra, pero en una temperatura que la hace ideal para el consumo. La forma de servirla tampoco es igual, el dedo de espuma que permanece de principio a fin en el vaso lo confirma. Vamos, que aqui saben servirla. Y yo incluso estoy por decir que la receta no es la misma para la que exportan que para la de consumo autoctono, pero no tengo pruebas de ello, aunque alguien si que me comento que el secreto estaba en los porcentajes de oxigeno e hidrogeno a la hora de servirla. Toda una ciencia esto de la Guinness.

Describir el sabor y la textura por escrito es bastante complicado, asi que solo os puedo recomendar que vayais a Dublin y la probeis alli. La cuestion es que esta tan cojonuda que me hago dos en un santiamen y decido empezar a mover mi culo por la ciudad para ver cosas. Mi idea hoy, puesto que ya son las seis de la tarde, es acercarme a la zona del Temple Bar, ciudad vieja, donde estan todos los pubs para turistas, donde mas te clavan, pero donde por huevos hay que ir al menos a tomar una. Paripe turistico, supongo. Asi pues bajo por O'Connell Street pasando el suntuoso edificio de la Post Office hasta llegar al rio Liffey, que divide la ciudad en norte y sur. Nada mas cruzarlo me espera el Temple Bar. Son cañeros estos dublineses, un bar que da nombre a todo un barrio, con dos cojones.

Me pateo todo el barrio en cuestion, muy bonito, calles estrechas, adoquinadas, turistas por doquier... pero tengo una sed de mil demonios. Por fin llego al pub que da nombre a toda la zona. Obviamente esta a parir, apenas si puedo entrar y ver que hay un tio tocando. Llegar a la barra puede ser una odisea e intuyo que me van a clavar. Asi que busco otro abrevadero. Al final me caigo dentro del Oliver St John Gogarty, donde tambien hay dos tios tocando y turistas por un tubo. Pero como he llegado facilmente a la barra y me han atendido en dos segundos, aqui me quedo. La musica tradicional irlandesa esta bien, incluso hablo entre cancion y cancion con los musicos, que son bastante secos en el trato. Aunque esto es algo que voy a ver en breve que es bastante comun a los dublineses, secos y aparentemente poco simpaticos. En fin, ya que hacen buena cerveza, tampoco se puede tener todo.

En el piso de arriba del pub hay zona de restaurante. Hora de cenar, menu tipico irlandes pone. No creo que me sorprenda ya que la cocina tipica escocesa es basicamente lo mismo. Me pido unos mejillones y luego el famoso guisado de ternera cocinado con Guinness. Esto ya lo he probado en Glasgow, incluso lo he cocinado en casa en alguna ocasion. Pero bueno, se supone que es tipico de aqui, a ver que tal lo hacen. No me decepciona en absoluto, especialmente en cuanto a cantidad, parece que hayan metido media vaca en el puto guisado, hasta el punto de que no me puedo acabar todas las verduras (la carne si, con dos cojones). Estamos en la zona mas cara, pija y turistica de todo Dublin y alucino con el precio de la cena. Veinte pavos, Guinness incluida, en un autentico restaurante de lujo donde el camarero me hace reverencias. Luego hay quien dice que Dublin es caro, los tipicos memos de siempre que no saben donde se meten. De todo tiene que haber en este planeta, hasta idiotas y comunistas. Bueno, esas dos palabras son sinonimos, en realidad.

Me siento mal. Demasiado lleno de Guinness y papeo. La vaca me ha matado. El paseo de vuelta al hotel me alivia un poco. De pronto, en un oscuro callejon ya fuera de la zona mas turistica me veo un letrero, "servimos la mejor Guinness de todo Dublin, si no te lo crees entra y pruebala". Menuda invitacion, colegas. Obviamente entro. The Confession Box es un bar de viejos donde me topo con una pareja de turistas australianos que estan, igual que yo, alucinando con la Guinness. Despues de un interesante debate con ellos sobre la "mierda negra" y un par de pintas gaznate abajo, decido que es hora de rematar mi paseo enfilando el camino de vuelta al hotel, que queda apenas a dos minutos de donde me encuentro.

Me cago en la puta, tengo una discoteca debajo de la habitacion, aunque mas bien parece que la tenga en la misma habitacion. Asi no voy a poder dormir, asi que ya se sabe, si no puedes vencer a tu enemigo, unete a el. Me bajo a la famosa terracita de los pubs y me hinco una Bulmers, sidra irlandesa, por cambiar. Despues de todo lo que llevo en el cuerpo no me acaba de sentar muy bien, ademas el camarero me dice que ya es medianoche y cierran el pub. Aunque no me cabe nada mas en el cuerpo me voy triste hacia mi habitacion, pero me doy cuenta de que en el pub de al lado no cierran. Me acerco a la barra y el camarero me confirma que ellos no acaban hasta las dos y media, y por si no me decido me dice que la discoteca, a la que se accede por otro lugubre pasillo, esta abierta hasta las siete. Me voy a la habitacion a reflexionar sobre este gran dilema horario, me tumbo en la cama a ver si me baja el pedo y la comida y puedo ir a hacerme otra. Ahora ya no me molesta ni la musica, ni el escandalo que montan en otras habitaciones abriendo y cerrando puertas, ni el canal de television que me he puesto en gaelico. Me quedo sopas, muerto completamente hasta el dia siguiente.
 
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