Nos despertamos en Suomussalmi, es hora de visitar el museo de la Guerra de Invierno. En enero de 1940 el comunismo sovietico decidio anexionarse Finlandia intentando emular la guerra relampago que Alemania habia comenzado con Polonia tan solo unos meses antes. Ni los rusos tenian la determinacion alemana, ni los finlandeses eran la perita en dulce que suponian los polacos. Ahora no vamos a entrar en consideraciones historicas, el que quiera saber algo mas de la batalla en cuestion, que se remita a wikipedia, pero el tema es que los bolcheviques salieron trasquilados de una forma mas que espectacular. Siempre pongo el ejemplo del finlandes que reventaba tanques con un palo, para que uno se haga una idea de la desproporcion de un ejercito al otro y el merito que aquellos granjeros suomis tuvieron al detener a la maquinaria belica mas potente de la epoca.
Al lio. Ya que es muy temprano y el museo no abre hasta las diez, nos dedicamos a circular por la carretera de Raate, la ruta historica que los rusos tuvieron que recorrer para entrar en Finlandia, y donde les dieron a base de bien. Alli todavia quedan, algunas restauradas y otras no tanto, las trincheras que los finlandeses cavaron junto a la carretera y el rio, y que fueron una de las grandes claves de su victoria. La susodicha carretera a dia de hoy apenas si une un par de granjas perdidas con Suomussalmi, asi que en su tramo final ya no esta ni asfaltada. Imaginamos la mezcla de barro, hielo y nieve que en enero de 1940 debio de ser esto, y como los finlandeses despedazaron a los rusos a temperaturas de hasta cuarenta grados bajo cero.
Una vez abierto el museo, nos recreamos con la maquinaria belica sovietica de la epoca. Y digo bien, sovietica, porque los finlandeses carecian de este tipo de maquinaria. Asi que todos los tanques, antitanques y piezas de artilleria que aqui encontramos pertenecen al bando comunista. Obviamente hay menciones a los heroes finlandeses por todas partes y algunas recreaciones de lo que fueron la batalla y los campamentos con muñecos a tamaño real, que da una idea bastante buena de lo que aqui sucedio. Fuera del edificio del museo, un memorial a base de piedras, muchas piedras, inmumerables piedras apiladas y colocadas en filas, nos recuerda que el numero total de estas piedras es equivalente al numero total de muertos (tanto rusos como finlandeses) en aquella batalla en apenas una semana. Puedo imaginar que en vez de piedras veo cadaveres apilados. Quiza con esta escena mas de un mequetrefe deberia reflexionar acerca de las "bondades" del comunismo. Aunque de donde no hay ya sabemos que no se puede sacar.
Dejamos atras la historica y a la vez macabra carretera de Raate para volver al centro de Suomussalmi y alli tomar carretera direccion sur. Antes de tomar el desvio, nos topamos con un rebaño de renos a los que por poco nos llevamos por delante. Supongo que si por accidente atropellas a un reno no te queda otra que echarlo al maletero y cenartelo a la noche. Mejor no pienso en ello que me esta entrando gazuza. El caso es que al final enfilamos la susodicha carretera hacia el sur, que discurre paralela a la frontera rusa, en direccion a Kajaani, Nurmes, Joensuu y finalmente Kitee, donde se encuentra nuestro alojamiento para acabar la jornada de hoy, un macabro resort en plena naturaleza ubicado a tan solo 500 metros de la frontera rusa.
Como todos estos dias anteriores, la conduccion por estas carreteras nos deja innumerables anecdotas. Volvemos a ver lagos por doquier, estamos nuevamente en la region de los lagos, nos encontramos no muy lejos de Kuopio, y obviamente nos vuelve a asolar la tentacion de visitar esta ciudad, pero seguimos rumbo fijo a nuestro destino final de hoy, esa frontera rusa. En Nurmes hacemos una parada para avituallarnos, comida y sidras para esta noche. Descubrimos con gran regocijo que en este pueblo hay un Alko, la tienda nacional regentada por el Estado donde puedes comprar alcohol de alta graduacion. Y por supuesto no me lo pienso, va siendo hora de tomar algo mas duro, me compro una violenta sidra de pera con un 8% de alcohol, un vodka finlandes bastante raro y un extraño licor de cafe que luego va a resultar ser la version suomi del Tia Maria.
Y finalmente, tras un rato mas de conduccion, llegamos a la villa de Kitee, que tampoco ofrece nada mas que una ultima ocasion de comprar dos o tres chorradas para hacer una barbacoa esta noche en nuestro macabro alojamiento en plena naturaleza. El Riihivalkea, que asi se llama el resort en cuestion, esta ubicado en mitad de ninguna parte, a unos 30 kilometros del centro de Kitee en direccion a Rusia. Las carreteras son bastante sadicas, huele a Rusia por doquier, y la lluvia y el frio que nos llevan acompañando todo el dia hace que esta sensacion de estar en pleno territorio bolchevique sea mas y mas intensa. Incluso con el navegador, nos pasamos de largo dos veces, pero al final, y despues de unas cuantas maniobras bastante inverosimiles, conseguimos llegar a nuestro destino.
Natalia, la propietaria del lugar, nos da la bienvenida. Mujer de 43 primaveras muy bien llevadas, muy simpatica y, como no podia ser de otra manera, rusa, la tipica belleza rusa, de Murmansk, para ser mas concretos. Quiza hemos cruzado la frontera sin darnos cuenta, porque aqui todo dios habla ruso y da la sensacion de que en una de estas alguien va a salir con un gorro de piel de oso y un Kalashnikov. Entre risas, Natalia nos confirma que no, no hemos cruzado la frontera, y que no lo hagamos ni locos, hace una semana unos turistas franceses fueron a hacerse fotos al otro lado de la barrera, entre risas y jolgorio, y cuando fueron a tomar su avion de vuelta a Paris fueron detenidos por las autoridades fronterizas, ya que habian sido identificados y localizados.
Aunque no figura en ningun mapa, ni en google, ni en el navegador, Natalia confirma las sospechas que yo tenia al respecto de este lugar. Efectivamente hay un paso fronterizo a traves de caminos de tierra. Obviamente vigilado, si no que se lo digan a los franchutes. Tal y como me entero de este hecho, casi dejo a la pobre mujer con la palabra en la boca y salgo disparado a ver ese paso fronterizo semi-ilegal. Apenas a 500 metros del resort, un pequeño paseo por una carreterucha sin asfaltar y alli llego, a una misera barrera de color amarillo y rojo y un par de carteles que advierten en varios idiomas y con una palma de una mano dibujada que alto, que ni se me ocurra pasar. A lo lejos, ya en territorio ruso, veo una garita aparentemente vacia. Si, Natalia me ha dicho que hay camaras escondidas por el bosque, que por cierto es bastante espeso a ambos lados del camino. De forma consciente o inconsciente, mientras hago unas cuantas fotos pongo un pie, o quiza los dos, en territorio ruso. Ejem, bueno, ha sido solo por veinte centimetros y apenas por dos segundos. Un accidente lo tiene cualquiera.
De vuelta a ver las curvas de Natalia, la bien plantada rusa me enseña la zona donde puedo hacer mi barbacoa. Me tiro un buen rato hablando con ella sobre veinte mil asuntos, parece que esta tan agobiada de no ver gente, que esta mas contenta que un clavel de poder charlar con alguien. Entre otras cosas me comenta que soy el primer turista no finlandes ni ruso que aparece por este lugar en dos años. Je, que honor. De paso me ofrece trabajo. Pues me lo pensaria, pero ahora mismo no estoy necesitado, la verdad, pero quien sabe en un futuro. Y entre unas cosas y otras me dice que se le ha olvidado ofrecerme la sauna, como se nota que no es finlandesa, si no habria sido el primer tema a mencionar nada mas verme. No, amablemente declino la sauna por hoy, prefiero bajarme los licores que he comprado en el Alko de Nurmes junto a la barbacoa, que por cierto va a incluir una latita de caviar ruso que, estando donde estoy, no he podido dejar de comprar.
El frio me ha acompañado en estas dos jornadas bordeando la frontera rusa. Es como una invitacion a no pasar al otro lado, supongo. Hoy no es tan intenso como en Suomussalmi, pero debemos de estar a siete u ocho grados y a ratos se pone a llover. Continuo con mi barbacoa junto al rio, me pongo tibio de comida y bebida, me doy un garbeo por este resort junto a la naturaleza. Justo antes de subir a dormir, ya en buenas condiciones etilicas, me encuentro por ultima vez a Natalia, que sonrie al verme observando una maceta que no es una maceta, que es un obus reconvertido en maceta. Si, aqui hay muchos recuerdos sovieticos. Y para cerrar el dia me cuenta la historia mas curiosa de todas. Justo en el sitio donde estoy, estaba ubicada hasta hace apenas diez o quince años la frontera. Por alguna extraña razon los finlandeses decidieron ganar 500 metros y la trasladaron hasta su ubicacion actual, eliminando gran parte de la llamada "tierra de nadie". Natalia me enseña, dentro del propio resort, los antiguos postes fronterizos. No se si sera el alcohol o tanta historia rara sobre rusos, pero algo me dice que estoy en el sitio adecuado. Adecuado no se para que, pero adecuado. Me voy a dormir.