miércoles, 30 de abril de 2008

Carta de un joven español

A don José Luis Rodríguez Zapatero

Estimado señor presidente del Gobierno,

Sé que es absolutamente inútil escribir una carta a tan alta instancia, misiva que con seguridad ni llegará a sus manos, y en caso de que así sea no creo que se digne a leerla. Aún así, y teniendo en cuenta el grado de maldad que usted ha demostrado en muchas de sus actuaciones a lo largo de su dilatada vida política, intuyo que si por casualidad llegara al final de mi escrito, acabaría por hacer con él una bola y arrojarlo a la papelera más cercana. En cualquier caso, si le escribo, y a pesar de la inutilidad que posiblemente este acto conlleve, es porque mi situación es tan sumamente desesperada que ya no sé a quién acudir. Y opino que el responsable principal de mis problemas actuales es usted, y tan sólo usted debería ser capaz de resolverlos.

Hace un año perdí mi empleo y me acogí a las excelsas listas del paro. Como en ocasiones anteriores, pensé que mi preparación universitaria y mi interesante currículum profesional me daría la oportunidad de conseguir una nueva ocupación en apenas unos días. Me equivoqué. A pesar de acudir a entrevistas de forma sistématica (un par por semana aproximadamente), me encontré que a los seis meses ya había perdido mi opción de subsidio y continuaba sin empleo. Pero no acabó aquí esta terrible situación, puesto que la búsqueda de ocupación se alargó durante seis meses más, en los cuales he tenido que vivir de mis ínfimos ahorros, hasta llegar al día de hoy, en que éstos se han terminado, apenas tengo dinero para comer y el banco prontó se hará cargo de mi vivienda al no poder pagar la hipoteca de ninguna de las maneras. En definitiva, señor presidente, me voy a la calle.

Lo más extraño de todo esto es que en todas las entrevistas ocupacionales que he realizado, la persona engargada del departamento de contratación siempre me ha comentado que yo era el perfil que se estaba buscando. En algunas ocasiones jamás recibí respuesta y en otras me encontré con gente mucho menos preparada y adecuada para el puesto que al final acababa por ocupar el que iba a ser mi lugar. En ciertos casos, y ya ante mi desesperada situación, interrogaba telefónicamente al departamento de contratación de la empresa, para encontrarme con respuestas como "el presidente Zapatero quiere estimular el trabajo de la mujer y hemos decidido no contratar más hombres" o algunas más aberrantes como "el ministerio de Trabajo nos ha indicado que en los puestos de empleo tienen preferencia los inmigrantes". No piense usted que he pretendido ser juez, registrador de la propiedad, formador ocupacional o ni tan siquiera auxiliar administrativo. Me he movido por todos los sectores, pero incluso en una empresa de pegadas de carteles me rechazaron por no ser sudamericano.

Muchos conocidos me han comentado que tenía gran suerte de tener a mis progenitores, porque cuando me quitaran la casa, podría ir a mi antiguo hogar y vivir junto a mis padres. Pero verá, señor Rodríguez Zapatero, hace tiempo que dejé atrás los 30 años (estoy más cercano a los 40) y no sé si encontraría mi sitio viviendo de esta manera. A esto añadimos un problema mucho más grave, obviamente, y es que mi padre está en una situación parecida a la mía, con la diferencia de que ya lleva dos años parado y su edad ya supera los 60 años. No sé si preocuparme más por mí o por él, al fin y al cabo a mi edad aún puedo recoger cartones de los contenedores de basura y ganarme un dinero para comprarme unas lonchas de mortadela, pero mi progenitor no creo que esté en tan buena forma. ¿Acaso desea usted asesinar a los españoles y por eso los manda a vivir a la intemperie, señor presidente?

En todo caso, tampoco le voy a pedir que cambie su tendencia política si no quiere. Puede usted seguir dando empleo a inmigrantes, mujeres y todo tipo de personajes que a usted le caigan simpáticos. Pero ya puestos, ¿qué le parece si le envío mi CV y lo analiza a fondo? Quizá pueda usted colocarme en alguno de sus ministerios. Aunque quizá yo haya reunido demasiados méritos para ocuparlos, pero seguro que puede usted hacer un esfuerzo. Ya sé que ni estoy preñado para ocupar el ministerio de Defensa, ni dejé mis estudios en pleno bachiller como para ocupar la Generalidad de Cataluña, no tengo el síndrome de down como para ocupar la cartera de Exteriores, ni siquiera tengo una aventura con usted, con lo que no podría ocupar el ministerio de Industria. Pero seguro que se puede usted sacar un ministerio de la manga y ocuparme allí. ¿Qué le parece el ministerio de la Mendicidad? No me negará usted que con el caminito que llevamos, esta cartera va a empezar a rebosar de trabajo.

Espero no haberle hecho perder mucho de su valiosísimo tiempo, y que al menos, tras leer estas líneas, el placer que le produzca hacer una bola con mi escrito y lanzarlo con furia intentando encestar en cualquier papelera de la Moncloa, sea para usted lo más agradable del día. Así por lo menos no buscará satisfacción en alguna otra ocupación como por ejemplo crear alguna nueva ley represiva.

Sin más, se despide cordialmente de usted,

Su amigo el nuevo vagabundo.
 
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