sábado, 12 de abril de 2008

Que se jodan los enfermos

Todo lo que tocan lo convierten en mierda, y la sanidad no podía escapar a sus facinerosas garras. El desgobierno sigue haciendo de las suyas con el nazi pucelano al frente y con una serie de ministros incompetentes, malvados y caraduras que ya han sobrepasado con creces la línea de la barbarie política. Mira tú que es complicado soliviantar a los laboratorios farmacológicos, mira que hay que hacer cosas raras para que en un país los medicamentos no se produzcan como es debido. Porque una cosa es que luego el servicio médico de España sea generalmente patético, excepto para los ilegales, que tienen sus medicinas gratis por cortesía de los hijos de puta de la poltrona, teniendo que pagárselas todos los españoles, pero lo que ya es criminal, ilógico y realmente denigrante es que en origen ya se impongan leyes restrictivas y se realicen reconversiones catastróficas como las que ha cometido el inútil del ministro de Sanidad, Bernat Soria.

La neosidantoina es un fármaco utilizado desde hace bastante tiempo en neurología, en ciertas patologías para las cuales no existe en España alternativa en cuanto a medicamentos. Por lo tanto, o te recetan neosidantoina o te jodes, directamente. Y esto último es lo que parece que pretende nuestro querido desgobierno, que tanto ama a sus ciudadanos, hasta el punto de permitir que los enfermos se pudran con sus enfermedades, quitándoles cualquier remedio posible. Parece ser que los laboratorios que fabricaban la susodicha neosidantoina estaban todavía con un presupuesto de la época de Franco, con sueldos ínfimos en instalaciones lamentables, lo cual llegó a provocar una situación deficitaria, cuya única solución (a falta de implicación gubernamental en presupuestos) era el encarecimiento sustancial de la medicina en cuestión.

Pues bien, ante esta amenaza, el ministro Soria ha empleado lo que más le gusta a este desgobierno, la fuerza bruta. Se cierra el laboratorio, todos los investigadores a la puta calle, se destruyen las instalaciones y se deja de fabricar el fármaco. ¿Los enfermos? Se joden. Ante las protestas de cientos de neurólogos que alucinan ante una situación que les coloca a miles de enfermos delante de sus mesas demandando una nueva medicación que no les pueden dar porque no existe, el ministro intenta recapacitar (esto se les da aún peor a los fantoches del desgobierno). Reunión con los responsables del laboratorio donde el ministro dice que les va a restituir su ocupación y sus sueldos para que sigan fabricando la neosidantoina pero ¡oh sorpresa!... ¡SIN INSTALACIONES! Ya me veo yo a setenta tíos con bata blanca en mitad de la Castellana con cuatro tubos de ensayo y un hornillo de cámping. Coño, esto es surrealista. ¿Pero en qué puto país normal sucede esto?

Obviamente los responsables del laboratorio se cagan en un ministro que sobrepasa el límite de la gilipollez y se marchan de la reunión completamente indignados. Suponemos que su próximo destino serán las interminables colas de la oficina de empleo más próxima, como casi todo el mundo últimamente. Más gente al paro, más dinero que desaparece, y ahora también más enfermos sin medicionas. En breve, los neurólogos también en pie de guerra. Y mientras tanto, el ZoPenco hitleriano lanza una oratoria vacía de contenido, ubicada en los mundos de Yupi y más alejada de la realidad que la película Alien vs Predator. Me gustaría saber qué coño sucedería si al hijo de puta del caudillo vallisoletano le hiciera falta de repente consumir neosidantoina. Qué hijos de puta que son.
 
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