jueves, 15 de mayo de 2008

Kamikaze

Un día más, y ante mi desesperación echando un ojo a la programación televisiva del mal llamado prime-time en las cadenas (de báter) españolas, comienzo a tirarme de los pelos. Patéticas series de producción propia que invitan a la manipulación y al bostezo, concursos para estúpidos anormales que no interesan ni a los propios concursantes, late-shows dirigidos únicamente a aclamar la labor del desgobierno e insultar a quien no piense como ellos, y por supuesto fútbol (¡cómo no!). Tan sólo la película Waterworld es un atisbo de esperanza para mis castigados ojos, aunque tras veinte minutos de proyección me hago cargo de que he visto este film más de treinta veces, no es precisamente un peliculón y la presencia de mi admirado Dennis Hopper no puede contrarrestar al cargante Kevin Costner. Es el momento, por tanto, de mandar a la mierda a los responsables de esta programación y comenzar la búsqueda de entretenimiento en mi excelsa videoteca.

El título no es demasiado sugerente, pero ante mis narices aparece una de esas joyas de serie B que ha sido realmente muy maltratada por la historia del séptimo arte. El cine francés de los ochenta quizá sólo signifique algo para los muy metódicos, y aunque yo no soy uno de ellos, sí que es cierto que la primera vez que vi Kamikaze, poco después de su estreno, quedé bastante impresionado por la trama de la película. Con una cierta nebulosa en mi mente alrededor de los personajes y el desarrollo del film, decido que es el momento de recordar esta maravilla que guardo casi entre el olvido de una estanteria. Dirigida por un tal Didier Grousset e interpretada por un elenco de actores a los que no conocen ni en su casa a la hora de comer, tan sólo la presencia del archifamoso Luc Besson coescribiendo el guión, puede suponer un cierto atractivo para cualquiera no demasiado cercano al mundo cinematográfico.

Pero vamos a la trama, que es lo que realmente hará alucinar a más de uno. Un científico loco de ya cierta edad es despedido de su trabajo en una empresa con recorte de personal (algo bastante habitual en los tiempos que corren en España, por cierto). El pájaro en cuestión, con gran cabreo, decide tomarse unas eternas vacaciones, de las cuales disfruta haciendo el cafre por su casa y pasando horas y horas enfrente de la caja tonta. Con ello descubre la mentira, la basura y la desfachatez reinante en el mundo de la televisión, especialmente por parte de los presentadores, llegando a odiar hasta la muerte a muchos de ellos. Y aquí llega lo bueno. El tipo acaba por inventar una máquina con la cual puede disparar a cualquiera que aparezca en directo en una emisión televisiva. Ya os podéis imaginar la cantidad de presentadores a los que acaban rebentándoles las tripas.

Cuando vi por primera vez el film, allá por los años ochenta, me impresionó bastante esta singular idea de la máquina macabra. Evidentemente si este tipo fuera un personaje real en la España de hoy en día, estaría en toda su salsa. El disfrute de este tipo eliminando anormales y pseudo-famosos de los que pululan por programas de prensa rosa sería espectacular. ¿Y qué me decís de liquidar a todos los capullos de programas tipo Gran Hermano, Operación Fracaso o cualquiera de esos Teleputas? Personalmente me encargaría de dar su merecido a enfermas obsesivas del calibre de Mercedes Milá o Eva Hache (por cierto, vaya careto de subnormal). Y ya el éxtasis vendría de la mano de los informativos de TVE, poniendo en mi blanco al lameculos Lorenzo Milá y haciendo estallar su puta sesera a los cuatro vientos. Claro que últimamente se ha puesto muy de moda eso de dar en directo las sesiones del Congreso... Uff... ¡Qué gozada!
 
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