Pero lo más vergonzoso de esta cita olímpica es el lugar escogido para llevar a cabo estos supuestos juegos de la "fraternidad". China es una de las dictaduras más violentas y salvajes que ahora mismo nos encontramos a lo largo y ancho del planeta Tierra. Un país que no respeta los derechos humanos ni por activa ni por pasiva, donde la censura llega a niveles fuera de cualquier tipo de entendimiento, donde la represión se puede llevar por delante vidas humanas sin que ello haga levantar la voz absolutamente a nadie, y con una China profunda (la enorme zona interior del país) que vive completamente aislada de todo, vigilada y amenazada por un ejército completamente autoritario y a años luz incluso de los países más atrasados del globo. En definitiva, un país contra el cual todas esas naciones que tan indignadas se muestran ante cierto tipo de actuaciones políticas en otros rincones del orbe, deberían actuar militarmente de forma inmediata.
Para más vergüenza internacional (aunque muchos no la tienen), China mantiene desde hace décadas una guerra injustificada y genocida contra la región del Tíbet, simplemente por sus ansias territoriales y religiosas, cometiendo auténticas atrocidades con los pacíficos habitantes de la zona en cuestión, que hartos del exterminio sistemático al que están siendo sometidos, intentaron llamar la atención del resto del planeta durante el patético periplo de la antorcha olímpica por diferentes ciudades del mundo. Pero a nadie le importó una mierda. Incluso un país completamente legítimo como Nepal ve continuamente violadas y amenazadas sus fronteras por los sádicos ejércitos chinos, que ejerciendo su deseo expansionista en una zona de difícil control como es la cordillera del Himalaya, rompe cualquier tipo de regla o mandato internacional cuando le sale del forro de los cojones. Pero sigue sin pasar nada. No es sólo que nadie llame la atención a este régimen autoritario represivo por sus continuas aberraciones, es que además se le premia con la celebración de unos Juegos Olímpicos y la sonrisa, el apretón de manos y la presencia incondicional de todos los jefes políticos más importantes del planeta.
La razón fundamental ya no se le escapa a nadie. Tanto Europa como Estados Unidos, que se erigen como los defensores a ultranza de la paz internacional y los derechos humanos, han decidido que dos mil millones de habitantes son un mercado demasiado jugoso como para andar de mal rollo con sus dirigentes políticos, por muy cabestros e hijos de mala madre que sean. Aquí la dictadura más férrea e inhumana del planeta está permitida a cambio de dinero, y no hay más que discutir. Ya pueden volar embajadas, estrellar aviones en Nueva York o secuestrar a cuarenta civiles europeos, nadie va a ver ni a decir nada siempre que el dictador permita que las empresas yankees o del viejo continente se llenen los bolsillos en alguna ciudad amarilla. Y si algún invitado nos faltaba a la fiesta, ahí tenemos a la chaquetera clase política japonesa, otrora enemiga a ultranza de los chinos, pero que ahora, y visto el buen rollito de todo el planeta con su vecinito, ha decidido ponerse las pilas para no quedarse fuera del pastel y ser el país más pelota que uno se pueda echar a la cara. Espero que os lo paséis bien con Gasol, Nadal, Freire y la madre que los parió a todos, que si tuvieran un mínimo de dignidad no irían a un evento celebrado bajo esa bandera asesina. Yo desde luego paso de ver esa vergüenza mundial.