Las ambulancias son uno de esos vehículos especiales que tienen carta blanca para casi saltarse todas las normas de tráfico vigentes cuando se encuentran en situación de emergencia (como los coches de policía, pero a estos a ver quién es el guapo que los multa). Evidentemente, en caso de trasladar a un enfermo grave a un centro sanitario, el chófer en cuestión debe procurar llegar lo antes posible, sea a la velocidad que sea, recordemos que hay una vida en juego. Pero para los energúmenos que crean ciertas leyes en España, esto es lo de menos. "Que no, oiga, que usted si va a más de tal velocidad al talego". "Pero que soy conductor de ambulancia". "Se lo explica al compañero de chabolo, ¡p'a dentro!". Y claro, así nos va, ambulancieros para dentro y violatas, terroristas y asesinos a pasear, que las cárceles si no se colapsan...
Lo peor del tema no es la multa en cuestión (aunque eso que no se lo digan al que le hayan tocado el bolsillo), lo peor es que no hay demasiados profesionales ahora mismo en España capacitados para la conducción de estos vehículos. Si empezamos a retirar permisos y a entalegar a gente por exceso de velocidad, pues acabará conduciendo ambulancias la señora Blasa, porque además, nadie creo que quiera jugarse su dinero y su libertad por realizar este tipo de trabajos. La otra opción que nos queda es que las ambulancias vayan chafando huevos. Quizá es lo que pretendan los malparidos que mandan, así los heridos no llegarían con vida a los hospitales y reduciríamos la saturación que ahora mismo sufre el sector sanitario. Bien mirado, eso de matar a gente simplemente para conseguir un objetivo no está tan mal, ¿verdad señor Zapatero? Más que nada porque en este tema usted ya hace tiempo que es todo un experto.