jueves, 1 de noviembre de 2012

Niñatos de papá cuarentones

Hoy llega al blog la reciente historia de una niñata de papá, una pijohippyprogreta de mierda, una orgullosa votante del PSOE zetaparil, una feminazi integral y una vaga alcohólica y drogadicta compulsiva de casi 45 años de edad. La pájara en cuestión no ha trabajado en su vida (revisen la edad, por favor) y ha vivido del cuento de "yo soy estudiante" sin terminar ni una sola carrera universitaria porque era demasiado esfuerzo para sus sufridas y etilizadas neuronas (y mira que estudiar en España...). Para su gran alegría (y no va de coña porque la tipa brindaba por ello), recientemente falleció uno de sus progenitores (divorciados) y le tocó la lotería que llevaba esperando durante más de media vida, heredar. O sea, recoger una muy buena cantidad de dinero sin haber dado un palo al agua en su vida, más que tirarse por las barras de los bares, las camas de diversas índoles de gentuzas, los porros y el empolvamiento de nariz.

Evidentemente una buena parte de la fortuna recogida le sirvió para continuar con los vicios habituales. También le permitió, sin el más mínimo de los remordimientos, mardar a tomar por el culo a su otro progenitor porque ahora ya no necesitaba más chupar del bote de los papás (revisen edad nuevamente, por favor), bueno, relativamente, digamos que más que del bote de los papás, ahora chupaba de la tumba de los papás, o al menos de uno de ellos. Y al otro que le den por culo, que seguro que es un facha y un represor que no la dejaba drogarse, follar como una descosida y emborracharse hasta perder el conocimiento todos los días. Viva la libertad.

Después de más de un año puliendo fortuna por las buenas, o más bien por el vicio que tanto le gustaba, el efectivo comenzó a temblar, así que parecía que iba llegando la hora de ponerse a trabajar. Bueno, eso haría cualquier persona normal, pero este tipo de personaje no. Ha llegado la hora de montar un negocio, sí, pero un negocio para tener empleados y así poder quedarse en casita o en el bar más cercano sin hacer absolutamente nada más que tocarse las narices, el coño, la botella o el porro. Este tipo de personajes son los que van contra el empresario, el capital y blablabla y en realidad son los más tiranos. Trabajar no, explotar y putear a los demás sí. Pero bueno, a lo que íbamos, al negocio, que mira tú por donde, y a pesar de la muy sustanciosa herencia recibida, suponía un problema de capital, básicamente porque lo heredado ya había sido gastado en drogas, alcohol y todo tipo de caprichos superfluos y estúpidos. En fin, no pasa nada, hipotequemos el piso completamente pagado que el progenitor fallecido nos ha dejado en herencia, que para eso está.

Por supuesto, para una persona que no ha hecho nada más en su vida que emborracharse, drogarse y ser puta de bar, es complicado montarse algún tipo de negocio en el que medianamente pueda tener algún tipo de experiencia a no ser que sea... un bar. Pero como estos progretas tienen delirios de grandeza hasta puntos realmente nauseabundos, pues un bar no es suficiente, cadena de bares, que es mejor. Así nos gastamos absolutamente todo el dinero recibido por la hipoteca de la herencia y, lo que es mejor, tenemos varios bares de nuestra propiedad para seguir con nuestros vicios habituales. ¿Para qué cambiar el modo de vida si ahora tenemos más dinero que nunca y nos lo podemos pulir a lo salvaje? Y por supuesto, para que todo el mundo sepa quién soy yo, voy a poner mi nombre en letras bien grandes a la entrada de cada garito para que se vea quién es la gerente, dueña y propietaria del establecimiento en cuestión. No, no es coña.

Lo patético de todo esto es que los locales fueron miserablemente arrebatados en traspaso a hosteleros de toda la vida que estaban hasta el cuello, intentando buenamente seguir llevando adelante su negocio hasta que el zetaparismo más hijo de puta arruinó el país, a sus clientes y por defecto sus propias vidas. Gentes que han peleado durante más de treinta años por un establecimiento, que han currado como negros a sol y sombra sin concederse una putas vacaciones en décadas, y que ahora ven como esta niñata cuarentona, a la que le apetece jugar a los barecitos, les arrebata su comercio para montarse en él la mejor de las juergas. Aunque bien mirado, casi que lo mejor es que acontezca eso, traspasar el tema por una miseria e irse a casa a jugar con una pistola hasta el día que toque suicidarse.

Tras cuatro o cinco meses de juegos y tonterías, como esta persona jamás ha trabajado de nada y no tiene ni puta idea de hacer nada y mucho menos de llevar ningún tipo de negocio (parece su ídolo Zetaparo), los barecitos de los cojones no funcionan y las deudas asolan a la pájara en cuestión. Cuando alguien le reclama 300 míseros pavos, su gran contestación es "ponte a la cola". No queremos saber la cantidad de gente a la que esta progreta malnacida debe dinero, pero intuimos que ha de ser una importante multitud y con cifras que pueden sobrepasar lo escandaloso. Y repetimos, en apenas unos meses. Sí, volvemos al asunto de los delirios de grandeza, sobre todo cuando uno es un completo inútil que no sabe hacer más que gastar y aprovecharse de los demás.

¿Y ahora qué? La herencia ya se ha ido (aunque seguro que aún le queda algún apartamento o chaletito por ahí), ¿trabajar para levantar el negocio?, por favor eso qué es, si seguro que la pájara aún sigue diciendo que es estudiante, porque empresaria... oh no, vade retro, ¡fachas de mierda! ¿Entonces? ¿Habrá que ir ahora al progenitor que aún queda y que ha sido mandado a la mierda hace breves fechas a pedirle dinerito para no quedarse en la puta y mísera calle? O liarse con algún anciano, ponerle arsénico en la sopa y seguir cobrando herencias. O simplemente seguir siendo una fulana de bar, una borracha y una drogadicta supertopemegaprogreguay, votante y simpatizante del PSOE más zetapariano, y acabar muerta en un portal con una jeringuilla en el brazo. Casi que después de leer el post, todos mis lectores se inclinan por este último final a la historia. No sé, majos, supongo que en breve os comentaré cómo acaba el recital, aunque bien poco nos tiene que importar lo que le acontezca a este tipo de escorias humanas. Buenos días.
 
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