jueves, 21 de julio de 2016

Una semana en Finlandia 7. La costa de Espoo

Me levanto con una buena resaca, lo de ayer fue intenso de cojones, pero la vida continua y hay que levantarse y andar... o arrastrarse si uno no encuentra fuerza en las piernas. Poco a poco voy espabilando, tengo mi vuelo de vuelta a casa a mediodia, pero aun me queda toda la mañana para intentar llenar mi tiempo con algo de actividad. Asi que voy recogiendo mis pertenencias, cerrando la maleta y dejando un par de bolsas con restos etilicos en la habitacion del hotel de Espoo. Hora de salir a la recepcion a ver como esta la recepcionista de hoy, despedirme y pensar en que pelotas hago y a donde narices voy hasta que sea la hora de acudir al aeropuerto.

Una recepcionista nueva, buen material tambien, sin duda. Ya que tengo incluido el desayuno, me acerco a una especie de buffet y pico tres o cuatro cosas, pero tampoco tengo el estomago para muchas alegrias despues de la chuza de ayer. Al parecer sigo estando solo en el hotel. Me siento en una mesa para seis comensales toda para mi y mientras como algo a ritmo muy pausado me pongo a leer un periodico que alguien ha dejado justo al alcance de mi mano. En un perfecto finlandes, claro, asi que leer, leo poco, pero bueno, asi a grandes rasgos me entero de cuatro o cinco tonterias. Tampoco es que mi memoria vaya a retener mucha informacion en el estado en el que estoy.

Finalmente me despido del hotel y subo al coche. Una luz se me ha encendido en el cerebro, recordando que alguien en algun momento me dijo que la costa sur de Espoo es digna de visitar. Preciosas playas, puertecillos para pequeñas embarcaciones de recreo y zona, en general, muy pija, para los grandes pastosos de Finlandia. Chalets de lujo, con acceso privado a las playas, urbanizaciones tranquilas y propiedades que quitan el habla, con todo eso me encuentro despues de conducir unos diez minutos en direccion sur hasta la susodicha costa.

En un momento dado decido acercarme a unas de las varias playas que hay por la zona. Alli aparco y me doy un paseo para ver el lugar mas a fondo. Mucha calma, mucho silencio. Hace un dia con claros y nubes pero con una temperatura bastante agradable, sin embargo no se ve mucho trasiego de gente. Intuyo que la zona es demasiado privada y elitista, asi que poco movimiento de grandes masas voy a ver. Aparte de que el pais tampoco es que de para ver aglomeraciones de grandes masas. Aun si me dijeras en torno a una zona de chumeo, vale, pero esto de ir a la playa no parece en absoluto una aficion demasiado marcada para los finlandeses.

Y se acabo lo que se daba, hora de ir hacia el aeropuerto de Vantaa. Una media horita segun el navegador, un cierto trafico pero nada especialmente tragico, y alli que llego, dejo mi coche de alquiler en el sitio acordado con la compañia, deposito las llaves en un buzon y me dirijo a la zona de seguridad y de embarque. La tipica mierda de los aeropuertos, tanta seguridad y luego resulta que un moro con un camion o con un hacha se carga a la gente a lo largo y ancho de Europa como si nada. Pero los que tenemos que ir jodidos somos los sufridos turistas que lo unico que queremos es coger un puto avion. En fin, como decia Julio Iglesias, las cosas de la vida son asi.

Despues de que el policia del control de pasaportes me haya tenido que preguntar cuatro veces cual era mi destino porque no me entendia (cosas del acento escoces), finalmente aqui estoy, sentado en uno de los bares del aeropuerto, haciendo tiempo, como se suele decir. Pinta de lager finlandesa en mano y degustando un combo de arenques marinados con diferentes sabores. Una buena manera de despedirse del pais. No ha estado nada mal. Intuyo que en algun momento, y posiblemente a no mucho tardar, tendre que volver a encaminar mis pasos hacia Finlandia. Hasta entonces, nakemiin Suomi.
 
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