sábado, 15 de diciembre de 2012

Bob Dylan, cinco años y el fin del mundo

Estoy escuchando a Bob Dylan. Mississippi, un gran tema, del álbum Love And Theft. Para mí uno de sus tres mejores álbumes, y mira que tiene el colega. Y no para, porque en 2012 aún tuvo los santos cojones de sacar uno más, Tempest, que no está mal del todo, aunque le faltan cosillas. Si tuviera que elegir tres discos, siempre digo que me quedaría con uno de cada época, Highway 61 de los años 60, Slow Train de finales de los 70 y el mencionado Love And Theft de los 2000. Pero claro, esto es algo muy personal, y seguro que los más fans me dicen que estoy loco y que esto que digo es una barbaridad. Oigan, sobre gustos colores. Y a todo esto, ¿qué cojones hago yo hablando sobre Bob Dylan? Ah, sí, que lo estaba escuchando. Claro, como ya se ha acabado la canción con tanta puta perorata.

Hace mogollón que no escribo en el blog, casi ni me acordaba de que existía. ¿Y sabéis qué? Resulta que hemos cumplido cinco años de existencia. Otros años me dedico a hacer balance cuando llega esta fecha, pero esta vez no me apetece. Quizá por la misma razón por la que cada vez me apetece menos escribir cosas, porque los progretas y la gentuza que me jodió la vida entera y sobre la que muchas veces, casi monotemáticamente, escribía, me la sudan. Sí, el estar lejos de ellos produce que cada día me la soplen más. Pero cuidado, que no se piensen que he olvidado todo el mal que me han hecho y han provocado en mi existencia vital. Mi cerebro tiene demasiados rincones inexplorados donde el odio hacia toda esa pandilla de malnacidos congénitos o con el cerebros carcomido por el estiércol progre permanece escondido aguardando el momento de saltar sobre sus yugulares. No os perdono, hijos de la gran puta, y cualquier día os asesinaré a todos, uno por uno, con el mayor de los dolores posibles, para que sufráis como la plaga de alimañas desalmadas que sois.

Por cierto, que dentro de nada se acaba el mundo. Es curioso que hace un año todo dios estaba obsesionado con el tema ese del calendario maya y ahora que se acerca la fecha nadie dice ni mu. Personalmente no creo que pase absolutamente nada, aunque yo estoy preparado para lo que venga, sea lo que sea. Ya he estado tan cerca de la muerte que tampoco me voy a poner a llorar como una niña cuando me llegue la hora. No como vosotros, progretas cobardicas de mierda. Ellos están aterrados, vamos, lo tengo por más que seguro. Siempre han sido unos cobardes y lo van a ser hasta el último momento. Pero tranquilos, hijos de perra malparidos, que, por desgracia, aún no ha llegado vuestra hora. Y sinceramente, casi que mejor, así podré llegar a tiempo de exterminaros yo mismo con mis propias manos. Otra vez, ya me desvío del tema, si es que me pueden. A ver, centrémonos, fin del mundo, mayas, diciembre de 2012.

Hace unos días leí un artículo que afirmaba que el planeta Tierra iba a pasar por una zona del Sistema Solar que iba a provocar no sé qué mierdas magnéticas que iban a hacer que nos quedáramos a oscuras durante cuatro o cinco días, y que eso era a lo que se referían los mayas en su calendario. Pues tampoco estaría mal, sinceramente, ver a todos los capullos que no pueden vivir sin internet, móvil, tele o demás vicios tontos, jodidos durante unos cuantos días. Aunque me parece una locura descabellada, me apunto a eso más que a lo del fin del mundo. Por cierto, y sin que tenga nada que ver, he leído que en mi antiguo país, España, ahora hay que pagar 40 euros por conseguir unas muletas o algo así. Es una putada, pero la verdad, yo pagaría esos 40 pavos si me dan un par de muletas y me dejan pegarle en la cabeza al hijo de puta de Zetaparo hasta romper o bien semejante colodrillo de babosa lunática o bien las pobres muletas. Y con esto me despido, que tengo hambre. Hasta otra, colegas.
 
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