Hace un par de días asistí a una escena propia de este país de jodidos tarados mentales y capullos integrales. Y no aconteció en una sede del PSOE ni en mitad de una sesión plenaria de esos hijos de perra vividores que de vez en cuando se pegan unos buenos bostezos en el hemiciclo. Qué cojones, escena cotidiana como si fuera lo más normal del mundo en el supermercado de la esquina. Señor de cincuenta y pocos empujando dos carros cargados de compra hasta arriba, que con lo esmirriado que estaba el tipo no sé ni cómo podía con ellos porque apenas si se le veía detrás de tanta compra. A su lado, tan campante, envuelta en abrigo de pieles, la señora esposa de edad similar o quizá unos añitos menos, manos vacías y caminar de zorrón, sin una puta bolsa que cargar, no vaya a ser que se le rompa una uña. Y allí que llega ella a las cajas, donde yo me ubicaba mientras contemplaba el dantesco espectáculo, y comienza a largar con una cajera a la que no sé si conocía de toda la vida o simplemente tenía necesidad de menear el pico con alguien. ¿El tema de conversación? Burlarse de su marido. "Este hombre, ya ves, que ni para cargar la compra sirve, menos mal que aún le queda algo para ir a trabajar y ganar "nuestro" dinero, que si no ni comer podríamos. Con menudo inútil me he casado yo".
Y tan fresca. Si esto no es maltrato psicológico delante de toda una cola de unas diez o doce personas más los trabajadores del centro en cuestión, que venga Dios y lo vea. ¿Creéis que alguien le dijo algo a la señora como "oiga, se está pasando"? Qué cojones. Risotadas y carcajadas por doquier, vamos, que sólo faltaba que todo el mundo se tirara por el suelo a mondarse de risa señalando con el dedo índice al pobre hombre. Y él, allí estaba, impasible, con cara de tonto, porque muy tonto hay que ser para aguantar eso día tras día, ya que no creo que precisamente fuera un ataque repentino de malévolo feminazismo de la señora. Lo más grave es que no sólo las cajeras y las señoras que habían en la cola se reían a carcajada limpia, es que algún que otro hombre que también se encontraba allí, comenzó a partirse el culo como un puto mequetrefe. Creo que eso fue lo que más me indignó de la situación, que haya HOMBRES tan sumamente agilipollados, manipulados e idiotizados, que se hayan dejado lavar el cerebro hasta creerse las directrices feminazis de insultar, vejar y exterminar a cualquier cosa que suene a masculino. Vergonzoso.
Ante una escena así, tomada con humor, en un país normal, quizá no debería de pasar nada, nos lo podríamos tomar como un comentario más o una situación un tanto peculiar de las tantas que acontecen a lo largo del día. Pero si este mismo comentario lo hiciera un señor hacia su señora cargada con veinte mil bolsas mientras él se va fumando (¿fumando he dicho?, ¡al talego!) un puraco de medio metro sin mover un dedo para ayudarla, estoy seguro de que el individuo en cuestión ya estaría entalegado y fusilado al día siguiente por este desgobierno de feminazis perturbadas que nos ha tocado en desgracia. Eso es lo que no se puede consentir. ¿Dónde coño está aquí la igualdad? ¿Esa es la igualdad que queremos, la ley del embudo? Y a todo esto, mientras tanto, el travelo subministro de igualosanidad ahora se dedica a prohibir cosméticos porque llevan fórmulas de medicamentos. Será que en España no hay mayores problemas sanitarios que esas chorradas y gilipolleces. De verdad que este puto país da asco, mucho pero que mucho asco. Aunque más asco me da ver al susodicho travelo riéndose cada vez que sale en la pequeña pantalla, se ve que le hace mucha gracia todo lo que acontece en España. A ver si le vuelan la tapa de los sesos y nos reímos los demás, coño, que ya va siendo hora de que tengamos nuestro momento de felicidad. Basura infecta psoísta, al paredón de una puta vez.