miércoles, 5 de abril de 2023

Vienna Concerto 4. Crucero suburbano

Abro los ojos en la que va a ser mi ultima jornada aqui en Viena. Y para mi sorpresa no tengo una resaca excesiva, sobre todo teniendo en cuenta que ayer la cosa se me fue un poco de las manos. Es mas, hasta diria que he dormido bien, o cuanto menos mucho mejor que en las anteriores jornadas. O ya me habitue al camastro desvencijado o estaba tan agotado que tenia que dormir como fuera, o tal vez las cervecitas de anoche hicieron su efecto y me noquearon de tal manera que no he podido reaccionar hasta muchas horas despues. El caso es que son las ocho y me incorporo sin demasiada dificultad. Celular en mano para intentar distraerme con alguna noticia matinal, me doy cuenta de que el acceso a internet en el apartamento sigue muerto, vaya puta estafa. Asi que vuelvo a llamar a la empresa responsable del alojamiento para quejarme por enesima vez y, acto seguido, paso a realizar la primera actividad medianamente productiva de la jornada. Cervecita en el balcon.

Pero mira tu por donde que el dia que realmente me apetece tomarme un largo tiempo matinal de asueto en el balcon a base de jugo de cebada, resulta que la temperatura ha bajado considerablemente y hace un frio que pela. Tampoco es que sea un gran problema para mi, pero decido hacer la tempranera sesion etilica algo mas breve y tan solo me casco dos chelas. Lo que pasa es que una vez que abandono el balcon y vuelvo al interior del apartamento, me doy cuenta de que aun tengo sed. Pues me abro otra y me la casco en la cocina, y de paso me acabo los ultimos restos de comida que tengo por la nevera para que me sirvan de desayuno. Ya he cargado las pilas, hora de salir a la calle a ver hasta donde me pueden llevar hoy mis pasos, ya que no tengo nada especialmente programado en mente.

Tras callejear durante un buen rato, acabo dandome de bruces con el canal que atraviesa la ciudad de norte a sur. En las pasadas jornadas ya me di cuenta de que hay varias compañias que te hacen el tipico paseito en barco canal arriba y abajo. Por supuesto con bar dentro de la embarcacion, que al final es lo que a todos nos interesa. Como no tengo ningun otro plan y guardo un buen recuerdo de un pedo que pille realizando exactamente la misma actividad en Budapest, me decido a contratar uno de estos mini-cruceros. A ver que da de si la cosa. Claro que aquel de Hungria era un barco medianamente serio que te llevaba por el rio Danubio, y la mierda de hoy no es mas que una barcaza cutre que te lleva arriba y abajo por un canal lleno de mierda con vistas a ninguna parte.

Es una total decepcion. Me hago un cafe cargadisimo y una cerveza en el bar de a bordo, y ya medio entonado decido salir a cubierta a ver cuales son las vistas durante la hora y pico de navegacion. Graffitis roñosos, fabricas sucias, la autopista por un lado, feisimos bloques de apartamentos por el otro, una planta incineradora... Y tienen los cojones a venderlo como "crucero por el Danubio", cuando ni siquiera llegamos al rio propiamente dicho, ya que lo unico que hacemos es subir y bajar por el puto canal y realizar esta apestosa travesia suburbana dos veces viendo exactamente las mismas cosas. No me extraña que la cubierta haya quedado desierta en menos de cinco minutos y que todo el personal se congregue en el bar. Ahi es donde esta el negocio. Te cobran por el pasaje y luego encima te toca pagar mas para emborracharte y asi no ver lo que te rodea. Pues a mi no me sacan nada mas, porque a estas alturas ya no tengo ni sed.

Tras este soberano timo, decido ejercitar mis propias piernas y dejarme de tanta navegacion estupida. Paseo hasta el Prater, ese enorme parque al que todo el que visita la capital austriaca tiene al menos que echar un ojo. Entre otras cosas, podemos encontrar la noria mas antigua de toda Europa, un parque de atracciones que en un sabado como hoy esta a parir de niños, el museo de cera, el planetario y unas tres mil tiendas de souvenirs, a cada cual mas hortera. Y es pisar el Prater y justo en ese momento sale el sol y comienza a hacer calor. Malo. Tras caminar unos pocos metros empiezo a marearme, no se si por la temperatura, por la bola amarilla dandome en la cabeza o por los infantes de los cojones que no paran de gritar y corretear. Unos pocos metros mas alla, al otro lado de la avenida, atisbo una cafeteria, asi que corro hacia ella para refugiarme en la sombra del interior y, de paso, tomar un refrigerio, no vaya a ser que me deshidrate.

Las camareritas aqui llevan un extraño uniforme jovial con una faldita rosa muy provocativa, lo cual hace que la cerveza tenga el aliciente extra de quedarme embobado mirandolas cada vez que pasan por delante de mi. En cualquier caso, me doy cuenta de que no hablan ninguna otra cosa que no sea aleman, y cuando intento preguntar si hablan ingles, me ponen muy mala cara y ni me contestan. Se ve que no les gustan los turistas. Bueno, de todas formas para una cerveza tampoco me voy a calentar la cabeza. Con el asunto este de que se decir la misma frase en mas de treinta idiomas, les suelto un "ein bier bitte", que por otro lado es lo unico que se balbucear en aleman, y obtengo mi preciada recompensa al instante. Moraleja, no hay como ser un tio de mundo, sobre todo si uno es alcoholico.

Con esto de que ha salido el sol y ahora si que pica realmente el calor, decido que ya esta bien de pasear y ver cosas por hoy. Ademas ya van a ser las cuatro y todavia no voy muy a tono. Y os recuerdo que anoche, mientras cenaba en el cojonudo restaurant peruano, volvi a reservar mesa para hoy. Asi que me decido a enfilar el camino de vuelta al alojamiento, callejeando y atajando lo mas posible porque aun quiero hacerme un par de chelitas en el balcon. De esta manera, en apenas media hora llego a mi objetivo y comienzo a dar cuenta de las ultimas provisiones etilicas que todavia conservaba en el refrigerador del apartamento. Un poco de relax y comenzar a ponerme a tono y en apenas un rato directo al Acapulco a retomar la gran farra que comence en las postreras horas de la pasada jornada.

Atravieso la puerta del lugar de mi perdicion a las seis y unos pocos minutos y el sitio ya esta completamente abarrotado. La unica mesa disponible es la que estan guardando para mi reserva. Menos mal. Se nota que es sabado y que por lo visto es el dia que aqui la gente desparrama desde temprana hora. Para abrir boca me pido unos nachos y una copa de un vino chileno que la señora andina, con su eterna extrema amabilidad, me recomienda por activa y por pasiva. Y que esta bastante asqueroso, por cierto. Asi que me lo bebo de un trago y me veo en la tentacion de empezar a pedir Cusqueñas, que ayer bien contento me pusieron. Pero justo delante de mi veo a un par de tipos que se estan metiendo una jarra de litro de chela cada uno. Pues yo tambien quiero de eso. Con la boca llena de nachos y mas señalando a los dos mendas cerveceros que hablando, le indico a la andina que quiero que me traiga una de esas. Dicho y hecho. Jarra de litro para mi solo y a disfrutar.

Mientras comienzo a degustar unas extraordinarias fajitas de camarones, arranca la musica en directo, que por lo visto es tonica del lugar todas las noches. La banda de hoy es de lo mas peculiar, un extraño trio compuesto por un percusionista muy bueno, un flautista sesenton que va completamente enfarlopado y no puede parar de saltar y sonreir a un lado y a otro, y un cantante-guitarrista que parece Bob Dylan, canta como tal y se mueve como tal. O sea, que es una especie de monigote al que le han puesto un palo detras para que no se caiga y, por no moverse, ni siquiera pestañea. La sesion etilica de la clientela comienza a irse de las manos cuando empiezo a ver que un buen numero de viejas se levantan, copa de vino en mano y se ponen a bailar junto al Dylan impasible. Y alguna de ellas casi se lo lleva por delante al sufrir un traspies y llenar de vino a todas las mesas aledañas.

Y en una de esas mesas estoy yo, que me empiezo a cagar en los muertos de las ancianas austriacas que no saben ponerse pedo sin montarla. Como la cosa parece que va a mas, porque ahora tambien hay un par de viejos rubios larguiruchos con pinta de oficiales nazis retirados intentando bailar, decido pedir la cuenta y cambiar de ambiente. La comida estaba de pelotas y las dos jarras de chela de litro que me he cascado me han alegrado, pero esto se esta desmadrando en demasia para mi. Asi que me traslado a mi otro local favorito, el pub irlandes. Pero el problema es que continua siendo sabado noche y los austriacos siguen estando completamente mamados alla a donde yo vaya. Mira que el Chalie P's es grande, porque incluso tiene dos plantas llenas de mesas y lugares para sentarse, pero no cabe ni un alfiler. De mala manera me acurruco en la barra detras de un par de viejos alcoholicos y me pido una pinta de Ottakringer. Pero no la disfruto, demasiado gentio, ruido y posicion muy incomoda. Asi que a continuacion lo intento con un vodka con lima, a ver si ya me emborracho hasta tal punto en que todo me de igual. Continuo pasandolo mal. Pues me largo.

Subo hacia el apartamento bastante decepcionado, ya que veo que me voy a ir a la cama a medias en lo que se supone deberia de ser la explosion final, ya que es mi ultima noche en la ciudad. Para mas inri, no me quedan chelas que hacerme en el balcon, asi que considero la idea de pillar la horizontal aunque tan solo son las diez. Pero de pronto una luz se ilumina en mi no siempre demasiado habil cerebro. Creo recordar que el otro dia en el supermercado tambien compre una botella de vino blanco austriaco, un Ventliner, ya que estos caldos son realmente muy buenos y no queria irme de la ciudad sin probarlo en algun momento de relax en el alojamiento. ¿Donde estara? ¿En la nevera? Anda, pues si. Por lo visto lleva varias jornadas ahi, en la puerta del frigorifico, mirandome, y yo, con mi obsesion chelistica, ni le he hecho caso. Pues vamos a redimirnos de nuestro pecado. Hora de terminar nuestra estancia en Austria como es debido, con un buen vino de la tierra. De aqui a la cama. Y mañana, si consigo levantarme, de vuelta a casa. Que dura es la vida del viajero...

 
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