sábado, 21 de mayo de 2022

Vacaciones en Jersey 4. Explosion final

Hoy me levanto a las siete y media. Por lo menos no son las cinco o las seis y no tengo que esperar mucho hasta la hora del desayuno, ya sabeis, las ocho y media. Asi que esta horita de margen me la paso bien entretenido entre una intensa sesion de vaciado y una reparadora ducha. Pero no se que pasa que ya no consigo alcanzar esa sensacion de dejar mi cuerpo como nuevo, supongo que los excesos se van acumulando y estas vacaciones en Jersey comienzan a ponerseme un poco cuesta arriba. Bueno, por lo menos hemos conseguido llegar hasta el final, y es que, efectivamente, hoy sera nuestra ultima jornada en esta maravillosa isla, contada excepcion de las pocas horas que tendremos mañana justo antes de subirnos a nuestro matinal vuelo de vuelta a casa. Pero eso ya llegara. De momento vamos a ver si despedimos el viajecito como se merece.

Durante el desayuno me encuentro bastante solo. El viejo aleman ya se ha largado (efectivamente tenia toda la pinta que venia unicamente para el Liberation Day) y la inglesa dicharachera del marido timido hoy parece que no tiene ganas de hablar porque no cruza ni una sola palabra con nadie. Casi que lo agradezco. Tras llenar el buche, me doy mi habitual paseito por la piscina pero la cosa hoy esta bastante desagradable. Cielo cubierto, viento frio... no es el mejor clima para darse un chapuzon. Para eso no, pero para una sidra... Tengo un par de las que compre ayer en la explotacion vinicola, asi que me siento en el jardin, mas o menos resguardado del viento y la posible lluvia que pueda caer, y me las echo gaznate abajo como quien no quiere la cosa. Menudo complemento mas de puta madre para el desayuno.

Yo no se si es porque este puntillo alcoholico que acabo de pillar me ha destemplado un poco, pero el caso es que ahora siento que hace un frio criminal. Sera hora de ir moviendo el culo para realizar alguna actividad, porque como siga mamando, me voy a quedar anquilosado en el hotel todo el dia. Imprescindible si uno viene a Jersey. y particularmente si se hospeda en la villa de St. Helier, es visitar Elizabeth Castle. El castillo mas mitico y reconocido de toda la isla, sin duda. Lo curioso del lugar es que se encuentra en un pequeño islote frente a la ciudad en si, al cual se puede llegar paseando cuando baja la marea. Y esa es la idea que tengo en mente. Una pequeña caminata por entre las aguas abiertas, al mas puro estilo de Moises atravesando el Mar Rojo. Claro que con la suerte que tengo, todo sea que la subida de la marea me pille a mitad de camino y acabe llegando a la fortaleza a nado.

Ni una cosa ni otra. Tanto me he explayado con las sidritas matutinas que cuando llego al paseo maritimo me informan de que la marea ya ha subido. Ahora la unica manera de llegar hasta el castillo es con "el sapo". Asi es como los lugareños llaman al curioso vehiculo anfibio que acerca a los turistas, en un paseillo de unos pocos minutos a traves de las aguas, hasta el tan deseado lugar. El cacharro es de lo mas extraño. Es una especie de autobus pintado de colorines, con unas enormes ruedas dentadas para rodar por la arena, pero a la vez con aspecto de barcaza para cuando sube la marea. Que sea lo que Dios quiera, que con las dos sidritas a mi ya me da igual si esto es un camion, un tractor, un tanque, un sapo, un cerdo o un tiburon. Vamos para el castillo.

Lo cierto es que el lugar es espectacular. Con mucha historia. Desde el Siglo VI, en que el patron de la ciudad, el tal St. Helier, instalo aqui su morada hasta que fue decapitado (cosas de aquellos tiempos), pasando por diferentes batallas medievales e incluso llegando hasta la Segunda Guerra Mundial, cuando los alemanes reutilizaron la fortificacion para defenderse de un posible ataque aliado que nunca llego a acontecer. Recorro todo lo recorrible, subo hasta lo mas alto y me recreo en todas y cada una de las estancias por las que paso, gozando especialmente con los nidos de ametralladoras que los nazis emplazaron en las posiciones mas estrategicas. Al final consumo hasta tres horas de mi tiempo en esta visita cultural que, ciertamente, merece la pena. Pero claro, tanto movimiento de piernas al final es lo que tiene, que da mucha sed. Y aqui no hay cervezas.

Por cortesia del sapo, nuevamente, llego de vuelta hasta la ciudad y, entre unos tremendos nubarrones negros que amenazan a tormenta de las buenas, me paro en la terracita de un restaurante tailandes. Pero no es comer precisamente lo que hago. Pinta de Carling gaznate abajo, que bien que entra cuando hay sed, y acto seguido lluvia torrencial que descarga sin ningun tipo de compasion. Menos mal que ya me lo veia venir y me he ubicado estrategicamente debajo de un toldo. Asi veo pasar a la gente chapoteando y poniendose como sopas mientras yo continuo degustando mi caldo con extremada fruicion. Tras finalizar una segunda pinta en el tailandes, aprovecho una pausa en el aguacero para acercarme a mi pub preferido, The Forum, y alli meterme otras dos mas. Ojo que ya estoy empezando a pillar velocidad de crucero.

Finalmente, y antes de que esto se me vaya de las manos demasiado pronto, decido volver al hotel a relajarme un poco y cambiarme de ropa, puesto que la hora de cenar se va aproximando. Obviamente lo de cambiarme es una excusa para parar en el bar del hotel y hacerme otras dos chelas. Aqui soy informado de que el entretenimiento para esta noche va a ser una intensa sesion de bingo. Que me suena mucho mejor que el quiz y la musica en directo de los dias anteriores, porque como gane me da que me quedo en Jersey una semana mas. Piscinita, comer, mamar... menuda vidorra. Relamiendome ante esta posibilidad y ya con un puntillo alcoholico mas que considerable tras todas las chelas ingeridas en las ultimas horas, salgo nuevamente a la calle en busca de algo solido que echarme al estomago, a ver si me baja esta puta melopea que esta empezando a invadir mi cuerpo de forma mas que abrasiva.

Tampoco tengo que irme muy lejos. Es hora de volver al restaurant madeirense que probe la primera noche, justo enfrente del hotel, el Funchal Paradise. La cataplana de marisco me llama, seguro que me reconforta. Y las dos botellas de vino portugues que caen con ella, fijo que tambien. Mira que vengo aqui a intentar que me baje la chuza y lo unico que consigo es ponerme ya directamente fuera de orbita. El dia, sin duda, ha ido in crescendo en lo etilico, y lo peor de todo es que me da que esto aun no ha terminado. Salgo del lugar dando tumbos y medio desorientado, y eso que la puerta del hotel esta justo enfrente de la del restaurant. No tengo mas que cruzar la calle, que apenas si tendra tres o cuatro metros de ancho, pero aun asi no acabo de ubicarme. Sera que mi cerebro me detiene y no quiere entrar al hotel porque sabe que voy a ir directo al bar y lo que me espera alli ya va a ser la hecatombe.

Me da igual lo que quiera mi cerebro. Caigo en el bar y me pido dos cartones del bingo que, mira tu por donde, acaba de empezar. Y por supuesto empiezo a pedir chela tras chela, para rematar el show. Hay un tio cantando numeros de bingo, eso seguro, y yo tengo los dos cartones delante, todo hasta aqui normal. Lo que no se es si voy tachando los numeros que el dice o los que a mi me vienen en gana. Al final alguien canta bingo y yo me doy cuenta de que mis cartones estan llenos de rayajos y dibujos raros, pero lo que es jugar al bingo propiamente, me da que me lo he pasado por el forro. Pero a estas alturas ya me da absolutamente lo mismo. Las chelas dan paso a un par de vodkas, la gente va desapareciendo del bar y yo sigo a lo mio, y sigo y sigo y sigo...

Supongo que tengo una gran laguna sobre lo acontecido despues. Aunque tampoco me arriesgo mucho si apuesto a que lo que estuve haciendo durante las siguientes dos horas fue seguir mamando. La unica escena que recuerdo es cuando el camarero portugues se acerco a mi a la una de la madrugada a decirme que me fuera ya a dormir porque iba a cerrar el bar. En ese momento me encontraba jugando al billar contra mi mismo, completamente rodeado de la mas absoluta soledad y con un vaso de vodka vacio como mi unico compañero de viaje. Las vacaciones en Jersey habian, definitivamente, llegado a su fin. Pero que fin... Eso si, del resacon con el que tuve que realizar el viaje de vuelta a casa al dia siguiente, mejor no hablamos. Pero que le vamos a hacer. Todos tenemos nuestras cosas...

 
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