martes, 13 de septiembre de 2022

Una semana en Rumania 1. Transilvania

Tener un vuelo a las cinco de la mañana no es nada deseable. Especialmente si tienes que manejar tu vehiculo durante una hora para llegar al aeropuerto. Y menos todavia sabiendo la asquerosa maxima de que siempre tienes que arribar al lugar con antelacion para cumplimentar los mas que engorrosos tramites aeroportuarios, por si tienes alguna incidencia, para mear y cagar antes de subir al avion... y para hacerte una cervecita, ya puestos. Aunque en el caso de hoy esta ultima circunstancia no se va a dar. Primeramente, porque con todo este tema del vuelo tempranero me he tenido que levantar a las dos de la madrugada. Y yo soy de esos que cuando sabe que se tiene que levantar a una hora, no pego ojo. Hasta la medianoche no pille el sueño, asi que cualquiera con un minimo conocimiento de matematicas basicas ya sabe cuanto he dormido. Despues, tener que conducir de noche, yo que no me veo tres en un burro, y con el stress de no tener ninguna incidencia y llegar a tiempo, me ha dejado bastante mal cuerpo. Y finalmente, cuando llegue a mi destino voy a tener que recoger mi automovil de alquiler y continuar la marcha durante unas cuantas horas. Asi que no es como para ir beodo. Vamos, que no, que hoy no hay chelita para empezar la aventura.

A pesar de todas estas vicisitudes de primera hora del dia, la cuestion es que llego bien al aeropuerto, aunque no con demasiado tiempo sobrante, y embarco en el clasico Boeing cutre de Ryanair sin mayores contratiempos. Y ahora, tres horas y media de jugar a Candy Crush, escuchar un par de podcasts de misterio y dar una minima cabezada de cinco minutos. Todo esto en el aire, mientras cruzo los amanecientes cielos de practicamente toda Europa, hasta llegar al que va a ser mi primer destino del dia, el Aeropuerto Internacional de Otopeni, en Bucarest. Asi es, amigos, llegamos a Rumania, la patria de gente tan interesante como Gheorghe Hagi, Nadia Comaneci o, por supuesto, el Conde Dracula. Y ya que he mencinado a este ultimo, vamos a empezar por ahi, por Draculas, vampiros y la zona mas mitica de toda esta nacion, Transilvania.

Sin querer perder mucho tiempo, puesto que entre la duracion del vuelo y el cambio horario ya es mediodia, salgo como una centella del aeropuerto y cumplimento el tramite de hacerme con el vehiculo que me va a llevar de un sitio a otro a lo largo de toda esta semana. Se trata de un fantastico Renault Megane de inmaculado color blanco que lo cierto es que cuando le pisas tira bastante. El navegador me dice que tengo dos horas largas hasta mi lugar de reposo (espero que no eterno) para la jornada de hoy. Me voy a alojar en plena Transilvania, concretamente en la pequeña, montañosa y muy turistica localidad de Bran. Y es que aunque voy a recorrer diversas partes del pais a lo largo de estos dias, quiero empezar por lo mas interesante. Si, ya os podeis imaginar que en Bran es donde se ubica el famoso castillo del Conde Dracula. No me lo podia perder. Asi que, con la emocion del que va a ser mordido en el cuello a no mucho tardar, pillo la carretera que une Bucarest con Brasov y poco a poco me voy acercando a la cordillera de los Carpatos para, finalmente, llegar a la misteriosa y tenebrosa Transilvania.

El sistema de carreteras de Rumania tampoco es que sea una maravilla, pero quiza porque es un lunes a una hora extraña, el trafico no es excesivo, asi que la conduccion se hace bastante facil. Ya rondando los primeros (y muy espectaculares a la vista) valles de Transilvania, me hago cargo de que me desperte hace casi doce horas y aun no comi ni bebi nada en todo el dia. Y aunque hasta el momento tampoco habia reparado en ello, lo cierto es que el cuerpo me empieza a dar ciertas señales de advertencia. Falta una hora para llegar a Bran y llevo adelanto sobre mi horario previsto, asi que decido parar en un pueblo de carretera al azar. Lo cierto es que en toda la ruta hasta aqui aun no he visto ningun pub o bar en los diferentes pueblos por los que he pasado. Al parecer no se estilan. En un momento dado veo unas sombrillas y unas mesitas en una especie de bocacalle que da a la carretera principal, asi que me voy a aventurar. Pero simplemente se trata de una especie de horno-cafeteria con dos viejos sentados tomando cafe. Poca excitacion o emocion va a haber aqui.

La cuestion es que tambien me estoy meando, asi que en algun sitio tendre que parar. Me introduzco en la lugubre tienducha y una señora amplia tras el mostrador me da la bienvenida con una cordial sonrisa. Pero claro, esto yo ya me lo temia, no habla otra cosa que no sea rumano. Y yo lo unico que se decir en este idioma es "o bere, va rog". Que ya os podeis imaginar que significa "una cerveza, por favor". A ver, en realidad a mi es lo unico que me hace falta para ir a cualquier pais, de hecho se decir esta expresion en mas de treinta lenguas diferentes. El problema es que no quiero una chela porque aun estoy a los mandos de mi vehiculo y sigo siendo una persona medianamente responsable. El fin, el caso es que al final, como no se que decir, suelto un potentisimo "o bere, va rog", y vaya si lo capta la señora, porque en menos de dos segundos ya tendo una lata de cerveza de medio litro delante de mis narices. Pues que cojones, el desayuno de los campeones. Y si eso, señora, me pone tambien un pastelito de esos cuadrados que tiene detras del mostrador, que tienen buena pinta y meter algo solido en el cuerpo quiza no sea mala idea.

Supongo que es porque he parado en un pueblo de mierda en mitad de ninguna parte, pero todo me resulta extremadamente barato. Despues comprobare que, efectivamente, en las zonas de turistas la cosa cambia. Pero bueno, de momento disfrutemos de nuestro primer contacto con las gentes de estas tierras. Al poco de abandonar este pueblo, dejo finalmente la carretera a Brasov y me meto en la montaña propiamente dicha. Esta pista es mas zigzagueante pero todavia de bastante buena calidad y con menos trafico todavia. Eso si, el fenomeno que ya venia aconteciendo desde hacia unos kilometros, de puestos de viejas junto a la carretera vendiendo patatas y melones, comienza a multiplicarse en progresion geometrica. Y ahora comienza otro show que parece tambien bastante tipico de esta zona, tipos que circulan por la carretera montados en carretas de mierda tiradas por caballos reventadisimos que parece que se vayan a quedar en el sitio de lo viejos y agotados que estan.

Ya muy cerca de Bran paso un pueblo que no es cutre, es lo siguiente. En mitad de una llanura desolada aparecen las casetas, chabolas o lo que sean de Rasnov. Es una especie de poblado gitano, donde lo de vender mierda en puestos junto a la carretera y los carros tirados por todo tipo de animales llegan a su maxima expresion. Eso si, detras de las chabolas atisbo varios Mercedes, Audis y BMW. Tampoco parece que se lo monta mal esta gente. Una de las carretas, tirada por un asno, esta parada en mitad de la puta carretera en contradireccion. El menda que maneja las riendas esta a carcajada limpia mirando una tablet y obvia totalmente el trafico. Pues casi me llevo por delante al burro. O mejor dicho a los dos burros, tanto al que tira como al que es tirado. A ver si llego pronto a Bran, que esta zona del pais se me esta empezando a atragantar.

Por fin, Bran. Preciosa localidad de montaña cuyo centro neuralgico esta en torno a la carretera, que parece construida a proposito para llevarte al castillo de Dracula. En torno a este, que se alza sobre una pequeña elevacion en toda su magnificencia, restaurants, tiendas, bares, alojamientos... Vamos, que ya sabemos de que vive esta gente. Otro timo masificado sacacuartos basado en cuentos de hadas, como el Loch Ness. Continuo a los mandos de mi automovil, ya que mi alojamiento queda al final de la poblacion, alejado de la carretera y del bullicio, en plena ladera de una de las montañas que dan forma al valle. Y lo cierto es que me he querido buscar algo tan genuino que casi ni encuentro el sitio. Acabo metido en un camino de barro (ahora el Renault Megane ya no esta tan inmaculado) y teniendo que detener el vehiculo en mitad de ninguna parte porque el navegador dice que ya he llegado a mi destino y aqui no hay nada.

Pregunto a una señora con pinta de granjera que pasa por alli por casualidad y, no solo no me responde, sino que sale corriendo como si hubiera visto al mismisimo Conde Dracula en persona. Yo no hago mas que repetir "Neba, Neba...", que es el nombre del alojamiento, pero vete a saber, igual "neba" en rumano significa "muerdo tu cuello" (luego me enterare de que "neba" simplemente significa "no"). Estoy montando tanto escandalo con los gritos de "Neba, Neba" que al final, al cabo de dos minutos, aparece otra mujer, la cual habla un ingles muy primitivo, que me indica con una cierta sonrisa forzada que el lugar que busco esta mas arriba en la montaña, subiendo por un autentico camino de cabras y atravesando una pradera. Yo le señalo hacia el coche embarrado y ella me dice que nada de coche para subir hasta alla. No, bueno, de eso ya me he dado cuenta, solo queria saber que hago con el puto Megane. Como a nadie parece importarle lo mas minimo, dejo el automovil medianamente apartado en mitad del bosque y para arriba que me voy con mis dos bultos de equipaje, que por suerte no pesan demasiado.

Me he dejado el alma en la puta ascension pero ha merecido la pena. El alojamiento es una cabaña de montaña al mas puro estilo Heidi, pero enorme, con tres pisos y unas diez habitaciones y cuatro o cinco baños, un salon comedor inmenso y varias terrazas con vistas a todas las montañas y el valle. Y, por supuesto, desde aqui arriba, vista privilegiada al famoso castillo del Conde. Y lo mejor es que no hay nadie alojado en el lugar. Todo el edificio para mi solo. Aunque tambien hay que decir que tanta soledad me produce un cierto escalofrio en el cuerpo. Transilvania, y precisamente a 500 metros del castillo de Dracula, no es el mejor sitio para pasar un par de noches solo en una cabaña en mitad de la montaña. Pero bueno, haremos de tripas corazon, o mejor llenaremos el gaznate de cerveza, porque la cuestion es que ya he llegado al destino final del dia y ahora lo que tengo es mucha sed.

Me bajo al pueblo (lo jodido es tener que volver a subir luego) y me meto de lleno en el meollo draculario. Hoy ya es tarde para visitar el castillo, lo dejare para mañana. Pero la hora es ideal para empezar a mamar hasta caer. Vaya, aqui todo dios habla ingles, que pillos. Turismo, sacar pasta, que negocio. Pues venga, ponme una chela y sacame unos cuantos leis (que es la moneda de Rumania). Comienzo por la tipica tonteria para turistas, la cerveza Dracula, que no es mas que la lager mas barata que tienen con un colorante rojo para que parezca sangre. Asquerosa. Mejor me tiro a las cervezas rumanas que ya conozco (me ocupe de probarlas antes de venir), y de esta manera me hago unas cuantas Ursus, Ciucas, Timisoreana... Y a todo esto tengo un hambre atroz porque sigo sin probar bocado en todo el dia, mas que el pastelito cutre de la vieja en aquel pueblo. Asi que me pido una bandeja de carne para dos personas, que es como una pala llena de comida, incluyendo salchichas, cerdo, pollo, patatas... todo en grandes cantidades.

Con lo cansado que estoy del viaje y no dormir, y tras semejante festival, decido retirarme de vuelta al alojamiento muy pronto, practicamente con la puesta de sol. Lo de pirular por los bosques de Transilvania en plena noche no me parece una idea demasiado atractiva o, cuanto menos, segura. Me refiero a mi cuello. Ademas aun tengo que subir montaña arriba. Claro que esto seguro que me va a dar sed. Si eso paso por el supermercado mas cercano y me pillo provisiones. Liquidas, por supuesto. De esta manera, me apalanco en una de las terrazas de la cabaña, con vistas directas al castillo (siempre esta bien controlar por donde te puede atacar el enemigo en plena oscuridad) y comienzo a bajarme una cerveza tras otra sin solucion de continuidad, practicamente hasta caer rendido de agotamiento.

Justo antes de dirigir mis pasos en direccion al catre, por accidente, aprieto un interruptor de la planta baja que me revela una inquietante luz que parece provenir de un sotano. Curioso que es uno, me acerco a ver que hay bajo esa especie de trampilla luminosa en el suelo. Ante mi aparecen unas escaleras que se pierden en direccion descendente y, justo cuando las voy a tomar, me topo de bruces con el retrato, colgado en una lugubre pared, de un individuo de hace varios siglos, con rostro serio, duro e incluso vampirico. Cierro la puta trampilla, apago la luz y salgo disparado hacia la ultima planta. Atranco la puerta de la habitacion, le doy dos vueltas de llave y me meto debajo de la manta asegurandome de que especialmente mi cuello queda bien cubierto. Menos mal que llevo una buena chuza y me duermo enseguida, que si no... menuda nochecita habria pasado.

 
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