jueves, 28 de abril de 2011

Salir a por pipas

Eran las nueve de la noche de ayer. A esa hora a estas alturas del año ya ha oscurecido aunque la noche no es todavía nada profunda. Y menos debiera de serlo en la urbe, poblada de farolas, curiosamente renovadas hace apenas un año después de retirar otras que apenas tenían dos años. Pero bueno, para eso Zetamierdoso y su gentuza nos roban el dinero a los cada día más míseros ciudadanos, para vivir como putos marajás hijos de la gran puta y después dar un poco de calderilla a los ayuntamientos para planes de mierda que sólo dan empleo a cuatro negros y cinco zorras pseudo-maltratadas. Cambiamos las farolas puestas hace tres días, hacemos dos o tres aceritas y de paso quitamos unas cuantas plazas de aparcamiento para poder multar en plan ratatata. A seguir jodiendo y tomando el pelo al ciudadano y nosotros como gilipollas profundos a seguir viendo el fútbol como borregos mientras el país se sume de lleno en la debacle más grande de toda su historia. No son tan inútiles estos nazisociatas como parecen, bueno, sólo para algunas cosas, porque lavar cerebros y convertir a toda una nación en una plaga de zombies idiotizados, eso lo han hecho a las mil maravillas.

El caso es que como no tengo dinero ni para cenar, tenía un puto agujero en el estómago a las nueve de la noche y se me ocurrió bajar a la calle a comprar una bolsa de pipas, cacahuetes o cualquier cosa que valiera en torno a un euro (soy un iluso) para llenarme las tripas. Bajo por las escaleras, llego a la calle y comienza el show. Para empezar, y nada más cerrar la puerta tras de mí, una gitana rumana se me acerca con malos modos y aviesa mirada mientras me pide dinero para comer. A buen árbol se arrima ésta, aunque no creo que sea para comer para lo que necesita la pasta, y me da que si no se la doy de repente saldrá por algún sitio un navajero y me quitará hasta los calzoncillos. Hago caso omiso y aprieto el paso aprovechando que el semáforo está en verde. Al otro lado me esperan tres negros sentados en un patio fumándose un porro. Me miran con cara amenazadora pero paso de ellos. Mira que en ocasiones mi aspecto impone respeto, sin ir más lejos cuando vivía en pleno Manhattan, pero aquí, en mi ciudad, en mi país, hay ya tanto delincuente suelto que yo soy el más pringado. Sólo me vale correr.

Llego al supermercado más cercano justo antes de que cierren, llevo algo menos de un euro, quiero pipas, pero hasta ese simple artículo cuesta más de lo que puedo pagar. Me cago en vuestra puta estampa nazisociatas hijos de puta, en el Reino Unido con una libra puedes comprar para comer todo el día y aquí ni pipas. De pronto entra la policía en el supermercado, parece ser que hay un sudaka borracho que está montando bronca, el segurata ya lleva un ojo morado, no pueden con él. Me largo sin comprar nada no vaya a ser que, como soy blanco, español y heterosexual, me entaleguen a mí. De vuelta a casa más aviesas miradas, tengo que clavar los ojos en el suelo para que nadie saque los filos a relucir cuando no directamente algún arma de fuego. He llegado sano y salvo pero por poco, otra misión suicida completada, salir a la calle a por pipas, y no he podido ni comprar las putas pipas, joder. Esta es la España del "progreso" que decía el Piolín Blanco, en el paro, en la ruina, muerto de hambre y encima jugándome la vida cada vez que piso la calle. Nazisociatas, psoístas, progres, pseudo-izmierdosos, sois todos unos hijos de puta, suicidaos de una jodida vez y dejadnos vivir en paz, en paz.
 
Clicky Web Analytics