jueves, 3 de diciembre de 2015

Experiencias madeirenses 1. Tarde noche en Funchal

Madeira, esa isla en mitad del Atlantico, no muy lejos de las costas de Marruecos, perteneciente a un archipielago de cinco islas (solo dos de ellas habitadas) y bajo dominio de Portugal. Pues hacia ahi es a donde el vikingo macabro esta vez ha decidido dirigir sus pasos. Veamos que se cuece por estas tierras insulares, conocidas por su espectacular flora, exquisitos vinos y gran transito turistico. Pero, como os podeis imaginar, esto de los turistas a mi me la va a soplar bastante. De hecho, por eso vamos a realizar este viajecito casi rozando el invierno, para no encontrarnos con muchos. Eso si, las temperaturas entre 20 y 25 grados no nos las va a quitar ni Cristo.

Aterrizamos en el acojonante (porque realmente da un poco de mal rollo) aeropuerto construido sobre el mar a base de imponentes columnas que sostienen la pista de aterrizaje. Esta puta isla es una montaña gigantesca, con lo que no hay ningun sitio plano donde poder aterrizar, de ahi esta barbarie de la ingenieria. Pero lo importante es que ya estamos aqui, dispuestos a recoger un coche de alquiler que, teniendo en cuenta las carreteras que nos vamos a encontrar, va a ser como ir en una montaña rusa, y en un ratito ya poniendo rumbo a la capital, Funchal, localidad de origen de Cristiano Ronaldo, donde tenemos ubicado nuestro hotel.

Funchal es una ciudad construida en una inclinadisima ladera. Mejor dicho, los primeros pobladores se asentaron en la costa, y como no habia mas sitio para que la ciudad creciera, alguien decidio abrirse paso cuesta arriba a traves del monte para construir mas y mas y mas casas. Una autentica locura. Nuestro hotel, A Casa Do Caseiro, esta en una inclinadisima calle (como todas) por la que apenas cabe un coche y gracias. Por supuesto es de doble sentido, para que haya mas diversion para los conductores. Pero no hemos elegido mal, es que toda la puta ciudad es asi.

Despues de acomodarnos en una habitacion decorada como la de mi bisabuela y con un apestoso olor a incienso, nos hacemos cargo de que en este hotel, casa o lo que sea, solo se habla portugues. La empleada es una señora de cuarenta y largos que tiene forma de mesa camilla, redonda como una pelota. Por fortuna mis origenes me permiten dominar bastante bien el portugues, aunque el acento de esta isla me resulta mas que extraño. Este dominio idiomatico, por cierto, me va a venir muy bien en lo sucesivo, sobre todo en mi afan por evitar turistas y sitios donde te pueden sacar los dos ojos y un riñon por tomar un simple refrigerio.

Veinte minutos en picado. Ese es el camino desde el hotel hacia el centro. Cuesta abajo hasta el punto que al final te duele el dedo gordo del pie de tanto chocar con la punta del zapato. Hubiera sido mas rapido lanzarse rodando. Tengo sed, lo de siempre, que si no me hago con una cerveza rapidita me da un chungo. Como me suele pasar, ya entrando al centro de la ciudad, me topo de morros con un bar de viejos. Nadie habla nada que no sea portugues, fantastico, aqui turistas pocos. Degusto la cerveza local, tipica de la isla, se llama Coral, y esta sencillamente cojonuda, una lager con mucho cuerpo, sabor intenso pero a la vez facil para el paladar. Me doy cuenta que hay un mostrador con tapitas y alla voy, me pido una sande de figado, o sea, un pequeño bocatita de higado en tomate. Impresionante. No se como se llama el bar, pero a partir de ahora va a ser el bar del Figado.

Finalmente, ya menos sediento, llego hasta el paseo maritimo, ya ha caido el sol y esta oscuro, hay algo de trafico pero poco a poco se va disipando. Los funchalenses desaparecen de la calle a partir de las 6 o 7, tan solo queda por ahi algun turista perdido, gente que sale de currar tarde y va casi corriendo por la calle y pordioseros durmiendo entre cartones. De estos hay muchos, mas de los que pudiera imaginar en un lugar tan turistico como este. Tambien es cierto que con un clima benigno todo el año, eso de dormir al aire libre es hasta placentero, ademas, con eso de que van pidiendo cigarritos y dinero a los turistas, pues parece que hasta se sacan un sueldo y colman sus vicios.

Paseando por las calles veo, todo entre sombras y a la luz de las farolas, la catedral, varios jardines y una de las muchas zonas de restaurantes para turistas, donde decido parar porque, a pesar del figado, tengo hambre, y al fin y al cabo hay que experimentarlo todo, a ver que tal tratan aqui a los turistas. Elijo un restaurante al azar porque la camarera que hay en la puerta esta de buen ver, obviamente es un reclamo, la que me sienta en la mesa y me sirve es un puto ñu. Cambio de tercio y decido hablar en escoces, ya que estamos en un sitio de turistas. Obviamente no me entienden, mejor lo intento en un ingles algo mas correcto. Ahora si, me sientan en una terracita entre palmeras y todo tipo de vegetacion tropical y me sirven un vino tinto de la isla, un Seixal, que no esta mal pero tampoco es nada del otro mundo. Y para cenar el plato mas tipico de la gastronomia de Madeira, la espetada, un palo de laurel con trozos de vaca clavados y cocinados sobre brasas. Para acompañar, bolo de caco, el pan tradicional de por aqui, con su contundente sabor a ajo y perejil.

Me he puesto hasta el culo, asi que para bajar la cena lo mejor es otro intenso paseo de lado a lado de la ciudad por su parte costera. Despues de pasar unas cuantas zonas de restaurantes muy pijos, de esos que hay cabrones tocando el violin y camatas con palos de escoba incrustados en el culo, llego a una especie de pub que me da buenas vibraciones. Hay unos mendas haciendo ponchas, un brebaje tipico de la isla, que obviamente no me voy a resistir a probar. Me parece una puta mierda dulce con ron y frutas. Me pido un vodka con naranja, tampoco esta muy alla, acabo a cervezas, Coral, por supuesto.

Lo cierto es que relajandome en el pub de los cojones, que por cierto se llama Venda Velha, me estoy poniendo tremendamente ciego. Cuando me levanto en direccion a la puerta casi me caigo dos o tres veces, y ahora resulta que tengo que subir otra vez mas de media hora en direccion al hotel. Coño, lo tienen todo pensado, justo en la puerta trasera del pub hay una parada de taxis. Me subo a un Mercedes amarillo (aqui todos los taxis son Mercedes y amarillos) conducido por un tipo que parece un moro, pero que en realidad es un autoctono un poco mas oscuro de lo normal, y eso que ya de por si muy claros no son. El tipo solo habla portugues, lo cual me reconforta, se que no es el tipico atracaturistas. Pero esta loco, se mete por callejones de mierda a todo lo que da el taxi, casi nos vamos a tomar por culo varias veces montaña abajo, aunque me da igual, llevo un pedo considerable.

Una vez de vuelta en el hotel veo a otra tipa cuarentona con pelo setentero de seta. Otra que solo habla portugues, debe de ser la recepcionista de noche o algo asi. Le pregunto si esta abierto el bar, no, pero me lo abre y me deja alli solo para que me sirva a discreccion. Tranquila, tranquila, que no me lo vas a tener que repetir. Me casco dos cervezas (Coral) y un ron con cola. Me voy a dormir mas contento que un tiburon en una carniceria.
 
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