sábado, 14 de septiembre de 2019

El fin de semana interminable 4. Martes

Suena el despertador a las ocho y media. En cualquier caso ya llevo despierto un buen rato. Pero está bien lo de las alarmas del móvil porque esta me recuerda que tengo una entrevista a las diez. Yo ni me acordaba, pero por suerte no llevo una resaca demasiado potente y aún voy a tener tiempo de sobra para pegarme una duchita. E incluso me voy a permitir el lujo de ir paseando, es una media hora y me vendrá bien estirar las piernas un poco después de no salir mucho de casa en las últimas tres jornadas. Y a todo esto, Boris anoche se quedó sopas sobre la mesa. Y resulta que hoy a primera hora tenía una cita en la oficina de empleo. ¿Se habrá acordado? ¿Se habrá despertado a tiempo y habrá salido en dirección hacia su zona, la cual no pilla demasiado cerca que digamos?

Pienso en todo esto mientras me aseo en la ducha, casi sin querer bajar hasta el salón y averiguar la respuesta. Pero el caso es que al final tengo que hacerlo, así que cuanto antes mejor. Bajo las escaleras y me encuentro la puerta cerrada. Malo. Exactamente igual que ayer, la voy abriendo poco a poco para descubrir el escenario del crimen. Estancia a oscuras y cadáver en el sofá. El de Boris, obviamente. Son casi las nueve y media. Intuyo que no ha acudido a su cita. Le doy un pequeño meneo en el brazo avisándole de que yo sí que tengo que acudir a mi compromiso. El tipo entreabre los ojos y mira su reloj. "Que se joda la oficina de empleo", balbucea. Acto seguido se gira hacia mí y me mira con ojos vidriosos. "Ve a tu cita que yo te espero aquí cuidando de la casa", dice con la más absoluta naturalidad. Y se da media vuelta, se tapa y sigue roncando en el sofá.

No me queda más remedio que hacer lo que dice. Inicio mi paseo bajo un sol que no sé de dónde cojones ha salido pero que parecía estar esperándome. Joder, qué puto calor. Acudo a mi cita. Bien, ya he cumplido, asi que vuelvo para casa apretando el paso, a pesar de que el sol sigue dándome por culo. Tengo prisa por ver si este menda se ha largado de una puta vez o sigue dormitando como un bendito. Aun asi, antes hago una paradita en el supermercado polaco, una de mis tiendas preferidas del barrio. No solo por las maravillosas viandas que alli puedo adquirir y que amenizan mi estomago de una forma mas que espectacular, sino especialmente por las esculturales dependientas del lugar. Joder, que hembras. Bueno, al final entre babeos me dejo casi quince pavos en diferentes papeos que muy pronto van a ser ingeridos.

Boris ya esta despierto. Sentado en el sofa con la mirada perdida y con cara enfurruñada. Ni siquiera el ver la bolsa con toda la comida polaca parece reconfortarle mucho. Me cuenta que desperto poco despues de mi marcha y entonces se dio cuenta de que no le quedaban Guinness. Asi que fue al supermercado a por mas. Y alli vivio su peor pesadilla. Una dependienta gorda, con aspecto y trato desagradable, se nego a venderle otra caja de su preciado caldo etilico. La razon alegada fue que el comprador, o sea Boris, apestaba a alcohol y tenia pinta de ir completamente borracho. No lo puedo evitar pero me parto el culo. Situacion surrealista que solo le puede pasar al que realmente esta desesperado por mamar. Es mas, jamas he sabido de nadie, y mira que he conocido tios que han ido en malas condiciones a comprar, al que le haya acontecido algo similar.

Entonces se me ocurre preguntarle a Boris por que cojones no ha ido al badulaque o a cualquier otra tienda a por el chumeo. Pues ni siquiera se le habia pasado por la cabeza. Sus ojos se acaban de iluminar con la idea mas logica que le acabo de dar, y que a el ni se le habia ocurrido. Cosas de rasquines. Finalmente acabamos en el badulaque, donde la dependienta india tambien me pone muy nervioso y ambos hacemos acopio de provisiones liquidas. Y ahora a casa a meternos unos buenos bocatas a base de cerdo polaco, quesos y demas guarradas de las recien adquiridas hace apenas media horita. Buen provecho.

Mientras comemos y mamamos, Boris vuelve a empezar con su cantinela de marcharse en veinte minutos. Yo ya no me creo nada. De pronto alguien llama a la puerta delantera. El cartero o algun otro hijo de puta vendiendo algo. Voy a abrir y asi nos partimos un rato el culo con quien sea. O tal vez no. Tam aparece impasible ante mi, descalzo y en calzoncillos, con un par de bolsas llenas de chelas de varios tipos. Se ve que el hombre finalmente recapacito sobre el gorroneo del sabado y ahora nos obsequia con mas liquido. Joder, pues tampoco le vamos a hacer ascos. Lo malo es que habra que aguantar su taladro durante toda la tarde. Y quiza incluso mas alla.

Hoy el viejo la ha tomado con Boris. Cada dos minutos se gira hacia el y, mientras le observa de arriba abajo, le suelta un "pero que feo que eres" que, viniendo de un tio que tampoco es que sea Adonis precisamente, suena realmente desagradable. Y asi se tira toda la tarde. Al final ambos empiezan a insultarse, que si puto polaco, que si irlandes de mierda, que si feo, que si borracho taleguero... y a continuacion empiezan a soltarse galletas. Yo ya no me abro mas cervezas porque intuyo que van a empezar a destrozar la casa en mitad de una especie de combate de boxeo. Pero las bofetadas por suerte no llegan a puñetazos. Y lo mejor de todo es que, aunque va como una cuba, en un momento dado parece que el anciano vecino intuye que puede perder el enfrentamiento y, excusandose porque tiene que hacer no se que llamadas, se retira en direccion a su vivienda.

No me lo puedo creer. Esto ya pintaba a que el sabado noche iba a volver a empezar. En estas llega Radek de currar, que dice que se acaba de cruzar con el vecino y que se parte el culo al ver a Boris todavia en casa y con una pinta en la mano. La ocasion me viene que ni pintada para sugerir a mi eterno invitado que le puedo acercar al centro a pillar el bus directo a su barrio, antes de que dejen de haber buses, y es que ya son las nueve de la noche. Para mi sorpresa, y despues de unos pensativos segundos, Boris me espeta que es una muy buena idea. No le dejo que se arrepienta de su decision, arranco el coche y en diez minutos dejo el paquete en la zona mas centrica de la ciudad. Ahora mismo esta cayendo una buena tormenta, pero me da igual, me relajo conduciendo de vuelta a casa y sonrio con satisfaccion sabiendo que, por fin, el fin de semana interminable ha finalizado.
 
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