Hablaba hace unos minutos con una amiga que vive en Múnich. Nacida en Ávila, veintitantos años de edad, carrera de piano acabada y en breve directora de orquesta. Perfecto alemán y español (obviamente) y seguramente algún otro idioma. Se marchó de España hace cinco o seis años porque a pesar de ser una de las personas más cultas y preparadas que he conocido en mucho tiempo, y con más mérito si cabe si tenemos en cuenta a la generación que pertenece, en el país de los botarates se comía los mocos. Entrevistas para trabajos en los que le ofrecían 400 pavos al mes por currar de sol a sol y donde encima era rechazada por tal o cual chorrada, un servicio de colocación de empleo cuya función es nula y que existe para que un puñado de funcionarios vagos hasta la médula ganen dinero por tocarse los cojones, y en definitiva lo de siempre, que España es un país para escoria, maleantes y gente cuanto más imbécil e ignorante mejor. Así pues, la chica cogió la maleta, lo dejó todo, se fue a Alemania y, o mucho me equivoco, o en breve la tendremos dirigiendo la sinfónica de Berlín, Múnich, Hamburgo o cualquier ciudad que se le ponga por delante.
Otro viejo amigo con el que tengo contacto habitual fue en su día un empresario de gran éxito en España, y eso que aún no ha cumplido los cuarenta. Pequeña empresa, pero con unos beneficios tales que ninguno de sus empleados cobraba al mes menos de dos mil euros, fuese cual fuese su puesto. De ahí para arriba. El pájaro es una auténtica lumbrera del mundo empresarial, estudió la carrera de empresariales, seguida de diferentes másters, y es bilingüe en tres idiomas, con la característica de que cada vez que trataba con algún país algún tema de negocios hacía un curso acelerado de la lengua de la nación en cuestión y chapurreaba cuatro o cinco cosas que le servían para tratar con más fuidez cualquier asunto. Otro auténtico cerebro aventajado, sin duda. Bueno, pues este viejo amigo acaba de abrir dos empresas fuera de España. A punto estuvo de perderlo absolutamente todo en el país de los mendrugos y se ha jurado y perjurado que no va a volver allí nunca más. Está por ver qué tal le van sus nuevos proyectos, pero aventuro un más que prometedor futuro a estas nuevas empresas cuya creación se debe a la fuga de un cerebro español al extranjero.
No me voy a echar flores ni a comparar con estos dos especímenes que nos demuestran lo grande que puede llegar a ser el ser humano. Simplemente estudié una filología. Eso sí, desde que tengo cinco años no recuerdo haber cometido nunca ninguna falta de ortografía, en ese sentido debo de ser único en mi especie, sobre todo entre los españoles de las últimas generaciones. Hablo a la perfección cuatro idiomas, más chapurreo algún otro cuando me atrevo a intentarlo. ¿Mi especialidad profesional? Vaya usted a saber. El vaivén laboral de un país de gilipuertas como España me ha encaminado hacia muchísimas y diferentes profesiones, todas ellas bastante alejadas de mis estudios originales. Aunque quizá debería decir que el campo en el que tengo mayor experiencia es en el de estar en la cola del paro esperando para que me digan que no puedo cobrar ni un duro porque cuando más continuidad he tenido en mi trabajo ha sido cuando he estado fuera de España y en el país de los hijos de puta no he podido cotizar bastante. Vaya, vaya. Pues la decisión ha sido bien fácil, me vuelvo a pirar de esa piara de cerdos en forma de península, y seguramente para no volver jamás. Lo mío quizá no sea una fuga de cerebro, o tal vez sí, pero veo más propio considerarlo una fuga de alguien que está muy hasta los cojones.
Son sólo tres ejemplo, aunque conozco otros muchos. Las mentes más brillantes de España se largan al extranjero ante, ya no voy a decir la falta de oportunidades, sino la hijoputez máxima por parte de unos burros integrales que se creen algo y no son más que mierda, y que básicamente son el noventa y pico por ciento de los ciudadanos españoles. ¿Y quién se queda en España? Y muy a gusto además. Los gilipuertas, los necios, los inútiles, los tarados peligrosos, los idiotas, los borregos, los de "como en España no se vive en ninguna parte", los de "eso que cuentas es mentira" y los de "eres un facha". Es curioso, retrocediendo en la historia, el ver cómo en los años de la guerra fría también se produjo aquella otra fuga de cerebros desde los países socialistas y comunistas hacia el capitalismo. Curioso digo porque en España, también tras una época de socialismo integrista (aunque éste aderezado con intensos toques de rebuzno), se produce otra fuga de cerebros de similares características. Lo más lamentable y asqueroso de la comparación en cuestión es que estos señores que salieron de los países comunistas en su día, finalizado el comunismo en estos lugares son ejemplos a seguir y figuras admiradas. En España nadie es capaz de admirar a nadie más que a mentecatos del calibre de Belén Esteban, Bisbal o Almodóvar. Ni ahora, ni nunca. No se da para más. Está todo dicho.