miércoles, 14 de septiembre de 2022

Una semana en Rumania 2. El castillo de Dracula

Me cago en los putos perros. Es evidente que aqui, en mitad de los Carpatos, a tomar por culo de cualquier indicio de mar u oceano, no hay gaviotas. Que ya sabeis como tocan los cojones cuando uno se encuentra en una localidad costera e intenta dormir por la noche. Graznidos, ruidos sobre los techos y las ventanas... vamos que uno no pega ojo. Y yo me las prometia felices porque aqui, logicamente no hay gaviotas. Pero hay putos perros. Yo no se que narices les pasa a los jodidos perros transilvanos que empiezan a ladrar como locos cuando se pone el sol y no paran hasta que amanece. Y ademas, con el eco del valle y las montañas, se les escucha a kilometros. Se ve que hablan entre ellos en la distancia. Una maldita sinfonia de ladridos escandalosos toda la noche. Todos los putos perros en veinte kilometros a la redonde aullando y ladrando sin parar. Joder, que nochecita.

El lado positivo es que los perros de los cojones deben de espantar hasta a los vampiros y fantasmas, porque lo cierto es que no he recibido ninguna presencia inquietante a lo largo de toda la noche. Ni el tipico siniestro personaje flotante dando golpecitos a la ventana, ni la tetrica sombra de Nosferatu reflejada por las tenues bombillas, ni el mas minimo sospechoso ruidito o crujido en la cabaña... nada de nada. Claro que con tanto puto chucho ladrando cualquiera escucha algo que no sea a esos hijos de perra, y bien perra. Y ahora que lo pienso, a lo mejor los perros eran en realidad hombres lobo acechando a sus presas. Pues si que les ha llevado tiempo la caceria, si. Toda la puta noche dando por culo.

En fin, que muy fresco no me encuentro porque no he dormido demasiado, asi que voy a darme una buena ducha matutina a ver si empiezo a espabilar. Por suerte mi estomago no me juega ninguna mala pasada y no tengo que tirarme tres o cuatro horas sentado en la taza, como en ocasiones si que me sucede (y me sucedera). Lo malo de la matinal es que no tengo nada para menear el bigote en mi alojamiento, ya que ayer solamente me acorde de comprar chelas. Lo tipico, tenia demasiada sed como para pensar en el desayuno. Pues nada, tendremos que agilizar las piernas y bajarnos al pueblo a desayunar algo. Y como una vez abajo ya no pienso volver a subir montaña arriba hasta ultima hora del dia, pues acto seguido vamos a realizar el cometido que fundamentalmente tenia pensado para hoy: la visita al castillo del Conde Dracula.

Bueno, a ver, oficialmente es el Castillo de Bran, ya que recibe el nombre de la localidad en la que se encuentra. Si queremos relacionar la fortaleza con algun personaje, quiza lo podemos hacer con Vlad Dracul, el famoso principe empalador. Asi que lo de llamarlo castillo del Conde Dracula es, obviamente, bastante desacertado. Porque aqui nunca hubo ningun conde ni ningun vampiro. Pero vamos, que el negocio ya sabemos todos cual es. De todas formas, vayamos por partes y primero tomemos nuestro sandwich de jamon y queso con un jugo natural de naranja (recien exprimido) y un cafe expreso triple que parece que te sirvan en un pozal. Con esto voy a ir todo el dia con los ojos mas abiertos que Christopher Lee cuando esta a punto de morder algun cuello femenino.

Una vez la barriga esta llena y las neuronas activadas, es momento para sacar la entrada y acceder al castillo. Por supuesto hay que pagar, aunque la cantidad sea bastante misera, todo sea dicho. Por un pequeño extra, ademas, puedes visitar una exposicion de aparatos de tortura medievales que, por alguna macabra razon, despierta gran interes en mi persona. Y ahi que vamos, colina arriba, rodeado de cientos y cientos de turistas (cuanta pasta mueve toda esta falacia vampirica), hasta llegar a la escalinata de  entrada al imponente castillo de Bran, de Vlad, del Conde o de la pajolera madre que los pario a todos. Entremos y a ver que nos ofrece.

La construccion del castillo en si es bastante laberintica y enrevesada, todo hay que decirlo, lo cual le da un cierto toque tenebroso. En ocasiones hay que subir por estrechas escaleras y mazmorras para acceder a ciertas habitaciones, como si de pasadizos secretos se tratara. La conservacion del lugar es absolutamente impecable. Obviamente han habido varias restauraciones, pero en todo momento respetando el aspecto original. Supongo que, ademas, habran reforzado muchas de las zonas, porque en algunas estancias no demasiado grandes se agolpan decenas y decenas de turistas, hasta el punto de que, por momentos, me siento como si estuviera de vuelta en el metro de Tokyo, en la que fue una de las experiencias mas asfixiantes de mi vida.

La exposicion de cacharros medievales de tortura es, como ya me temia, mi parte preferida. Hachas y sierras varias se juntan con algunos clasicos como La Doncella de Hierro, el Potro, la Rueda, la Pera de la Angustia o el Desgarrador de Senos. No me extendere mas en todos artilugios, el que quiera mas informacion al respecto ya sabe que a dia de hoy todo esta en Internet. Eso si, algunos nombres ya son bastante descriptivos por si solos. La cuestion es que al final recorro todas las estancias visitables del castillo con extrema minuciosidad, pero aun asi no me lleva mas de dos horas, de lo cual podeis colegir que tampoco hay tanto que ver. En cualquier caso la visita ha sido mas que interesante, aunque de vampiros y chupasangres nada de nada. Resulta que hay mucho mas rigor historico del que yo pensaba y la fantasia draculiana queda bastante en segundo plano, por no decir reducida practicamente a la nada.

La siguiente parada son las tiendas de souvenirs, justo al lado del castillo y en un numero realmente escandaloso. Toda una plaza y un par de calles aledañas son tenderetes uno tras otro en los que, aqui si, te venden todo tipo de recuerdos relacionados con el Conde, sus dientes y sus victimas. Y de todo el tema historico y real que acabas de ver en el castillo, olvidate. Al final sucumbo y me compro un par de chorradas, aunque no pierdo demasiado tiempo en ello porque, ya con el mediodia pasado, mi gaznate comienza a encender la luz de alerta. Y no es precisamente de sangre de lo que estoy sediento. Por suerte, con esto de atraer a todos los turistas de la zona, los abrevaderos estan tambien junto al castillo y a los tenderetes de souvenirs. Asi que apenas tengo que caminar cincuenta metros para caerme de bruces delante de la que va a ser mi primera cerveza del dia.

En realidad no solo va a ser la primera, sino que tambien me hago una segunda, y ya que estoy sentado y a la sombra, me casco tambien algo solido. No tengo demasiada hambre, pero veo que hay unos higaditos de pollo con tomate y verduras (al estilo rumano me dice la camarera) que son una porcion pequeña y seguramente estan muy sabrosos. No tengo queja. Por cierto que el bar-restaurant este en el que me he metido es de lo mas peculiar. Para ir al servicio tengo que subir al piso de arriba, donde hay una especie de tenebroso bosque artificial, el cual hay que cruzar hasta llegar al lugar donde uno puede vaciar la vejiga. Supongo que mas chorradas relacionadas con perderse en una oscura montaña de Transilvania y ser atacado por algun chupasangre en mitad de la noche.

Una vez finalizado este refrigerio etilico-gastronomico, me doy cuenta de que aqui, en Bran, ya no hay nada mas que hacer. Y mi plan para el dia, que era visitar el castillo, ya esta mas que realizado. Como aun es pronto para empezar a mamar hasta caer, se me ocurre pillar mi vehiculo y darme una vuelta por las montañas y pueblos aledaños, a ver si encuentro algo de interes fuera de tanta mierda turistica. Pero aparte de un par de iglesias en mitad de ninguna parte y una incesante lluvia que ha comenzado en el momento que he subido al coche, no hay absolutamente nada que llame mi atencion. Bueno, hay perros. Mientras voy manejando no hago mas que ver perros vagabundos paseando junto a la carretera. Pero muchisimos y por todas partes. Ya esta claro quienes eran los cabrones que me han jodido durante toda la noche a base de ladridos incesantes. Se ve que por esta zona es costumbre dejar a los perros por ahi tirados y que se busquen la vida. Pero mira que calladitos que estan ahora, paseando y vagando sin rumbo. No podeis ladrar durante el dia, no, hijos de puta, teneis que hacerlo durante la noche.

En uno de los pueblos por los que paso me topo, casi de frente, con un supermercado Lidl. Y claro, las malas ideas retornan a mi cabeza. Supermercado es igual a cervezas. Y lo cierto es que ya me estoy cansando de dar vueltas con el automovil, que ya llevo asi, vagando sin rumbo, como los perros, casi dos horas. Me hago con un buen surtido variado de chelas, buscando especialmente aquellas que son originarias de la zona o que no conozco. Tambien adquiero un par de tonterias solidas para picar, un queso transilvano y una especie de lonchas de cerdo curado que tienen muy buena pinta. Por cierto que a punto estoy de pillar una botella muy macabra de un licor que no es mas que alcohol etilico refinado de 96 grados. Y que te venden en la seccion alcoholica del supermercado tal cual. Supongo que para aquellos que ya no tienen bastante con un buen vodka ruso o una absenta. Al final me contengo, pero bueno, con toda esta metralla en el maletero del coche, lo que esta claro es que ya no puedo mas que pensar en volver a mi alojamiento y empezar el festival, cascandome una cerveza tras otra hasta que acabe el dia completamente mamado. Pues vamos alla.

Como tengo toda la cabaña para mi, empiezo en una terracita, despues me traslado a otra, despues a la habitacion... y asi voy recorriendo estancias una tras otra, casi mamando una chela en cada una. En un momento dado me viene a la mente que hay partido europeo del Celtic, asi que me bajo al estupendo salon-comedor donde empiezo a trastear con el televisor hasta que encuentro un canal en el que ver el evento futbolistico. Que ciertamente empiezo a ver pero no termino. O quiza si, pero la cuestion es que no me acuerdo. Es evidente que el nivel etilico en mi sangre se ha puesto finalmente en el lugar adecuado y ya llevo una melopea de cojones. Esta noche si que voy a dormir tranquilo y relajado, sin pensar ni en vampiros, ni en fantasmas, ni en nada que no sea una buena cerveza. Y me da que, ademas, ya pueden ladrarme en la oreja cuatrocientos perros a la vez que no me voy a enterar. Buenas noches, Transilvania.

 
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