jueves, 15 de septiembre de 2022

Una semana en Rumania 3. Siete horas al volante

Abro los ojos y me encuentro medio tirado en un sofa. En un hall de la planta superior de mi alojamiento. Ya sabeis, la cabaña de tres pisos en mitad de una montaña de Transilvania. Supongo que durante mi festival etilico de anoche acabe por derrumbarme aqui y ya no me pude mover hasta que volvio a salir el sol. Logicamente en este estado nada me ha inquietado durante la noche. Ni los perros vagabundos locos, ni sedientos y tenebrosos vampiros, ni el mismisimo Dracula pegandose un vuelo nocturno desde su cercano castillo. Aunque tambien hay que decir que como a alguno de estos chupasangres se les ocurriera pegarme un mordisco en el cuello, iban a pillar una cogorza instantanea bastante poco deseable. Es lo que tiene ser un alcoholico, hasta los vampiros te huyen.

Con esta tesitura, logicamente, nada mas intentar incorporarme a la posicion vertical me hago cargo de que absolutamente todo me da vueltas. Menudo resacon. Y encima, despues de haber pasado toda la noche en este incomodo y chirriante sofa, mis articulaciones tampoco es que esten en las mejores condiciones. Pues es una putada, porque hoy me toca una jornada de conduccion bastante agotadora. Despues de dos dias en Transilvania, es hora de abandonar las montañas en direccion a la costa. Y lo peor es que, como este pais es bastante grande, la susodicha queda bastante lejos. Siete horas manejando mi vehiculo para llegar a mi destino final de hoy, el cual me va a acoger durante las proximas tres jornadas. Nos vamos hasta la costa del Mar Negro, y concretamente a una localidad muy cerca de la frontera con Bulgaria (a apenas cinco millas), llamada Mangalia.

Despues de una ducha reparadora (o no tanto, porque a estas alturas ya nada me repara) y un par de vaciados de intestino, empaqueto todas mis pertenencias, desciendo la montaña y comienzo el largo y tortuoso camino hacia el mar. Para despedirme de esta fantastica localidad de Bran, aun paro en el pueblo y me hago uno de esos fantasticos pozales de cafe que preparan por aqui y un jugo natural de naranja. Ambas cosas me sientan como una patada en los cojones y me van a estar repitiendo durante las sucesivas horas. Pero al menos voy despierto. Eso si, lo de meterme algo solido en el cuerpo mejor lo dejo estar. Ya sabeis lo desagradable que es ir al volante con retortijones y constantes ganas de cagar. Ya parare cuando me encuentre algo mejor, si es que eso llega a acontecer en algun momento a lo largo del dia.

Aun no he hablado de la temperatura que me ha acompañado en estos primeros dias. Lo cierto es que en Transilvania, y en particular en plena montaña, que es por donde me he movido, el termometro me ha respetado bastante con unos casi constantes veinte grados que, por asi decirlo, es el limite hasta el que mi nordica persona puede llegar a aguantar. Cuando el mercurio se eleva mas alla de esos guarismos, comienzo a pasarlo realmente mal. Ademas, estas jornadas hemos estado continuamente a base de claros y nubes, incluso con algo de lluvia por momentos. Ideal para mi, porque en el momento que la bola amarilla hace acto de presencia alla arriba, en lo mas alto, mi piel comienza a sonrojarse y quemarse de una forma muy asquerosa. Y bueno, que ya os podeis imaginar que si comento todo esto acerca del clima es porque las cosas, al dejar Transilvania, van a cambiar bastante, y para peor.

Menos mal que el Renault Megane tiene un aire acondicionado que funciona cojonudamente bien, porque deespues de dos horas de conduccion y ya circunvalando la gran capital, Bucarest, el ambiente es, simplemente, torrido. Lo peor es que en un momento dado de este bypass alrededor de la gran urbe hay unas obras o no se que cojones, lo que conlleva un tremendo atasco que me deja practicamente parado durante mas de media hora, rodeado de camiones, polvareda... y unas terribles ganas de mear. Siempre pasan estas cosas cuando menos tienen que acontecer. Asi que no me quedan mas huevos que parar en una gasolinera donde me doy cuenta de que, o hago rapido la faena, o en cinco minutos me derrito. Si, ya sabeis, al mas puro estilo del Conde Dracula cuando le pegan los rayos del sol. Algo me tenia que traer de Transilvania.

A pesar de que el calor es totalmente abrasador, tengo la suerte de encontrar unas mesitas en la parte posterior de la gasolinera que estan a la sombra y en una zona donde corre una cierta brisa, aunque no demasiado refrescante. Como ya llevo mucho rato al volante y merezco un descanso, me compro un sandwich de pollo y una botella de agua para llenar un poco el buche y rehidratarme, esta ultima accion mas que necesaria en estas circunstancias. No, de momento no hay chela, que aun me quedan muchas horas de conduccion por delante y no se lo que me puedo encontrar, aunque pronto de dare cuenta de que lo peor ya ha pasado. En fin, sigamos, que ya hemos superado el mediodia y mi resort playero en Mangalia me esta esperando. Claro, como si me importara mucho la playa... Lo que quiero es llegar cuanto antes para, de una puta vez, degustar una buena cerveza, que la lengua se me esta cayendo al suelo de sed.

Despues del infierno de rodear Bucarest, por fin tomo direccion este hacia la costa del Mar Negro. Hora de relajarse, puesto que durante las proximas dos horas largas voy a utilizar la unica y espectacular autopista de todo el pais. Y es que para unir la capital con la segunda ciudad mas importante, Constanza, ubicada en la costa, tenemos esta fantastica via, una de las mejor construidas y mas comodas por las que he tenido el placer de manejar un vehiculo. Y ademas practicamente no hay trafico. El unico pero son los inexistentes paisajes de los que uno puede disfrutar. Todo este recorrido es una llanura infinita y completamente desolada, en la cual no se atisba ni un misero pueblo o ciudad. Tan solo campos y campos y campos (o quiza es siempre el mismo puto campo) de trigo, de los cuales no se ve el final por mucho que uno alargue el cuello y quiera ver mas alla. Tan solo, en un momento dado, el paisaje se torna algo mas verde y un imponente puente que cruzamos nos avisa de que estamos atravesando el rio Danubio. Y luego, mas campos y campos y campos de trigo. Hasta el fin del mundo.

Una vez finalizada la autopista, la tension y el stress vuelven a aparecer al cincunvalar Constanza. Estos rumanos conducen como putos locos, especialmente en las grandes capitales. Intento apretar los dientes y sobrellevar la presion porque ya me queda muy poco, menos de una hora, para llegar a mi destino. Y una vez alli meterme el tan preciado manjar de cebada gaznate abajo. Venga, que ya casi estamos. Los ultimos minutos de conduccion, dejando ya la carretera que une Constanza con la frontera de Bulgaria, los realizo por una muy cuidada zona arbolada que es el preludio del lugar megaturistico en que me voy a hospedar. Todo lo que hay en torno a esta localidad de Mangalia son hoteles y resorts junto a playas, concatenados y sin solucion de continuidad. Se dice que es el destino turistico preferido de los propios rumanos, con lo cual, obviamente, todo lo que voy a encontrar aqui va a ser turismo interior, algo de lo que me voy a dar cuenta en breve y que no me va a ayudar mucho en mi estancia en el lugar.

En la recepcion del complejo hotelero nadie habla otra cosa que no sea rumano. Empezamos bien. Con una rapidez mas propia de una centella que de un ser humano, dejo todos mis bartulos en la habitacion y me planto en la barra del bar que hay junto a la piscina. Y alli, como no podia ser de otra manera, todos los camareros hablan solamente rumano. Vamos a peor. Menos mal que se decir "o bere, va rog" (aunque con los dias voy aprendiendo mas cosas) y gracias a ello consigo, por fin, la sagrada ambrosia de los dioses. Con el puto calor que hace, me casco la primera cerveza de un trago, sin ni siquiera abandonar la barra. Los camareros me miran asustados. Ahora ya ni hablo, simplemente dejo el vaso sobre la barra y con el dedo indico que me lo rellenen de nuevo. Vale, ahora ya estoy mas tranquilito e hidratado y ya puedo moverme hacia una mesita junto a la piscina. Eso si, que este a la sombra, por favor.

Con la historia esta de tener que cruzar medio pais y estar al volante durante tantas horas, lo cierto es que el sol ya se esta poniendo. Lo cual agradezco para no achicharrarme, aunque la temperatura tampoco baja mucho y se queda estancada en unos 25 grados, algo que me resulta realmente horrible. Como no queda mucho de dia, planifico mis proximos movimientos con extrema cautela para no desaprovechar ni un segundo. Como tengo una habitacion con un balconcito con vistas al Mar Negro, quiza la mejor opcion seria buscar una tienda y avituallarme a base de cervecitas para terminar la jornada relajado y tranquilo. Mañana ya podre nadar en la piscina, visitar las playas o lo que haga falta. Pero antes de eso, un crujido de mi estomago me intenta hacer ver que apenas si he comido un sandwich en todo el dia y necesito mas metralla solida para que mi cuerpo siga funcionando. Como no quiero perder el tiempo teniendo que buscar un sitio para menear al bigote junto a la playa, me meto directo al restaurant del resort y echo un ojo a la carta, que obviamente esta en rumano, pero bueno, para eso tenemos Google Translator. Lo primero es pedir una cerveza, por supuesto. Y acto seguido me casco una mariscada brutal para dos personas porque los precios son realmente baratos (es lo que tiene esto de que todo sea turismo interior) y otras dos chelas mas para acompañar. Joder, realmente tenia hambre.

Pero lo cierto es que el marisco tampoco te llena demasiado y con esto de que esta saladito porque es un producto del mar, pues da sed. Asi que el plan de salir a comprar cervezas sigue activo. Son casi las nueve de la noche y aun no he explorado nada fuera del hotel, asi que va siendo hora. A unos cinco minutos de paseo encuentro varias tiendas de viveres etilicos pero para mi desgracia no hay ni una sola que este abierta. Esto debe de ser una broma, porque los letreros a la puerta de los comercios dicen que cierran a las diez. No se si es porque estamos fuera de temporada, porque se pasan los horarios por el forro o porque las tiendas estas cerradas definitivamente. Esta ultima opcion no la quiero ni considerar, porque el hecho pasarme tres dias en la playa sin poder echarme una cerveza gaznate abajo me causa autenticas pesadillas. Peor que las que tenia con Dracula en Transilvania.

Resignado, acabo de vuelta en el bar de la piscina del hotel, que supuestamente no cierra hasta la medianoche, aunque yo ya no me fio ni de mi madre. Alli me hago dos cervezas mas mientras, tristemente, veo una especie de entretenimiento nocturno que consiste en dos rumanas vestidas de noche (aunque demasiado ligeras de ropa, sera por el calor) haciendo una especie de karaoke cutre en un escenario, agarrando los microfonos de tal forma que parece que se los vayan a comer como pollas. Entre la minima calidad musical y que en este bar solo tienen una marca de cerveza danesa bastante mala, me estoy empezando a deprimir, y lo cierto es que la calina nocturna tampoco ayuda mucho. Dispuesto a irme a dormir, subo a mi habitacion, donde el aire acondicionado es una bendicion para mi sudoroso cuerpo. Justo antes de meterme en la cama, buscando algo de ropa para cambiarme, meto la mano en uno de mis macutos y, oh sorpresa, encuentro una chela. Supongo que es de las que compre en Bran y se quedo perdida en el fondo de la bolsa y por eso nunca me la pude beber. Si, ya se que solo es una, pero que alegria poder hacermela tranquilito en mi habitacion justo antes de caer en posicion horizontal. Mañana ya sera otro dia.

 
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