miércoles, 28 de septiembre de 2022

Una semana en Rumania 6. Llegada a Bucarest

No falla. Jornada en la que tengo que viajar, jornada en la que me levanto echo una puta mierda y con un resacon tremebundo. Debe de ser que el destino siempre quiere que emprenda los viajes con el cuerpo absolutamente reventado y pasandolo horriblemente mal. O bueno, quiza simplemente es que ayer me pase de la raya y hoy me toca pagar el precio. Sea con fuere, el caso es que la goma es de las duras. Y mi estomago, que me habia medianamente respetado todos estos dias pasados, hoy ha dicho basta y me tiene pegado a la taza de descarga, con unas cagaleras absolutamente horripilantes, durante mas de una hora. Si, ya lo se, bebi mucho y, peor todavia, comi mas de la cuenta. Tanta hambre, tanto comer y ahora... tanto vaciar. Ya se sabe, todo lo que sube, baja, y todo lo que entra, sale.

Pero dejemos las lamentaciones para otro momento, que nosotros tenemos que continuar con nuestro viajecito por Rumania y no podemos perder el tiempo. El final de esta maravillosa semana de ocio cada vez esta mas cerca y nuestra obligacion es seguir disfrutando. Hoy toca iniciar una nueva etapa en esta aventura rumana, y es que por fin dejamos nuestro tan estimado resort junto al Mar Negro para tomar direccion hacia la gran capital. Asi es, finalizaremos nuestro periplo por el pais en Bucarest. No es que seamos de los que marcan con una cruz la capital de una nacion cuando la visitamos y sentimos que es imperativo el hospedarnos en ella y recorrer sus calles (en muchos viajes anteriores ni hemos pisado las capitales), pero la cuestion es que nuestro vuelo de vuelta sale de aqui y es mucho mas comodo estar ya, en las ultimas jornadas, cerca del lugar desde el cual vamos a partir. Asi que, venga, no nos enrollemos mucho mas y tomemos carretera hacia Bucarest.

Cumpliendo los tramites clasicos de un check-out hotelero, dejamos nuestro lugar de reposo y recreo durante los ultimos tres dias, decimos adios a Mangalia, y enfilamos el camino que ya hicimos jornadas atras (cuando llegamos hasta aqui), pero esta vez en direccion contraria. Si, la autopista de puta madre que une la costa con la gran capital. Esta vez el paisaje me parece incluso mas monotono y cansino que cuando vine. Extensiones de amarillentos campos que se pierden en el horizonte, sin pueblos, localidades, ni nada mas que no sean mas campos y mas autopista. Pesado de cojones. Y con la resaca, que no hay manera de que se vaya de mi cuerpo, es peor todavia. Tan solo el momento en que cruzamos el Danubio, como cuando hicimos el viaje de ida, rompe ligeramente la monotonia, con algo mas de verdor y unos puentes bastante espectaculares, aunque el rio en si, desde la autopista, apenas si se ve.

Y tras unas horas de manejo de vehiculo por mitad de la nada mas absoluta, pues ya estamos aqui, trafico por todas partes, rumanos conduciendo como locos... o sea, las calles de Bucarest. Nuestro alojamiento se encuentra en una zona bastante centrica pero, como ya nos habian advertido, es bastante facil llegar hasta el lugar a traves de grandes vias y avenidas, y el aparcamiento en plena calle nos resulta tambien muy sencillo. De momento no hay queja. Hemos alquilado un apartamento para dos dias en la zona centro, a apenas cinco minutos a pie de lo que es el casco viejo propiamente dicho. Localizacion ideal, ciertamente. Llegamos al edificio que concuerda con la direccion que tenemos (realmente aparcamos en la misma puerta) y alli nos encontramos con un tipo cuarenton bastante simpatico, de nombre Ciprian, que al parecer es el propietario del inmueble.

Trato excelente. No solo por la gran alegria que me llevo al ver que el tipo habla un perfecto ingles, sino porque la atencion para que no me falte de nada es absolutamente perfecta. El apartamento esta impoluto y tiene mas comodidades de las que tengo en mi propia casa. Por si fuera poco, el amigo Ciprian me dice que ha dejado un par de cervezas en la nevera, por si no quiero esperar a que se enfrien las que voy a comprar en breve y asi poder empezar a mamar ya mismo. Este tio y yo nos entendemos, sin duda. Muy cordialmente me despido de el, aunque en las sucesivas jornadas va a continuar enviandome mensajes cada cuatro o cinco horas para ver si todo va bien y necesito algo mas. Le diria que mas cervezas, pero como eso lo puedo conseguir por mi mismo, tampoco voy a insistir demasiado. Buena gente, este Ciprian.

He hablado de lo comodo y fantastico que es el apartamento en si, pero no del edificio. Esta es otra historia. Se trata de un bloque antiestetico de esos que se construyeron en pleno comunismo para el proletariado. Cientos de pequeños apartamentos divididos con orden casi milimetrico en diferentes bloques, absolutamente todos iguales. Con, por ejemplo, un sistema comunal de basuras que se lanzan desde la altura de tu planta por una canalizacion. El elevador no es cutre, es lo siguiente, aunque por lo menos llega a todos los niveles. El problema es que, de tan vetusto que es, a veces le da por no abrir bien las puertas. Si, un par de veces me quede encerrado, pero ya me dijo el propietario que si eso pasaba solo tenia que marcar el numero de otra planta e intentar salir por alli. En fin, que mejor lo dejamos estar y vamos a lo que interesa, abrirnos la primera chela del dia.

Es salir el tal Ciprian por la puerta y yo ya me he tirado como un loco babeante sobre la nevera. Me abro una Heineken (que es la unica marca que el hombre ha tenido en bien dejarme) y comienzo a disfrutar de la ambrosia de los dioses mientras, casi instantaneamente, siento el alivio que llevaba todo el dia esperando. Parece como si, magicamente, toda la resaca ya hubiera desaparecido con el primer trago, que por cierto ha sido bastante contundente. Bien, ahora mi mente ya se encuentra mas clara y puedo comenzar a elaborar un plan de accion para lo que queda de dia que, todo hay que decirlo, tampoco es mucho, y es que ya estamos a media tarde.

Mi primera idea es comprar mamoneo para la noche, lo de siempre, acabar la jornada en el apartamento a chelazo limpio. No tengo que ir muy lejos, y es que junto a la misma puerta de entrada al bloque de apartamentos hay una tienda tipo ultramarinos con una buena coleccion de brebajes etilicos. Estos comunistas sabian construir las cosas bien, casa, comida y mamoneo todo junto. Sin embargo, decido dejar las compras para mas tarde, puesto que veo que la tienda no cierra hasta las once. De esta manera, puedo ir a recorrer las calles de la ciudad durante unas horas, hacerme unas cuantas por ahi en los pubs y bares que me encuentre, y luego, en funcion de la curcia que lleve encima, comprar mas o menos chelas.

Mientras camino en direccion al casco viejo, haciendo alguna que otra foto de los mas vetustos edificios de la sordida epoca comunista con los que me voy cruzando, indago en Google al respecto de los mejores restaurantes que hay por esta zona. Y es que aun no meti nada al estomago en todo el dia, aunque tampoco tengo mucha hambre, la sobredosis de ayer parece que me alimento para toda una semana. De esta manera, acabo en el Casa Oprea Soare, que es, por lo que leo, uno de los mejores lugares para comer en todo Bucarest, y que tiene unos jardines enormes con cientos de mesas completamente abarrotadas de gente. El puto restaurant es gigantesco y esta a parir, pero por suerte una camarera que habla ingles, aunque es seca y antipatica hasta el extremo, me lleva a una mesa y me sienta. Y en breve otro camarero, este algo mas guallon y chistoso, aunque con un ingles algo mas tosco, viene a tomarme nota. El sitio esta hasta los topes pero al menos han sido rapidos y efectivos. No hay queja.

Y del conejo que me zampo tampoco va a haber queja. Que barbaridad. Y aqui es donde vamos a hablar del tema del tamaño de las cervezas en Bucarest, y es que por lo que voy a ver en los sucesivos dias, parece ser que es la tonica habitual en toda la ciudad. La jarra pequeña, la convencional, la que suele pedir todo el mundo es la de 400 mililitros. Que en realidad es una jarra de medio litro, aunque nunca la llenan hasta arriba. Hasta ahi todo claro. El tamaño medio, segun me dice el camarero guallon, es la jarra de un litro. Si, para mi solo. Curioso que soy yo, y dado que el tio insiste en que ese es el tamaño medio, pues pregunto por el grande. Efectivamente hay un tamaño mas, que es la jarra de cuatro litros. Si, otra vez, para mi solo. Y mi mente se perturba. A mi no se me pueden decir estas cosas. Claro que el camata, muy prudente el, me recomienda la de un litro. Me dice que no es que no crea que me la puedo mamar, porque realmente tengo pinta de autentico experto cervecero. El problema es que con el calor que hace los cuatro litros se me pueden calentar muy rapido y entonces no los voy a disfrutar. Si eso, lo que puedo hacer es pedir cuatro jarras de esas medianas de litro.

Buen consejo. La verdad es que al final solo me pido dos de esas jarras, pero porque tambien quiero probar otras dos chelas que solo sirven en botella, tambien de la tierra y que hasta hoy aun no habia catado. Me gusta la variedad, que le vamos a hacer. Y oye, que bien he comido y bebido en el Casa Oprea Soare. Eso si, el camata guallon tiene razon, incluso ahora que ya esta empezando a anochecer, hace un calor de mil demonios. Pero entre la resaca, la sed que llevaba y la ansiedad por patearme lo mas posible de Bucarest, tampoco habia reparado mucho en ello hasta ahora. Pues nada, a grandes males, grandes remedios. Me voy tranquilamente paseando para el apartamento, que tiene aire acondicionado, y alli termino la noche a chelazo limpio, que la tienducha de al lado sigue abierta y esperandome.

Tendre como unos diez o quince minutos de ameno paseo nocturno. Con esto de que es sabado noche (o quiza por alguna otra razon que yo no se) todo el mundo esta en la calle y hay un ambientillo tremendo. Al pasar junto a los jardines y las fuentes que hay frente al Parlamento, hay un espectaculo de luces y musica que al parecer atrae a miles y miles de turistas. Esta sonando el Danubio Azul y los chorros de las Fuentes de Bucarest (que luego asi me entere que se llamaban, tampoco se complicaron mucho con el nombre), van al ritmo de la musica, junto con un efecto de luminotecnia que parece que salga desde dentro del agua. Muy turistico todo, tipos grabando videos o tomando fotos, parejitas bailando, gente con sus ooohs y aaaahs de asombro... y yo que empiezo a tener unas ganas de mear realmente criminales. Menos mal que al final no me tome la jarra de cuatro litros, que si no habria acabado meando en la misma fuente, eso si, al ritmo de Highway To Hell. Y mira que yo queria hacer unas fotitos tambien pero es que no me aguanto.

Casi corriendo llego a mi alojamiento y paso olimpicamente de la tienda de las cervezas. Subo y descargo, lo primero, y entonces, ya si, considero lo de pillarme alguna chelita para terminar la noche. Por supuesto, utilizando el elevador comunista me quedo encerrado, y entonces pienso en la suerte que he tenido. Si, suerte. Porque me quedo encerrado bajando a comprar cervezas despues de mear. Me llega a pasar cuando estaba con la meada en la punta de la pilila y habria descargado todo en el mismo elevador. Bueno, al final no tenemos que lamentar ningun maloliente incidente de esas caracteristicas. Me hago con cuatro o cinco chelas variadas que, curiosamente, aun no habia probado ni durante la estancia en Transilvania ni junto al Mar Negro y me vuelvo a la quietud del apartamento y el placer del aire acondicionado. Y asi termino esta mi primera noche en Bucarest, fresquito por fuera y por dentro. La nota negativa de estas postreras horas de la jornada es la cata de una cerveza bulgara de nombre Grussberg, que es de las peores mierdas que he probado en mi vida. Pero bueno, seamos positivos, mañana sera otro dia, seguiremos en Bucarest y aun nos quedan muchas chelas buenas por beber. Hasta entonces, buenas noches.

 
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