jueves, 29 de septiembre de 2022

Una semana en Rumania 7. Religion y enologia

Abro los ojos y me encuentro con que por fin llego, para mi desgracia, la ultima jornada en esta nacion que nos ha acogido durante la ultima semana. Si, amigos, hoy es nuestra despedida de Rumania. Y bueno, que para empezar la cosa no pinta mal, ya que las buenas noticias es que hoy parece que no tengo resaca. Eso si, el estomago ya es otra historia. Los excesos acumulados empiezan a pasar factura. A mitad de noche me ha tocado abandonar mi reconfortante sueño y salir corriendo a realizar un vaciado de emergencia. Y ahora, a primera hora de la matinal, otra cagalera abrasiva me deja completamente pegado a la taza durante unos largos y sufridos minutos. Nos hacemos viejos y la edad ya no perdona, pero a estas alturas ya nada podemos hacer al respecto. Bueno, si, podriamos dejar de excedernos, pero vamos, eso esta claro que no entra dentro de nuestros planes. Que cojones, para lo que nos queda... disfrutemos.

Pero dejemos de quejarnos tanto y comencemos con la actividad. Hoy disponemos de todo el dia y lo cierto es que me apetece pasear por la urbe y visitar unas cuantas cosillas, al menos aquellas que pillan mas cerca del alojamiento. No me planteo grandes caminatas, como las que hace años tuve ocasion de realizar en Tokyo, Buenos Aires o New York, porque a traves de la ventana puedo observar un cielo completamente azul y una bola amarilla que me da la sensacion que debe de calentar mas de lo deseable. El aire acondicionado del apartamento esta muy bien pero ahi la fuera la cosa debe de estar bastante horneada. Y efectivamente lo esta. Horrible.

En cuanto pongo el pie en la calle me doy cuenta de lo que me espera a lo largo de toda la jornada. El ambiente es, simplemente, torrido. Debemos de estar casi a treinta y cinco grados centigrados, y si yo ya sufro con mas de veinte, os podeis imaginar el mal rollo que le acaba de entrar a mi cuerpo. Aprovechando las sombras que proporcionan los edificios, intento avanzar, aunque muy lentamente porque me estoy, literalmente, asando. Pero lo cierto es que no puedo aguantar semejante temperatura durante mas de cinco minutos. De repente, justo ante mi aparece mi salvacion, ofreciendo sus piadosas puertas abiertas a todo aquel peregrino en busca de cobijo y recogimiento. Si, colegas, habra que dar las gracias al de alla arriba porque ha colocado una iglesia en mitad de mi sufrido camino. Pues ahi que me meto, sin pensarmelo ni un segundo. Ya se sabe lo fresquito que se esta dentro de estos templos. Y efectivamente, una vez penetro en la construccion, la temperatura debe de haber bajado por lo menos quince grados. Que alivio.

Rumania es un pais, basicamente, de religion cristiana ortodoxa, asi que la mayoria de sus iglesias son de esta confesion. Y la verdad es que los templos ortodoxos son especialmente hermosos, tanto en su construccion, como en sus ornamentos y decoraciones. Asi que, aparte de pegarme un descanso en mi sufrido y sofocante caminar, tambien disfruto de echar un vistazo al lugar. Y del servicio. Si, asi es, es domingo, mediodia, y hora indefectible del servicio religioso ortodoxo. Bueno, a ver, yo soy hinduista, asi que no me voy a poner a hacer señales de cruces, ni arrodillarme, ni nada por el estilo, pero mientras sea bien recibido y, lo mas importante, pueda disfrutar del fresco durante unos minutos, no pienso molestar a toda esta gente que esta a su rollo y, ademas, pasa olimpicamente de mi sudorosa presencia.

Este encuentro con el Señor me ha dado una brillantisima idea, la cual voy a desarrollar a lo largo de las proximas horas en mi paseo por todo el casco viejo de la ciudad. Lo que voy a hacer es caminar durante cinco o seis minutos, lo que aguanta mi cuerpo bajo esta horripilante temperatura, y entonces refugiarme en una iglesia. Descanso. Cinco o seis minutos mas y otra iglesia. Y asi sucesivamente. Y no va a ser dificil, porque mira que hay putas iglesias ortodoxas de estas en la zona vieja de Bucarest. Dicho y hecho. O tal vez no. Siempre hay un pequeño borron en toda buena estrategia, y es que tras la segunda o tercera parada, lo que aparece ante mi no es una iglesia ortodoxa, sino una sinagoga judia. Y ahi no es que no haya servicio dominical, es que directamente la puerta esta cerrada con unos candados mas gordos que mis puños. Estos judios siempre tan hospitalarios.

Pero en cualquier caso, y con la estrategia eclesiastica, al final si que me doy una buena caminata por toda la parte mas centrica de la ciudad, y ademas me llevo en el zurron la visita a diez o doce templos y el asistir en primera persona a la celebracion de varios bautizos y bodas. Aunque tambien hay que decir que en un momento dado empiezo a cambiar las iglesias por pubs, especialmente por aquellos que tienen aire acondicionado. Y es que en estos lugares de perdicion, ademas del cuerpo, tambien puedo refrescar el gaznate. Y que cojones, que de tanto andar ya me estaba entrando una sed que no podia mas con la lengua. Asi que, poco a poco, y mientras recorro las mas centricas calles de la capital, voy empezando a agarrar un cierto puntillo que ya no voy a soltar hasta que abandone Rumania.

Ya deben de ser como las cuatro de la tarde y, debido a las molestias estomacales que me asolaron al despertar, lo cierto es que aun no he metido nada solido al cuerpo. Y logicamente la gazuza empieza a apretar. Considero que ya es hora de buscar un lugar para menear el bigote y sentarme tranquilamente, porque empiezo a estar hasta el gorro de pasear. De pronto, atravesando un sordido callejon, paso por delante de un pequeño local muy coqueto y bien arreglado, en cuya puerta leo "Abel's Wine Bar". Si, en ingles. Una vineria, sin ninguna duda. Y no se yo si sera por tanta iglesia que he visitado hoy, pero lo cierto es que lo del vino me esta llamando. Me apetece probar algun caldo rumano, ya que he leido que son de excelente calidad pero apenas si se exportan y es dificil conseguirlos fuera del pais.

Un tipo pequeñajo con gafas de culo de vaso, pero educado hasta el extremo y hablando perfecto ingles, me da la bienvenida. Por lo visto es Abel, el menda que da nombre al bar. Logicamente, comenzamos a hablar sobre caldos enologicos y me da a probar un par de ellos, para abrir boca. En primer lugar me enchufo un vaso de Novak, un vino moldavo absolutamente espectacular. Tras la exitosa cata, a punto estoy de pedirme la botella entera, pero entonces Abel me indica que, por si acaso, pruebe el vino de la semana, que esta siendo el favorito de los clientes ultimamente. Se trata de un Denominacion de Origen Dealu Mare, en el sureste de Rumania, de nombre 1000 de Chipuri. Y no exagero si digo que esta jodida maravilla esta en el top 3 de los mejores vinos que jamas probe en mi vida. Sencillamente brutal.

Al final cae la botella del Chipuri de los cojones. Por supuesto, no me olvido del tema solido y pido a Abel un par de tablas de fiambres y quesos, que vienen acompañadas por diversos frutos secos y aceitunas. Me siento en la mini-terraza que tiene el local, junto a la puerta de entrada, donde entre enredaderas y una muy oportuna techumbre que proporciona sombra, disfruto de una fantastica brisa que se levanta justo en este momento, como para acompañar tan excelso final a mi visita a Rumania. Ciertamente, a lo largo de toda esta semana he visitado diversos lugares y visto muchas cosas, pero creo que no me lo he pasado tan de pelotas en ningun lugar como aqui con las tablas de papeo y el excelentisimo vino de Abel.

Vale, si, todo esto esta muy bien, hasta el punto de que me tiro casi tres horas en la vineria, pero la cuestion es que la jornada aun no ha terminado. Pronto comenzara a anochecer y sera cuestion de finalizar mi estancia, tanto en Bucarest en particular como en Rumania en su conjunto, de la forma que a mi mas me gusta. Esta claro, tienda alcoholica, chelas y al apartamento hasta caer. Con el pedal del vino, mi regreso hacia el alojamiento se hace rebotando en todas y cada una de las esquinas por las que paso. Incluso en la tienducha del mamoneo creo que tropiezo con algunas de las neveras. Pero ya me da igual. Arreglo mi equipaje en menos de cinco minutos, dejando todo listo para la salida, a hora muy temprana, hacia el aeropuerto en la jornada de mañana, y me dispongo a dar cuenta de mis ultimas cuatro cervezas sobre suelo rumano.

Al final no puedo ni acabarme las chelas. Voy tan morado que decido dejar un par de ellas en la nevera como ofrenda para nuestro amigo Ciprian (seguro que el proximo huesped dara cuenta de ellas) y opto por pillar la horizontal cuando aun no son ni las diez de la noche. Eso si, con tanta chuza en el cuerpo, la necesidad de un vaciado intestinal me va a despertar a las dos de la madrugada, y la putada es que ya no voy a volver a pillar el sueño. Pues nada, camino al aeropuerto y viaje de vuelta a casa con un resacon de los buenos. Pero, bueno, que cojones, el colofon ideal a una semana tan de puta madre. Rumania, que gran pais, ciertamente no me importaria volver en el futuro. Aunque bueno, ya se que eso lo digo de todos los lugares que visito. Se ve que siempre me lo paso en grande.

 
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