domingo, 24 de febrero de 2008

Tempestad

Los truenos suenan sin cesar, se apoderan de la turbulenta y tempestuosa noche. El mar está fiero, bravo, muy crecido, con ganas de engullir a todo aquel que ose navegar surcando sus enfurecidas aguas. El cielo es negro, oscuro, impenetrable, y la feroz tormenta aniquila a su paso cualquier signo de vida. Las olas toman más y más intensidad, por momentos parecen llegar a tocar la oscura masa de la noche. La lluvia arrecia, el viento la empuja en mil direcciones, provoca torbellinos, sonidos escalofriantes, aterradores, que cubren sin ninguna contemplación todo el paisaje.

El pequeño pesquero se ha quedado sin tripulantes, unos cayeron por la borda ante semejante tempestad, otros desaparecieron entre olas gigantescas, y alguno que otro permanece tirado sobre la cubierta misteriosamente muerto. Pero el barco sigue a flote, ni los más poderosos asaltos de aquellas violentas aguas han conseguido hundirlo. Y ante el timón, impasible, incluso majestuosa, se alza la ruda figura del capitán, castigado por el viento, balanceado por las olas, pero todavía con las fuerzas suficientes como para dirigir el rumbo de su nave.

Sus manos se aferran de forma inaudita al timón, sus pies parecen clavados en el suelo, y sus ojos no hacen sino contemplar lo poco que queda del barco en medio de esa completa oscuridad de que está rodeado. No profiere palabra, no emite sonido alguno, su semblante es serio, aunque no puede evitar reflejar todo el sufrimiento que apenas le deja mantenerse en pie. A un lado y a otro de su portentosa figura aparecen cuerpos sin vida boca abajo, que no consiguen sino inquietarle más aún en su afán por salir de esta extraña pesadilla marina que le invade.

Sus fuerzas se van debilitando, sus pies no pueden resistir por más tiempo el peso de su cuerpo, se arrodilla, pero sus manos siguen férreamente sujetas al timón. El mar se ceba con él, y comienza a lanzar golpes asesinos en forma de olas para derribarle. Su cuerpo pierde definitivamente el equilibrio, sus manos sueltan el timón, y ante el ímpetu del viento, cae estruendosamente sobre la cubierta. Yace en el suelo, pero su vida se resiste a marcharse, apoya una rodilla en el suelo y se dispone a retomar los mandos. Pero una siniestra ola asesina se lo lleva definitivamente a los más lejanos confines del tenebroso mar. El barco fantasma queda a la deriva...
 
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