martes, 11 de mayo de 2010

First time in London

Pues creo recordar que era un miércoles de abril pero con esto de la edad tampoco lo podría asegurar al cien por cien. Menos mal que en Victoria Station vendían unos maravillosos planos de la ciudad por una libra porque eso de ir así por las buenas a Londres a ver si se me aparecía la Virgen y me guiaba era demasiado de machote. Si algo he aprendido a lo largo del tiempo y de mis sucesivas visitas a la ciudad, es que la primera parada obligada es la Travellers Tavern, muy estratégicamente situada para que sea lo primero que te encuentres nada más salir de la estación de autobuses, y si encima eres un beodo ya ni te explico. A pesar de que era media mañana, una buena pinta nunca está de más, así que ni corto ni perezoso me enchufé la primera del día que, raramente, iba a espaciarse demasiado en el tiempo con la siguiente. En aquel entonces me da que no estaba aún en plena forma.

En cualquier caso, entre el ayuno, la solana y que me he bebido la pinta en dos minutos, ya voy algo colocado. Es tal mi chuza que no tengo muy claro en qué dirección está Buckingham Palace así que voy a recurrir a los siempre socorridos bobbies. Qué diferencia con otros maderos que conozco, je, éstos son simpáticos, se ríen contigo y te indican las cosas, ni chulería ni amenazas ni... En fin, que al final el tipo me pregunta si no me aclaro con el mapa, coño, lo que pasa es que ni recordaba que llevaba el mapa y eso que lo estoy sujetando con la mano derecha. Voy a ver si los diez minutitos de paseo hasta el palacio hacen que me baje un poco el pedo. ¿No? Pues sigo por Pall Mall arriba hacia Trafalgar, a ver si se me pasa esta extraña sensación de chuza matutina a pleno sol. Me cago en los que dicen que este país es frío, joder qué calina, me estoy asando. Coño, el Banco de Sabadell, estos cagalanes llegan a todas partes, donde haya pasta, claro, ya sabemos que la pela es la pela.

No sé qué cojones de puta fama puede tener una plaza donde lo único que hay es una columna tochísima con un pavo en miniatura arriba del todo, para eso ya tenemos el Torico en Teruel, que teniendo en cuenta el tamaño de una ciudad y la otra, hasta tiene más mérito. Bueno, como tengo un encargo que cumplir, no me voy a distraer más con estas capulladas, me han dicho que en la zona de Leicester Square hay un Sex Shop muy violento donde tengo que comprar una peli concreta que parece que sólo se puede encontrar aquí. Búsquese usted amigos perturbados y le meterán en estos berenjenales, pero bueno, como no tengo miedo a nada ni sentido del ridículo, vamos allá a ver qué pasa y así de paso mientras camino que me siga bajando la pedalera. Esta zona está llena de teatros, incluyendo uno con un Freddie Mercury gigante donde el portero me dice que tiene orden de que las veinticuatro horas del día esté sonando música de Queen allí. Un poco pesado para el vecindario pero emocionante en cualquier caso.

El caso es que no encuentro el Sex Shop de los cojones, tampoco tengo demasiado interés, así que como me han recomendado que me dé un voltio por Piccadilly, echo un vistazo a ver qué se mueve por ahí. Nada nuevo, exceso de gente, mucho turista perdido y yo que empiezo a deshidratarme. Como tengo el Soho a tiro de piedra voy a meterme por las callejuelas y a ver si encuentro un badulaque donde consiga algo para revivir. Coño, esto me suena, he visto antes esta calle, ¿cómo se llama? No me jodas, Savile Row. Pues sí, una de las escenas más míticas de la historia de la humanidad (al menos para mí), enero de 1969, una azotea y cuatro tíos haciendo su último concierto (por llamarlo de alguna manera). Ahí está ante mí el número 3 de Savile, casi atisbo a ver a Lennon en la azotea, qué cojones, estoy alucinando. Aj, voy a entrar a ver qué me cuentan.

Muy bonito todo, enmoquetado, muebles de diseño y un portero treintañero encorbatado con cara de pocos amigos. Le pregunto si puedo subir a hacer fotos a la azotea, por supuesto que no, en fin, lo normal. Bueno, pues nada, majo, que hago unas fotos aquí dentro, tampoco, joder, pues hasta luego. Aún así el tipo llama por teléfono a nosequién y el asunto me empieza a dar mala espina, a ver si no salgo de aquí. Vuelvo a estar en la calle, pero ya ando paranoico, a ver si van a venir siete tíos de negro y me van a linchar. Fotografiaré la construcción, es lo único que me queda, coño, alguien ha tropezado conmigo, un cincuentón trajeado, se me queda mirando, me sonríe. "Yo estuve aquí cuando ellos lo hicieron", me dice. Y se va tan tranquilo. No hacen falta más explicaciones, creo que me ha quedado claro. Sólo me faltó contestarle, "pues yo no oiga, ¿pasa algo?" Qué cabrón, qué envidia.

En pleno Soho consigo algo para refrescarme, este pateo me está matando, y lo que queda. Subo hasta Oxford Street para ver marujas, pijas miraescaparates y demás personajes de la city. Voy a trazar una ruta hacia el Big Ben, callejearé un poco y de paso a ver si encuentro algún sitio donde comprarme un sándwich o algo para echar al estómago. Me lo tomo con tranquilidad, poco a poco me acerco al Támesis, paso por delante del puto reloj (de paso miro la hora) y continúo dirección sur. Estoy pensando que como aún es pronto (poco más de las cuatro de la tarde) me voy a dar un paseo junto al río, bajando por Grosvenor y subiendo luego hacia High Park, que también me apetece echarle un vistazo. Aunque me da que me voy a exceder con el pateo, ya ando bastante cansado y empiezo a estar hasta los cojones. Además no he bebido nada alcohólico desde aquella primera pinta en la Travellers y creo que necesito algo de energía. Manda huevos, mientras pienso todo esto ya he llegado al parque, estoy hecho polvo, me voy a sentar un rato a tomar el sol.

Casi me quedo sopas, cosas del agotamiento, pero un abuelo hindú se ha acercado al banco donde yo estoy y se me ha puesto a hablar, qué cojones quiere. Por lo visto el tipo no se ve muy bien y no puede marcar el número de teléfono de su hijo en el móvil, en fin, le echaré una mano, ya que me ha sacado de mi letargo. Ya estoy hasta los huevos, necesito una cerveza, voy a bajar hacia Belgravia y de camino seguro que encuentro algún sitio cañero. Me cago en la puta, primer sitio donde me meto y es una puta tetería, aquí no sirven alcohol, bueno, da igual, póngame un pastelito de algo mientras leo los titulares de la prensa y hasta luego, que tengo sed. Joder, siete horas pateando y al final resulta que he venido a beber al mismo sitio donde he empezado, la Travellers. Y qué más da, qué mejor sitio. Hale, chaval, ponme una pinta y casi que me vas poniendo otra que con la sed que hay ésta no va a durar mucho.

Estoy solo sentado en una mesa. Ya llevo tres, y no paro. Me saco unos papeles roñosos del bolsillo y mi bolígrafo de la suerte y comienzo a escribir una canción, "Eight Years". Con el paso de los años se convertirá en uno de mis grandes hits pero ahora mismo todavía no lo tengo muy claro, aunque promete. Me acerco a la barra a rellenar el vaso, empiezo a perder la cuenta de las rondas. Una tipa gorda cuarentona con aspecto bastante reventado se me acerca y empieza a balbucear. No es que mi inglés sea precisamente malo, pero es que a esta tía no la entiende ni su puta madre. Entre babeos y escupijatos escucho un "necesito un hombre para esta noche" que me inquieta bastante. El camata, chavalín de apenas veinte años, me dice que no haga caso, que es una clienta habitual que ha bebido más de la cuenta. Je, seguro que el pollín este también ha sido un "hombre para esta noche" en alguna otra noche y ya sabe de qué va el tema. Me largo, ya he bebido mucho y tengo una cita en un garito situado en la esquina de Belgrave con Warwick.

Soy como soy y no puedo evitarlo, a pesar de que iba con retraso a mi cita, he parado en dos sitios más a hacerme otras dos pintas. Ya llego, allí está una vieja amiga (tal vez amor de juventud, a estas alturas de pedo ya ni me acuerdo) esperándome pinta en mano. Joder, preciosa estampa, que siga el festín. Son las once y pico de la noche, estoy dentro de un autobús en dirección a casa. ¿Qué coño ha pasado? O no recuerdo o prefiero no recordar pero el caso es que, a pesar de la etilización, aún he tenido los santos cojones de llegar a tiempo a coger mi autobús. Ha sido mi primera experiencia londinense, con el paso de los años van a haber muchas más y mejores, pero ésa (como decía Conan) es otra historia. El caso es que el recordar estas hazañas me ha provocado sed, mucha sed, así que voy a ver si me casco unas cuantas cervecitas, que ya va siendo hora. Nos vemos en el otro barrio.
 
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