jueves, 8 de junio de 2023

Mauricio 2. Sobredosis de reverencias

Es casi mediodia y de pronto, entre la monotonia azul que se ve a traves de la ventanilla del avion, veo que nos acercamos a una isla. Y descendemos. Pues no hay duda, ahi esta, por fin estamos llegando a Mauricio. Iba siendo hora. Estoy absolutamente entumecido, no he dormido una mierda y, lo que mas me molesta, hace ya muchas horas que no me bebo una cerveza, porque ni ganas de eso tengo, del puto hastio que llevo con tan largo e incomodo vuelo. Un intenso traqueteo justo antes de tomar tierra nos indica que estamos atravesando un buen banco de nubes. Efectivamente, parece ser que tenemos tormenta sobre la insula. Ya me habian advertido de las tipicas tormentas tropicales que asolan Mauricio de vez en cuando y casi sin previo aviso. Lo positivo es que se dice que tan rapido como vienen, se van. Veremos cuan de molesta es esta, aunque de momento parece que las nubes no descargan lluvia.

El control de pasaportes para la entrada al pais es de los mas laxos y rapidos que he visto jamas. Una sonriente y oronda señora instalada en una cabina me pregunta si tengo todos los documentos. Rapidamente los saco y deposito sobre su pupitre, apenas si los mira, cuña mi pasaporte casi sin fijarse donde pone la estampa (para mi que ha dejado la mitad de la tinta sobre la mesa) y ya soy libre de circular por el pais. Pues vamos al hall de llegadas del aeropuerto, que tengo un chofer contratado que me va a llevar al alojamiento y seguro que ya esta esperando por mi. O no, porque en este pais, y empiezo a descubrirlo ahora mismo, parece ser que se toman las cosas con bastante tranquilidad. Ni rastro del conductor. Llamo por telefono para ver que pasa y me dicen que va a llegar un poco tarde. Esperaremos. Claro que aqui "un poco tarde" es una hora y pico, como inmediatamente compruebo. Aprovecho la espera para cambiar divisa, comerme una especie de pastelito tipico y... no, venga, seamos medianamente responsables y dejemos la primera chela de la jornada para una vez que estemos acomodados, que ya tendremos tiempo de sobra de ponernos del reves.

Resulta que el aeropuerto esta en la zona sureste de la isla y mi alojamiento en la costa noroeste. O sea, que nos tenemos que cruzar todo el pais en diagonal para llegar hasta alli, con dos cojones. Claro que las dimensiones de Mauricio tampoco son nada del otro mundo y el recorrido simplemente nos lleva una hora. Aprovecho este tiempo para conversar con el simpatico y servicial chofer, que ha traido todo un microbus para mi solo. De paso, y mientras cruzamos paisajes con interminables plantaciones de azucar (para eso son el primer productor mundial) y cocoteros por todas partes, se nos cae encima la gran tormenta tropical. Menos mal que vamos dentro del vehiculo porque esto no es lluvia, es como si nos arrojaran pozales de agua uno tras otro sin parar ni por un segundo.

Y finalmente llegamos al alojamiento, una agrupacion de villas para turistas con piscina y playa privadas, entre otros muchos servicios. Y para serviciales los personajes que se van a ocupar de nuestro bienestar y comodidad. El manager del lugar se me presenta, con una enorme sonrisa, haciendo las mil y una reverencias y dandome un tour express por mi villa y lugares comunes aledaños. El Señor Anard me presenta la que va a ser mi morada para toda esta semana, una construccion de dos plantas con cuatro habitaciones, tres baños, dos salas de estar, salon comedor con enorme cocina americana, espacioso porche con sofas, hamacas y barbacoa, y todo absolutamente equipado con los electrodomesticos mas modernos y las mayores comodidades que jamas haya visto en una acomodacion. Espectacular.

El siguiente personaje del dia me es presentado de inmediato. Monsieur Lacreux es un negro delgaducho con perfecta sonrisa de marfil y vestido de guardia de seguridad, con gorra incluida. El tal Lacreux me hace otras cuatrocientas reverencias y me asegura que esta a mi servicio y disposicion las veinticuatro horas del dia para cualquier cosa que necesite. En cierto tono de broma le pregunto si el no duerme, pero su respuesta, ignorando por completo la guasa, no es otra mas que "yo no duermo, señor, estoy para servirle a usted, señor, siempre que lo necesite, señor". Al final me dan ganas de enderezar al pobre hombre y ponerle un palo detras para que deje de hacer reverencias, porque me esta dando dolor en el espinazo de ver tanta inclinacion constante. Para ya, tio. Lo peor es que me va a coger complejo de celebridad con tanto peloteo. En fin, que ya estamos instalados. Vamos a lo que vamos, ¿no? Que yo creo que ya toca.

Ya que el Señor Lacreaux se ha puesto tan pesado con lo de estar a mi disposicion, voy a aprovechar la coyuntura. Oye, tio, ¿aqui donde puedo pillar cervezas? A apenas un minuto de paseo, al otro lado de la carretera que pasa por delante del complejo de villas, tengo una tienda donde venden de todo, souvenirs, ropa, comida, alcohol... Comienza el show. Para empezar, tengo tanta prisa y tanta sed que, ya con el mogollon de cervezas compradas y sobre el mostrador para pagarlas, me doy cuenta de que no he pillado dinero. Vuelta a la villa, partida de caja de Lacreaux cuando se lo explico (con un par de reverencias incluidas), y finalmente regreso a la tienda, saldo la deuda y obtengo la mercancia. Sonrisa en la cara, chelas al refrigerador (que por cierto es inmenso) y una de ellas ya directamente abierta en mi mano para saciar la sed. Joder, que bien que sienta esto cuando uno lo necesita de verdad.

Para abrir mas todavia mi sed etilica, me lanzo a la piscina, con un agua extremadamente cristalina que esta a la temperatura perfecta, y me hago cuatro largos. Por suerte la tormenta tropical ya paso, aunque el cielo sigue nublado. Eso si, los casi treinta grados centigrados no se mueven, ni de dia ni de noche. Y es que, como aqui estamos en invierno, resulta que a las cinco y media de la tarde ya ha oscurecido. Pero bueno, que eso no es un problema para mi en absoluto. Tengo la nevera llena de chelas y no he venido aqui a perder el tiempo. Asi que me ubico en un comodo sofa del porche de mi villa, a apenas cinco metros de la piscina por si me entra un calor excesivo, y comienzo a dar cuenta de las latas de jugo de cebada una tras otra sin solucion de continuidad. Esto es vida.

Tambien en la tienda pude adquirir algo de papeo de emergencia. Hay un supermercado mas importante a unos veinte minutos caminando, pero para la primera noche, me conformo con varias latas de conserva y algo de pan. Especialmente disfruto con lo que se describe como "carne picada de gambas picantes", que abren mas todavia mi sed y provocan que mi calor corporal comience a ser algo asfixiante. Por suerte esta gente lo tiene todo pensado. Un par de enormes ventiladores colgando del techo del porche me alivian enormemente. Estoy en la gloria. Me hago unas cuantas chelas mas, aunque procuro dejar varias para la siguiente jornada, y a eso de las nueve y media decido irme, por fin, a descansar. Llevo dos dias sin dormir y mañana quiero levantarme pronto para aprovechar la luz diurna. Un descanso mas que merecido.
 
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