viernes, 8 de octubre de 2010

Ruta por el norte de Escocia 2: el norte

Nada como un buen desayuno escocés, haggis incluido, para iniciar el día. Y de paso para joderte el estómago durante unas cuantas horas, pero bueno, es lo que se llama daño colateral. El caso es que ahora uno sí que ya tiene las energías suficientes para coger la carretera y olvidarse de zampar nada hasta prácticamente la noche. Por Ullapool solamente pasa una carretera, así que o vas al norte o vas al sur. En nuestro caso, del sur venimos así que enfilaremos nuestro vehículo hacia arriba bordeando la costa todo lo que la orografía nos lo permita hasta que se nos acabe el mapa. Definitivamente a partir de aquí se acabaron las carreteras normales y casi que la presencia humana también. Millas y millas de una pista de un solo carril compartido para ambos sentidos (tampoco hace falta mucho más con el tráfico que hay) y tan sólo muy de vez en cuando alguna aldea perdida de tres o cuatro casas donde ni siquiera podemos adivinar la existencia de vida. Y es así como armándose uno de paciencia, a no mucho tardar llega al primer destino del día, el Cabo de la Ira.

Rodeado de hermosos arcoiris provocados por el agua del mar levantada por el fortísimo viento que suele reinar en esta zona, comenzamos a recorrer varias pistas rurales de tierra en busca del susodicho cabo. Ahora entiendo por qué cojones tiene ese nombre. La fuerza del viento es tan sumamente violenta que no deja abrir las puertas del coche, ni siquiera entre dos personas. Lo cierto es que el vehículo, con el motor apagado y frenado, incluso comienza a desplazarse solo ante semejante virulencia eólica. Será mejor marcharse antes de acabar en el fondo de algún barranco del mar del Norte. La cercana localidad de Durness, algo más poblada que las anteriores aldeas (veinte casas en vez de cuatro), y con algún sitio donde conseguir una buena pinta de Tennent's (la cerveza escocesa por excelencia), nos va a servir de refugio momentáneo mientras contemplamos los hermosos paisajes del extremo norte de Gran Bretaña. Luego seguiremos nuestra ruta, ahora bebamos.

Éste es, sin lugar a ningún género de dudas, el tramo más hermoso de todo nuestro viaje. La carretera recorre de oeste a este todo el extremo más septentrional de la isla, desde el Cabo de la Ira hasta John O'Groats. Espectaculares vistas y paisajes, pero también vuelta paulatina a la civilización. Cada vez las aldeas son más grandes y aparecen de forma más regular en nuestro camino. Y en poco tiempo ya nos hemos plantado en Thurso, una población algo más seria y que sirve como punto neurálgico a todo el extremo norte de la Mainland. Lo cierto es que es la hora de comer y, aunque no hay mucha hambre después del contundente desayuno, encontramos una taberna en la calle principal que anuncia unas más que apetecibles hamburguesas caseras. Allá vamos, y por supuesto la pintita de rigor que no falte, no vaya a ser que nos deshidratemos.

Una vez pasado Thurso, nos encontramos ya con toda una colección de diminutas poblaciones que se van concatenando unas con otras. Nuestra próxima parada será en Dunnet Head, lugar culminante de esta excursión al norte puesto que supone el punto más septentrional de toda la isla de Gran Bretaña, con placa explicativa incluida, y con un curioso faro construido por el abuelo de Robert Louis Stevenson, autor de la famosa novela La Isla Del Tesoro. De lo que se entera uno. Desde toda esta zona tenemos una hermosa vista de las islas Orkney, las cuales parecen tan cerca que dan ganas de tirarse al agua y llegar hasta ellas a nado. Nuestro nórdico paseo finaliza en John O'Groats, donde nuevamente se nos acaba el mapa y tenemos que enfilar dirección sur o tirarnos al mar e ir nadando hasta Noruega. La primera opción es más razonable, pronto pasamos Wick y, todavía contemplando hermosos paisajes junto al mar aunque no tan espectaculares como los vistos hace tan sólo unas horas, enfilamos las más de cien millas que aún nos quedan hasta llegar a Inverness.
 
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