El caso es que hoy he vuelto al comedor, al ritual, a situarme en la cola a esperar por dos platos roñosos con una comida bastante indeseable, pero que al fin y al cabo mitigan mi apetito, que a decir verdad, es bastante voraz. Busco entre las mesas a mis antiguos compañeros de fatigas y aunque no están en el lugar de siempre, rápidamente atisbo a Toni y a Jesús en un rincón. No está mal este nuevo emplazamiento, una mesa más pequeña, con algo más de intimidad, si es que en un lugar de estas características se puede tener intimidad, claro. Nada más sentarme, y tras recibir los pertinentes saludos, me quedo mirando con cierto espanto el plato de lentejas que llevo en la bandeja, parece que alguien haya defecado dentro, espero que el sabor no esté en consonancia con el aspecto. El otro plato es una especie de revuelto con cosas verdes por medio que no acierto a distinguir demasiado bien, me la suda, yo voy a comer y a disfrutar de la compañía de personas que están en la misma situación que yo por los designios iluminados de un hijo de puta chiflado al que mucha gente sigue, en su más intensa maldad, dando su incondicional y fanático apoyo.
Después de explicar medianamente las causas de mis últimas ausencias, Toni comenta que el doctor Tomás también lleva varios días sin venir. Jesús se pregunta si habrá tal vez encontrado empleo y ya no esté en la misma precaria situación que nosotros, aunque yo pongo otra opción sobre la mesa, y es la de que en mitad de su desesperación haya acabado por volarse la tapa de los sesos y no le veamos nunca más. No sería nada raro, en los últimos meses ya son varias las noticias aparecidas sobre personajes que se han pegado un tiro, se han rajado las venas o hasta que se han quemado a lo bonzo sumidos en una situación económica, social y laboral absolutamente desesperante. Y si los manipulados medios nos sacan unos cuantos casos, eso es que tiene que haber cientos más. Pero como siempre, los progres se ríen, incluso insultan a las personas que llegan a estos extremos. Son ratas de cloaca, malditos hijos de puta que no merecen vivir, seres malvados y asquerosos que disfrutan y se regodean con el mal ajeno. Por fortuna todos los presentes sabemos muy bien lo que hay que hacer cuando nos crucemos con un desgraciado de esta índole. Si quieren guerra la tendrán.
Al salir la palabra guerra no podemos evitar desviar nuestra conversación hacia las últimas taraduras mentales del egocéntrico juez Garzón, que intentando pasarse la ley de Amnistía por el forro, intenta condenar a cuatro abuelos de más de noventa años por crímenes de guerra. Jesús y Toni pasan bastante del tema, como bien dicen la guerra civil aconteció hace treinta años, pero ambos insisten en una idea lógica, si se quiere levantar la mierda que se levante la de los dos bandos. Y es que no sólo las tropas nacionales mataban durante la contienda, es más, la violencia de los republicanos llegó a ser mucho más encarnizada y desalmada. Todos tenemos a algún familiar lejano asesinado por el bando rojo, y aquí nadie clama venganza ni pide justicia universal. Toni, que a medida que avanza la conversación sobre el tema, se indigna más y más, cuenta la historia de su abuelo en Alicante, al que los republicanos asesinaron solamente por ser el propietario de una empresa de mármoles. Su único delito había sido dar trabajo a los que en esos momentos se habían convertido en sus asesinos. Y así son las guerras, pero desde que el iluminado caudillo pucelano ha llegado a la Moncloa, parece que hay que remover toda la mierda. Pues cuidado no salpique más de la cuenta, sobre todo a algún que otro Carrillo.
Relajamos la conversación coincidiendo en que la comida de hoy sabe a alpargata desgastada, pero somos gente fuerte, con los cojones suficientes como para estar en esta situación y no protestar aunque nos den excrementos de gallina para comer. Nos gustaría saber qué coño harían los progres de mierda en una situación similar, quemar contenedores, lanzar piedras, pegar palizas a inocentes ciudadanos, bramar mierda contra el capitalismo y blablabla. Pues yo me cago en ellos, y menos mal que acaba de sentarse Borrás en la mesa, porque si no, iba a soltar una buena tunda de improperios contra esos hijos de mala madre. Lo cierto es que desde nuestra nueva posición en el comedor no vemos la entrada, así que ni nos habíamos dado cuenta de la presencia de nuestro veterano amigo. Hoy no viene muy sonriente, parece ser que mientras venía hacia el comedor varios chavales le han insultado, echándole en cara su aspecto de vagabundo desahuciado. Le decimos que no se preocupe, pero él mismo le quita importancia al asunto, dentro de la tristeza que supone encontrarse con gentuza así, y es que todos sabemos que los jóvenes de hoy en día, gracias a las maravillas políticas y educacionales ultramegaprogreguays han perdido todos los valores y el respeto hacia cualquier persona.
Toni, que ya ha terminado con su comida, nos ameniza el final de nuestra estancia en el comedor con algún que otro chiste picante. Jesús le intenta sacar punta a cada frase, se le ve bastante animado, y es que uno llega a un punto en que o se hace a su situación con un cierto humor o acaba tirándose por el balcón. Mientras pienso en esto me viene a la mente Tomás, desde luego parecía un muy buen hombre, y no se puede dar una situación más injusta en la vida que la que a él le ha tocado sufrir. Y sin ninguna necesidad real, solamente por el capricho de unas leyes estúpidas y una "moda" por ese rollito ultrafeminista que ya vemos qué consecuencias les acarrea a algunas personas. Pero a los progretas cabrones esto les mola mucho, son unos hijos de puta, y te lo discuten, y pretenden tener la razón, y si no se la das te llaman de todo, se creen con derecho a pegarte una paliza o un tiro. Pues esto a mí sí que me recuerda a la guerra a la que tanto les gusta referirse, y a la misma actitud intolerante y asquerosa que tenían entonces, de asesinos despiadados y babosos totalitaristas. No pasa nada, si quieren guerra, la tendrán, y ya sabemos quién perdió la última vez.