lunes, 16 de junio de 2008

Dos chiflados en Londres

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1st day:

A pesar de que el alcohólico es un tipo que ha residido en países de habla inglesa y tiene una cierta facilidad para tomar el pelo a los británicos, el lastre del destarifao, que entiende tanto inglés como swahili, y que no podría ni localizar Inglaterra en un mapa, va a hacer que esta excursión sea un tanto difícil. Aún así, el avión rumbo a Stansted espera a nuestros amigos. En pleno vuelo descubrimos uno de los mayores vicios del destarifao, el juego, y es que en estas líneas aéreas de bajo coste dan unas tarjetitas de rasca rasca que igual sale premio. Después de gastarse más de diez libras en mierdas de esas, el destarifao descubrió que no era su día, ante la estupefacción de la azafata, que recibió una pronta explicación por parte de su compañero de viaje, el alcohólico: "verás, es que tiene una enfermedad, le gusta jugar".

La primera parada londinense no puede ser otra más que la Travelers Tavern, junto a Victoria Station, donde toman al alcohólico por un alemán chalado, mientras el destarifao descubre que la camarera es de Bilbao (sí, majo). Con este hallazgo se da cuenta de que para mamar en Londres no hace falta saber inglés. Por su parte el alcohólico no hace más que repetir lo barato que se ha puesto Londres en los últimos años (la libra se desploma y España es carísima, pues lógico). Después de gastarse entre ambos 60 libras en cerveza y de que el destarifao haya experimentado la dificultad de las tragaperras inglesas (volverá a intentarlo en sucesivos días) deciden visitar su hotel en Ebury Street. Tras localizar los surtidores de alcohol más cercanos al lugar, deciden vagar los alrededores para hacer unas compras de última hora. Aquí asistimos a la escena del destarifao entrando solo a un supermercado sin hablar papa de inglés. No le hizo falta, simplemente miró al cajero y le dijo con un asqueroso acento español: "Jack Daniels". Y evidentemente obtuvo su trofeo.

Mientras tanto el alcohólico se hacía un lío en un badulaque con los vocablos ingleses bye, back y buck. Al final acabó diciéndole al moro que regentaba el local "cabrón" en lugar de "adiós". Curiosamente no volvieron a entrar más al local. El resto del paseo por el barrio nos ofreció la obsesión del destarifao por los coches de lujo que veía aparcados tranquilamente en la puerta de las casas, Ferraris, Rolls, Lamborghinis... Gran frase suya fue "en Valencia te dejas un coche de estos en la calle y no duermes ni tú ni el coche". El final del día vio como España enchufaba cuatro goles a Rusia mientras nuestros amigos se cocían hasta caer.
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2nd day:

Por fin comienza la jornada de trabajo. Nuestros protagonistas se ponen sus mejores galas y salen a la calle a vender su producto. Entre los locales visitados destacaremos uno en que una secretaria con cara de comepollas hablaba sin parar mientras el alcohólico decía yes a todo y no apartaba la mirada de sus tetas. Detrás, el destarifao, sin entender ni jota, devoraba a la tipa con la mirada en absoluto silencio. Otro maravilloso encuentro fue con un jefazo llamado George Iglesias, que afirmaba ser familia del afamado cantante, aunque no entendía ni papa de español. Y para rematar, en pleno desconcierto callejero, estos bravos vendedores entraron dos veces en el mismo comercio en apenas media hora. La partida de culo de los allí currantes fue histórica, aunque teniendo en cuenta las cervecitas que ya habían ido cayendo, a nuestros colegas se la soplaba completamente.

Cervezas por cierto que el alcohólico se empeñó en hacerse en el famoso The Marquis, sitio con el que está obsesionado debido a antiguas experiencias allí acontecidas. Como las visitas por la zona ya se habían terminado, el destarifao insistió en que había que taladrar con el negocio al recepcionista del hotel, y así lo hizo el alcohólico, obteniendo buenos resultados, por cierto. Comienza ya la tarde de este miércoles y es el momento de apretar con las pintas de cerveza. En un garito llamado The Shakespeare, el alcohólico se sorprende al ver a un tipo de casi 90 años con una pinta más grande que él. "¡Mira al hijo puta del güelo como mama la pinta!", grita en un perfecto español, a lo que el anciano responde con una mirada de esas que matan. "Te ha entendido", le replica el destarifao. Posiblemente, pero a nuestros héroes se la trae floja, y deciden ir a hotel a acabar la taja del día de hoy.

El alcohólico comienza a petar enchufes ingleses para poder meter los clásicos conectores españoles sin necesidad de adaptadores, y entre chispas y ruidos raros, lo consigue. El destarifao aprovecha la coyuntura para enchufarse su ordenata portatil y tirarse lo que queda de día jugando al solitario, mientras los cubatitas caen y caen. Es en un momento de estos cuando el recepcionista del hotel entra por sorpresa en la habitación (que curiosamente siempre tenía la puerta abierta, por si pasaba alguna golfa, claro). La escena no puede ser mejor, el destarifao con las moyas colgando por fuera del pijama jugando al buscaminas, y el alcohólico con un simple taparrabos mamando mientras ve un partido de fútbol. La mirada del pobre muchacho lo dice todo, mezcla entre terror, espanto y aberración, mientras el alcohólico en tono despectivo pregunta "¿cuál es el problema?" El pollo contesta lacónicamente "el interruptor de fuera, que no iba" y se pira. El día acaba entre más cubatas con Alaska y Dinarama sonando a toda leche desde la habitación de nuestros queridos engendros.

3rd day:

Con unos bruscos golpes a la puerta a las siete de la mañana comienza este nuevo día. Cuando el destarifao abre se encuentra a una rubia con unos melones tremendos en la puerta hablándole en un clarísimo inglés de Gales. "¿Quién es?", pregunta él en español mientras no puede apartar los ojos de semejantes protuberancias. A todo esto el alcohólico ya ha aparecido por detrás vestido únicamente con su habitual taparrabos para cortarle el rollo al destarifao y decir con malos modos a la fulanilla "vete a la recepción y no molestes". Durante toda la mañana la pregunta del destarifao al alcohólico fue "¿pero quería follar?". El alcohólico razonaba con cierto tono sarcástico "seguramente sí, pero cuando ha visto lo que había dentro de la habitación se le han quitado las ganas".

El recorrido comercial de hoy comprende Chelsea y Kensington, donde nuestros amigos entran en una extraña tienda de antigüedades regentada por dos abuelacos mafiosos que muestran desmedido interés en los negocios en España, quizá tras ver el Rólex del destarifao. Durante el resto del viaje nuestro amigo no dejó ya de decir "esos yayos son de la mafia seguro". Entre tanto paseo y aburrimiento el alcohólico comenzó a dejar folletos por todos los hoteles (ya no sabía a qué comercios entrar a taladrar), y por supuesto esta ruta hotelística le llevó de nuevo a The Marquis, sí, el puto local de Belgrave Road, la obsesión del alcohólico. Aunque pronto el destarifao cambió de tercio para ir a ver a su camarerita bilbaína a la Travelers. Por desgracia hoy no trabajaba la chica, pero eso no impidió el comentario del destarifao hacia su sustituta: "¡Collons, qué bolas tiene la camarera!"

Y llega la hora de encerrarse en el hotel a mamar hasta la siguiente jornada. El alcohólico hoy mete un sprint en toda regla y deja la botella de Jack Daniels literalmente temblando, mientras continúa con su obsesión de petar todos los enchufes de la habitación para usarlos "a la europea". Por otro lado, el destarifao decide que es el momento de probar un extraño programa que tiene instalado para petar claves de conexiones wi-fi. Lo peor de todo es que funciona y el muy hijo de puta no para de reírse en toda la noche lanzando repetidamente una frase a la que no vamos a poner ningún pero: "los ingleses son subnormales". Para acabar el día nuestros amigos se ven la macabra película "Airbag", con una frase pronunciada por Santiago Segura que se queda retumbando en los oídos del destarifao durante todo el viaje: "la culpa es de los padres, que las visten como putas".

4th day:

La extraña visita comercial organizada hoy incluye como principal atracción el Soho, y teniendo en cuenta las aficiones de pago de nuestros protagonistas, todos tenemos claro qué motivo les mueve a ello. Antes de entrar en tan mítico barrio el alcohólico vuelve a hacer gala de sus obsesiones y recrea su habitual peregrinación al número 3 de Savile Row, escenario del último concierto de The Beatles. Ya en pleno corazón del Soho el destarifao prueba por primera vez un desayuno inglés, ante la atónita mirada de la camarera que no entiende por qué el tipo se mete cuatro cosas a la vez en la boca. Tras esta atracción gastronómica, el alcohólico marca una ruta de desmesurado pateo con el único fin de mostrar las zonas de putas al destarifao, el cual está todavía tan obsesionado con el desayuno violento que ni se fija. Y en pleno descuido pateístico, nuestros héroes cruzan el río y atraviesan la zona de la estación de Waterloo hacia el sur, donde van a conocer al "moreno".

El moreno es un tipo más negro que el tizón el cual es director de una empresa y le encanta España, en particular Marbella. Venta segura. Con los deberes ya hechos comienza la sesión de cervecitas, pero como hay tanta distancia al hotel, van a ser por etapas, una aquí, una allá, visitando hermosos garitos con potentes camareras. Por supuesto no faltan las visitas a The Marquis y a la Travelers, donde la golfa bilbaína pasa de nuestros amigos por guarros y españoles, porque si habla con ellos le espantan a los clientes. Por cierto que el destarifao hoy pilla un especial pique con la máquina de premio. Tras una buena sesión etílica y un platazo de algo llamado City Sampler (una mezcla de todo lo que sirven en el garito) marchan hacia el hotel, y en el camino van recogiendo la propaganda de fulanas que suele haber en las cabinas de teléfonos de Londres. A cambio dejan en la cabina algunos de sus folletos comerciales.

Evidentemente acaban por llamar a las susodichas mediatrices, pero con el pedo que llevan, todas estas profesionales del sexo se asustan bastante y acaban por colgar el teléfono en todos y cada uno de los casos. Parece ser que la noche irá por otros derroteros, el Jack Daniels acaba por terminarse y el destarifao repite la jugada del supermercado y el cajero para hacerse con una nueva botellita. De vuelta en el hotel el alcohólico pierde totalmente los papeles y decide comenzar a pasear en taparrabos por los pasillos, aunque por fortuna para el resto de huéspedes, nadie se cruza con él. Otra escena escabrosa se produce cuando varias puertas del hotel quedan abiertas de tal manera que cualquier persona que en ese momento pasara por la calle y mirara hacia dentro, lo primero que vería sería el culo del destarifao en pompa sobre su camastro. Ya encerrados en la habitación comienza una asquerosa sinfonía de ventosidades anales por parte de ambos, la cual achacan a las alubias del desayuno. Fuera de quien fuera la responsabilidad, lo cierto es que hasta el momento en que caen completamente tajados en la cama, aquello se convierte en una auténtica cámara de gas.

5th day:

Sábado, día de descanso y turismo. A las diez de la mañana un capullo del hotel entra en la habitación preguntando por el check out y lo primero que ve son botellas de Jack Daniels por el suelo y el destarifao en pelota picada sobre su cama. Ante semejante visión ni siquiera espera a escuchar la contestación del alcohólico comentando que les queda un día. El tío pilla la puerta y sale por patas. Sin nada especialmente interesante que hacer, el alcohólico reta al destarifao a pegarse un pateo criminal hasta el Tower Bridge, y parece ser que por cojones no va a ser, así que ahí que salen, eso sí, con paraditas en bares a mamar las pintas de rigor. En uno de estos lugares, de nuevo el alcohólico se queda maravillado ante una anciana con bastón que apenas si puede andar pero lleva una pinta de Guiness en la mano.

Tras el susodicho pateo con reparto de folletos por todas las cabinas de Londres y el consiguiente mamoneo de alcohol, nuestros amigos retornan a la Travelers a faltarse un poco con la chiquita de Bilbo. Hoy el nivel etílico es muy considerable puesto que llevan mamando desde muy pronto, pero eso no evita que se metan entre pecho y espalda otro City Sampler y que el destarifao haga añicos un vaso de pinta. Obviamente en el bareto empiezan a estar hasta los huevos de ellos, así que deciden irse a ver el partido de España al hotel, más que nada porque la botella de Jack está allí, el que les miren mal se la sopla bastante. Mientras el destarifao continúa jugando al solitario y saliendo cada dos por tres a cagar, el alcohólico grita a pleno pulmón el gol de España en el minuto 92, saliendo incluso a berrear en calzoncillos al pasillo (aunque esto ya no es muy nuevo). Tras el partido, y habiendo matado la botella de Jack, ambos deciden volver a la Travelers, pero no sin antes revivir la famosa historia del "jevata" en Cuba, y recordar algunos de los adjetivos con que don Giovanni suele obsequiar al carapera, "fracasado, perdedor". Todo ello provoca amplias carcajadas que continuarán en los próximos días.

Con mucho alcohol en sus cuerpos, nuestros héroes continúan con su ritmito de pintas mientras la camatita bilbaína observa horrorizada. Y para rematar la faena llega el destarifao pidiéndole a la niña que les consiga "algo para la nariz". Aunque la pava demuestra ser una gran naricera, el caso es que desaparece de inmediato para ya no volver a dejarse a ver. Aquí es donde aparece el famoso "whataday", un abuelo bastante demacrado que mientras el alcohólico intenta sacar dinero de un cajero, se le acerca y le espeta un "¡menudo día!" bastante surrealista y sin aparente sentido. La historia llega a oídos del destarifao, que se obsesiona tanto con el personaje que empieza a sacarle fotos y a observar cómo se mama una buena pinta de Guiness. Hasta que finalmente este chalado vence su timidez al idioma inglés y le suelta al abuelo otro "¡menudo día!" a la cara. Viendo que no le hace ni caso, le engancha del brazo y le grita la misma expresión al oído, hasta que el pobre hombre empieza a agitar los brazos y escupir insultos a través de su quebrada y podrida dentadura. A partir de aquí no está claro lo que pasó porque el pedo era tal que ninguno de nuestros amigos lo recuerda.

6th day:

¿Qué cojones se puede hacer un domingo de resaca en Londres? Seguir mamando, sí, y eso es lo que empezaron a hacer nuestros protagonistas, una vez que ya tenían que dejar el hotel de forma definitiva. Unas pintitas en la Travelers, despedida no demasiado afectuosa de la zorrilla bilbaína y finalmente chaladura mental del alcohólico que le hace comprar unos billetes de bus para Cheltenham simplemente para ir a pasar la tarde, y eso que el trayecto son tres horas ir y tres más volver. Y qué mejor forma de empezar el paseo por esta maravillosa ciudad que una visitita al Tesco taleguero y por supuesto paseo de rigor por Russell Place, la calle donde el alcohólico vivió cuatro años atrás y que tan arduos y asquerosos recuerdos le traía. Al ver su antigua morada, su único comentario fue "coño, han pintado la fachada".

Después nuestros amigos subieron por High Street hasta llegar a un sitio al parecer bastante reciente llamado Tapas, un garito donde básicamente te ponían papeo español y flamenco, todo ello con un toque bastante lamentable, sobre todo porque la ilusión inicial del destarifao por poder hablar español se disipó al ver que todos los camatas eran ingleses y tipos oscuros. El paso junto al Burguer King obviamente llevó a que el alcohólico encontrara por allí a algún viejo conocido como Larbi, un argelino que en su época tuvo que huir de España porque traficaba con tarjetas de crédito. Por desgracia, no hizo acto de aparición un personaje tan entrañable como Billy el enano.

El viaje de vuelta a Londres gustó especialmente al destarifao, sobre todo por la presencia del "indio", chófer del bus en cuestión, que portaba un soberano turbante y que no hacía más que cachondearse de todos los pasajeros, especialmente si eran de género femenino. Además el tipo conducía como un auténtico suicida y estuvo a punto de empotrarse varias veces contra edificios, árboles y coches, pero lo cierto es que llegó a Londres con casi 45 minutos de adelanto. Era ya cerca de medianoche y qué cojones, había que empalmar hacia el aeropuerto, que el vuelo salía a las siete, aunque esto supuso un amplio disgusto para el alcohólico que insistía en hacerse una última cervecita en la capital inglesa.

7th day:

A pesar de las pocas horas que quedaban en suelo británico, fue éste un día más que fructífero para dos tíos que venían ya de varios días totalmente borrachos y que incluso esta misma noche decidieron empalmar. Casi siete horas quedaban para coger el vuelo de vuelta y nuestros amigos decidieron roncar en el suelo del aeropuerto cual vagabundos leprosos. Así que se buscaron un anuncio luminoso que les tapara medianamente, y ahí que se acurrucaron entre bolsas, maletas y chaquetas a pegar unos buenos ronquidos. El mejor despertar fue para el destarifao, que con unas ventosidades violentas consiguió que todo el aeropuerto se girara hacia él mientras se partía la caja todavía bastante somnoliento. Además no pudo encontrar mejor apoyo que unos andaluces guarros y sudorosos que le animaban a que continuara el recital.
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Aunque lo mejor estaba por venir al pasar el control de equipajes. Tranquilamente el alcohólico pasó con sus pertenencias mientras el tipo de la máquina de rayos x interrogaba a un destarifao que no hacía más que poner cara de estar en otro planeta. Tras la insistencia del alcohólico de que no es que se hiciera el tonto, es que no tenía ni puta idea de qué le decían, los férreos controladores dejaron que hiciera el papel de intérprete. Y aquí es cuando salta la noticia de que la maleta del destarifao había sido requisada por contener ¡explosivos! Y de pronto tenemos a un negro y a un calvo rebuscando por entre calzoncillos cagados y ropa con un asqueroso tufo a sudor, y a dos tíos totalmente resacosos sentados esperando a que a los putos ingleses se les pase la vena paranoica.

Un poco más y pierden el vuelo, porque llegaron con apenas cinco minutos de margen, eso sí, con el alcohólico llamando maleducado al calvo porque les habían retenido sin excusa, no llevaban los susodichos explosivos y encima ni se disculparon. Una vez en el avión el destarifao se quitó las tensiones, puesto que pensaba que le habían parado por farlopero, y lo peor es que ante semejante acusación, mucha defensa no tenía el andoba. Y para finalizar, un hermoso viaje de regreso caracterizado por los ronquidos a dúo de nuestros protagonistas en el avión, mientras azafatas y pasajeros miraban con auténtica indignación a semejante pareja de cerdos sin ningún tipo de mesura ni escrúpulo.
 
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