miércoles, 5 de marzo de 2008

La intolerancia de los nazis

Hace unos días, en el tan manido debate electoral, el líder de la oposición sacaba un dato vergonzante para cualquier país que quiera llamarse demócrata. Nos hablaba de la realidad de un ciudadano residente en Cataluña propietario de un negocio, al cual se le había impuesto una multa de 400 euros por rotular en su establecimiento en el idioma oficial del Estado, el español. Como se puede colegir, éste no es un caso aislado, especialmente en ciertas zonas de España, y de ahí la gravedad del asunto. Más grave fue ver cómo el subpresidente del actual ejecutivo pasaba olímpicamente del tema, no condenaba este tipo de actitudes pro-fascistas, y en algún momento incluso estuvo a punto de decir que era lo correcto.

Pues bien, no contentos con establecer esta multa, patética, injusta y de carácter totalitarista, por parte del ejecutivo catalán, ahora sus secuaces callejeros, los perros de la Gestapo y las SS cagalanas se han dedicado a agredir a este establecimiento comercial, a base de pegatinas, pintadas y todo tipo de amenazas. Lo próximo, y dada la costumbre de estos bastardos a emplear la violencia desmedida, nos tememos que sea la agresión directa a su propietario y trabajadores. Que luego no digan que no están avisados, porque se ve venir. A mí esto, sinceramente, me recuerda a la persecución que hacía cierto partido político hacia la comunidad judía en la Alemania de los años 30. Al subpresidente, a su partido, a sus secuaces, militantes y votantes, se les está viendo el plumero ya demasiado. La intolerancia de estos nuevos nazis lleva a España directa hacia una nueva guerra civil.

¿Pero qué hace ante todo esto el dictador vallisoletano? Muy simple, lo que lleva haciendo durante los últimos cuatro años, nada. Y no hace nada porque, aparte de ser un inútil supino, le encanta sentirse como un salvador fascista iluminado. Ha mamado muy bien de estilos de la misma índole como los de Stalin, Mussolini, Castro o su tan admirado Hitler, una política, la del dictador austríaco, que está intentando seguir casi a rajatabla según aparece en el Mein Kampf. Eso sí, aplicando las ideas hitlerianas a su antojo y de forma desproporcionada, restricciones, censura, genocidio... En lo que este pedazo de hijo de perra fascistoide no se fijará será en política económica, seguramente porque prefiere que el país se vaya a tomar por el culo y convertirse en el puto rey de la mierda. Más título que ése, semejante enfermo mental, no va a ostentar.
 
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