sábado, 8 de marzo de 2008

Castigo eterno

El sol llega a ser incluso abrumador, se cierne sobre la cálida llanura, y parece derretir el paisaje con su sola presencia. Desde lo más alto asola con sus ardientes rayos el monótono ir y venir de arena de las silenciosas dunas. A lo lejos se distingue un punto oscuro que se acerca cada vez más, a una velocidad impresionante, como en un vano intento de combatir el deslumbrante efecto del sol con su rapidez, levantando una estela de polvo y arena a su espalda.

Un misterioso jinete completamente vestido de negro se acerca montando un veloz caballo oscuro que cabalga con una fuerza salida del mismísimo infierno. Es una carrera desesperada, como si la vida fuera en ella, como si el hecho de frenar supusiera una muerte instantánea. El rostro del jinete aparece totalmente cubierto, no se puede percibir ninguna expresión en él. Su robusto cuerpo se balancea con fuerza como intentando dar aún más impulso a su caballo.

Las dunas van cambiando de lugar, van adquiriendo distintas formas, la ligera brisa que serpentea por aquel infinito desierto mueve y transforma el paisaje a cada minuto que pasa. Las huellas del brioso animal van desapareciendo, como tragadas por el continuo vaivén de arena, como si se fueran sumergiendo en un mundo inexistente. El sol sacude durante largas horas el insolente cabalgar de jinete y caballo, que no se detienen, continúan librando esa particular batalla con la velocidad, con el límite.

El brillante sol comienza a planear por el horizonte, la tarde cae sobre tan inhóspito y desolado lugar, y en pocos instantes la luz del astro rey pasa a ser un recuerdo devorado por la noche. La luna observa silenciosa y atenta el vago discurrir de un caballo que marcha con un trotar cansino en dirección a ninguna parte, sin nadie que pueda dirigirlo. El jinete que tan intensamente había cabalgado junto a él ha desaparecido, se ha perdido en medio del letal desierto al cual había desafiado. Pero al día siguiente volverá a salir el sol, y el jinete volverá a montar su caballo para continuar su eterno castigo vagando por el lejano destierro de la soledad.
 
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