Me despierto sobresaltado, me doy cuenta de que la surrealista escena que acabo de presenciar no era más que un sueño. De todas formas tampoco me parecía demasiado descabellado, mi primera interpretación más que razonable se relacionaba con la desesperación en la que muchos españoles están cayendo a causa de las cacicadas económicas y sociales del desgobierno nazisociata, que está provocando más de un suicidio. Me doy cuenta que la cama en la que estoy me es desconocida, ayer debía de ir muy morado y no recuerdo dónde coño estoy. El camastro es amplio y cómodo aunque la habitación es bastante pequeña. Frente a mí, la puerta completamente cerrada que seguramente esconde el secreto de mi actual ubicación. Cuando intento incorporarme me doy cuenta de que estoy bastante mareado, así que caigo hacia atrás y vuelvo a mi posición inicial. Buscando comodidad en el reposo, repentinamente empiezo a oír extraños sonidos al otro lado de la puerta. Lo que está claro es que el sueño ha terminado y ahora estoy completamente despierto.
Fijo mi atención para intentar adivinar qué es lo que se oye, parecen unos extraños ruidos guturales. Pronto se empiezan a aclarar mis oídos y escucho perfectamente a alguien tosiendo. Después comienza a escupir, luego vomita y para rematar comienza a juntar todas estas actividades al mismo tiempo. A pesar de la pesadez de mi cabeza, me acerco a la puerta e intento abrirla para salir y ver qué coño pasa. Justo delante de mí me encuentro otra pequeña estancia con la puerta abierta de par en par. Allí veo la imagen de una inmensa espalda de la cual parecen provenir todos estos sonidos asquerosos. Se trata de un tipo bastante corpulento que tiene la cabeza completamente enchufada dentro de la taza del retrete. Tras un par de minutos más continuando con esta sinfonía de asquerosidades, el tipo intenta recobrar la verticalidad. Advierte mi presencia y se gira hacia mí. Es un pordiosero con una pinta más que deleznable, no sé de qué nos conocemos, pero el caso es que parece que anoche me acogió en su morada en mitad de una tremenda borrachera. Mientras le interrogo con la mirada no dice absolutamente nada, hasta que me aparta de su camino con malos modos y simplemente masculla: "he vomitado".