lunes, 25 de mayo de 2009

España, año 2030

Nos ubicamos en los EFIACE (Estados Federales Independientes Antiguamente Conocidos como España) en el año 2030. Esta extraña nación ya no pertenece ni a Europa, ni a la OTAN (no tiene ejército), ni a la ONU, ni a ninguna otra organización de ningún tipo, la han expulsado de todas partes. En las montañas, en urbanizaciones de lujo, fuertemente custodiadas por fieros guardianes de raza negra, esclavizados por un simple plato de judías, vive la casta dominante, la cual nunca sale de estos dominios. Se trata de aquellos que a principios de siglo formaban parte del partido político que creó la actual situación en este territorio, el PSOE. En una urbanización exclusivamente para él, como si se tratara de un dios autoproclamado, reside el dictador, proclamado vitalicio hace ya unos cuantos años, un tal Zetaparo, el cual sólo puede ser visto a través de la televisión cuando sale a decir alguna gilipollez y a hacer el memo, y es que el cociente intelectual de toda esta "nobleza" ricachona nazisociata está por debajo de la subnormalidad, por lo tanto les encanta ver a un imbécil diciendo sandeces.

En las ciudades residen los moromierdas, una clase invasora que vive de tocarse los cojones todo el día gracias a las ayudas que reciben de la nobleza nazisociata, simplemente para que no se acerquen a las montañas ni por asomo. Los moromierdas tienen enormes harenes de mujeres que trabajan por ellos, se trata de mujeres de origen español que, en su búsqueda por la igualdad y denigrando a todo aquello que sea masculino, se han hecho con todos los trabajos posibles en esta sociedad y han acabado fornicando con los moros porque es lo más guay y progre. Les da igual estar sometidas y ser maltratadas y vejadas, porque como el que lo hace es un moro, pues está de puta madre. Los comercios de las ciudades son regentados por orientales, son los únicos que trabajan en serio y, a pesar de que los impuestos que pagan son ridículos, mantienen a los moromierdas, ya que éstos sólo viven de las ayudas estatales. Ya que la nobleza es absolutamente incompetente en el terreno económico dado que su grado de subnormalidad no les permite mover ni un dedo, del funcionamiento de todo el engranaje socio-económico se ocupa la mafia china, para eso son los únicos que trabajan.

Toda la ciudad se apoya en un inmenso sótano, que directamente podríamos considerar otra ciudad por su estructura y tamaño. Aquí viven los sudakas, racistas hasta la médula e incapaces de integrarse y convivir con los moromierdas, las zorras y los orientales. Además son vagos por naturaleza, con lo cual no quieren trabajar. Viven hacinados en pequeñas habitaciones, ya que su número multiplica por veinte a los que viven en la superficie aunque en ocasiones organizan trifulcas navajeras que acaban con varios miles de ellos rajados de arriba abajo. Esta gente subsiste de los restos que las mujeres de los moromierdas les envían en unos ascensores que conectan ambas zonas. Muy gentiles ellas, ya que se trata de sudakas y, pobrecitos, no pueden morirse de hambre. El principal alimento de estas gentes son las litronas de cerveza, ya que les encanta estar todo el día chuzados y cuando llegan al punto álgido liarse a leches o navajazos. De vez en cuando desde la superficie les llegan ofrendas alimenticias en forma de fetos humanos, puesto que el aborto es, no sólo una práctica común y habitual, sino todo un ritual de lo más progre, y cualquier mujer que quiera estar a la moda debe abortar al menos diez veces en su vida.

En algunas zonas de este inmenso sótano hay unas trampillas cerradas con cadenas y candados. Comunican con las alcantarillas y los túneles. Allí, casi en la más completa oscuridad, viven los españoles de origen, convertidos en moteros y conductores macabros al estilo Mad Max. La única luz que ven es la que originan sus vehículos, alimentados por una gasolina cada vez más escasa y únicamente en poder de la nobleza nazisociata. Es de esta manera que cada cierto tiempo los españoles realizan alguna incursión nocturna en la ciudad para conseguir víveres y algún viaje de incógnito a las montañas para robar combustible a los ricachones. No es tarea fácil y nunca vuelven todos los que inician estas peligrosas expediciones. Hay que tener en cuenta que los españoles deben atravesar los sótanos navajeros controlados por los sudakas, la ciudad en manos en la mafia china y los moromierdas, y finalmente enfrentarse a los seguratas caníbales que los subnormales nazisociatas han puesto a su servicio. Por supuesto en esta zona de alcantarillado no vive ninguna mujer, ellas tienen un puesto en la sociedad al servicio sexual de los moromierdas, y si alguna se revela y quiere bajar a compartir penas con sus antiguos compatriotas, nunca llega, ya que por en medio se encuentra con los sótanos sudakas, donde ella es violada, golpeada, asesinada y devorada.
 
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