Madrid tiene práticamente nulas posibilidades de conseguir su objetivo. En los últimos tiempos la rotación de la cita olímpica por los diferentes continentes hace que, tras celebrarse los de 2012 en Londres, Europa no pueda volver a repetir sin haber pasado antes por algún otro continente. Y esta norma no escrita no se la salta ni Dios, vamos, hasta el punto de que los Juegos de 1996 fueron arrebatados de forma incomprensible a Atenas, con una candidatura espectacular que coincidía con el centenario de los primeros Juegos allí celebrados, para llevárselos a Atlanta, simplemente por el hecho de que en 1992 se celebraron en Barcelona y Europa no podía repetir. 2008 vio unos juegos asiáticos, en Pekín, a pesar del vergonzoso régimen que rige los destinos de China, pero bueno, ya hablamos en su momento de aquella desvergüenza mundial basada en intereses económicos. El caso es que no veo otra cita en Asia a corto plazo, yo descartaría a Tokyo casi totalmente. Es más, los propios japoneses no acaban de apoyar en demasía a la capital nipona, ni siquiera su presidente está del todo convencido. Malos augurios, aunque tampoco es que Zetaparo tenga muchas ganas de ver a Madrid como sede olímpica viendo cómo ensalza a la ciudad de su amiguito el moreno y a la candidata ubicada en Sudakia.
Río de Janeiro tiene bastantes opciones. Nunca anteriormente unos Juegos se han celebrado en Sudamérica y esto, ahora que tanto se habla de la integración de todos los países y blablabla, pues pesa lo suyo. Por otro lado el país se ha saneado medianamente en los últimos tiempos y quizá sea la mejor baza encontrable por aquella zona. Vamos, que no me imagino a Bolivia o Venezuela organizando ningún tipo de evento mínimamente decente y normal. Pero si hay una absoluta favorita es Chicago. Todo está a su favor, el potencial olímpico del país al que representa, más el potencial en sí de la propia nación, unas infraestructuras que superan lo acojonante y el hecho de que veinte años son muchos ya sin que los Estados Unidos organicen unos Juegos. Además, después de su paso por Oceanía, Europa y Asia, toca volver a América sí o sí. Pero por encima de todo tenemos lo que más nos tememos, el efecto del medionegro, ya largamente comentado en anteriores ocasiones en este blog. Vamos, que el mundo entero tiene que hacerle la pelota a esa especie de príncipe de Bel-Air llamado Barack Obama. Y si ya encima la candidata es su propia ciudad, apaga y vámonos. En fin, que ojalá me equivoque, pero Madrid 2016, nuestro gozo en un pozo.