sábado, 11 de abril de 2009

Retorno al Papillón 6. Indignación

En un momento dado el polaco comenzó a sentirse seriamente ofendido por lo que sucedía a su alrededor. Y no era para menos, niños correteando, tipos en bermudas con cámaras de fotos colgando del pecho, sudakas pegando alaridos y excursiones de todo tipo sin ningún tipo de respeto por el lugar en el que se encontraban. El Valle no sólo es un recinto sagrado religiosamente hablando, también sirve de morada eterna a varios difuntos. Es por esto que no es precisamente el sitio más adecuado para ese tipo de comportamientos, pero este país ya se ha convertido en un puto circo y ciertamente los payasos que en él anidan no hacen ni puta gracia. Aunque el colofón ya vino cuando dos moracos y la correspondiente mora con trapo en la cabeza entraron en la basílica. ¿Se puede saber esa peña que coño pinta allí? ¿Cómo coño podemos dejar entrar a una moramierda con el trapo en la cabeza en una iglesia cristiana? ¿Qué cojones pasaría si yo voy a una puta mezquita en chándal, zapatillas y con una mochila cargada de litronas? ¿Pero qué mierda de pseudo-tolerancia maricomplejina existe en este país? Somos el hazmerreír del planeta y cada vez me extraña menos.

Más cachondo todavía (dentro de la poca gracia del tema) era ver cómo a la entrada de una iglesia han instalado un arco detector de metales y un escáner para pasar las bolsas. Es que manda cojones. ¿Esta es la nueva España que quiere ZP, donde hasta para ir a misa hay que estar con los huevos en la garganta por si un moro loco o un tarado izmierdista entra con una pipa o una bomba a cepillarse gente? Pues oigan, yo sinceramente prefiero la época de FRANCO, pero así de clarito. En fin, entre indignación e indignación, el caso es que la visita acabó siendo de lo más productiva, visitando las tumbas que había que visitar y echando un vistazo de lo más completo a todo el lugar. De vuelta a la explanada, nuestros viajeros decidieron acercarse al restaurante y la hospedería a ver qué tal estaba el lugar, pero siendo todavía excesivamente pronto para jalar de mesa y mantel, se calibró la idea de acercarse a Segovia a papearse un cochinillo entero. Surgieron unas cuantas dudas referidas a la distancia y el reloj y, para evitar llegar demasiado tarde y quedarse sin manjares, nuestros colegas optaron finalmente por desplazarse a San Lorenzo del Escorial, donde un buen papeo castizo seeguramente haría las delicias de sus insaciables estómagos.

Es así como pasadas las dos de la tarde se produce el aterrizaje en la susodicha localidad madrileña. Tras un recorrido por el centro histórico y ante la imposibilidad de un aparcamiento fácil, se optó por algún asador de carretera. Un descuido monumental o una fatalidad del destino hizo que nuestros amigos aparcaran justo delante de la sede nazisociata del pueblo, eso sí, los pedos y eruptos violentos dirigidos a la puerta de tan asqueroso lugar, no faltaron. El cutre bar asador de carretera no era nada del otro mundo, pero el potaje de vigilia y el tintorro de mesa eran suficientes como para dar un aprobado al garito. Y ya no digamos el solomillo con patatas, momento en el cual el polaco estuvo a punto de perder la consciencia, blanco como una pared y con la mirada perdida más allá del plato, cerca del desmayo absoluto. Pero los cojones son los cojones y tras un par de sorbos de agua no sólo se acabó con lo que había sobre la mesa sino también con los correspondientes postres y cafés. Y copa y puro no porque ya sabéis que en este país ahora mismo ni mamar ni fumar, hail ZP. Así pues, tripa hasta el techo y apetito saciado, estupenda situación anímica para continuar el eterno regreso a casa. Y así fue la historia y así la hemos contado, porque cuatro horas después, nuestros amigos llegaban sanos y salvos a casa y sin novedad en el frente. Pero volverán.
 
Clicky Web Analytics