Sucedía en Valencia. Una pareja de lo más normal, según cuentan las personas más cercanas, y que siempre habían tenido una relación más que perfecta. De un día para otro falsa denuncia por malos tratos, en la familia de él no se explican cómo esa chica tan agradable ha podido escudarse en algo tan desagradable para conseguir una separación cuyas razones todavía nadie se explica. Algunos conocidos hablan de la asquerosa influencia de la madre y la hermana de ella que no hacían sino pinchar las veinticuatro horas buscando que la relación terminara. Otros hablan de la patética influencia de las "amigas" de la chica que, suponemos por pura envidia, no veían con buenos ojos una relación tan bonita y maravillosa. Y la mejor forma de romper una relación sin motivo aparente y sin tener que dar una puta explicación, pues en esta fantástica España tan progre de ZP es la denuncia por violencia "machista". Claro que, cuando nos enteramos de que en varias de las empresas donde esta mujer ha ido a solicitar trabajo, ha presentado junto a su currículum vitae la denuncia por malos tratos para dar pena e implorar clemencia, todas las piezas empiezan a encajar. Sobre todo después de aquellas espléndidas declaraciones del iluminado cabrón de La Moncloa "las mujeres maltratadas tendrán ventajas laborales". Lo más vergonzoso es que haya empresarios que realicen este tipo de contrataciones.
Nos desplazamos a Sevilla, donde una mujer divorciada rompe de golpe y porrazo y sin venir a cuento el régimen de visitas al que tenía sometido al padre de su hija. Un buen fin de semana, la señora decide no dejar que la niña de ocho años se vaya con el padre, cierra la puerta y llama a la policía, la cual detiene al pájaro porque la muy hija de puta ha llamado toda histérica diciendo que le estaban dando una paliza. En el juicio nos enteramos de que aparte de los malos tratos, la perturbada mental ha declarado que abusaba de su hija, a la cual le proyectaba películas pornográficas mientras le realizaba todo tipo de tocamientos. Tras ir desmontando una por una las pruebas que, fantasiosamente, la señora había comentado en el juicio, incluso la de los abusos, ella se desmorona y comienza a contradecirse y a lanzar insultos ya sin ningún tipo de orden ni fundamento. Tras la vergüenza sufrida por el hombre, el cual por cierto no había hecho nada de nada pero se vio envuelto en toda esta mierda por la chaladura mental de su ex-compañera y los apoyos que recibe todo este tipo de gentuza desde las instituciones, la tortilla cambia radicalmente. Él decide denunciarla a ella por injurias y pide una indemnización por todo lo que ha pasado (incluso intentos de agresión entre el vecindario). Y a la espera de este último juicio estamos, a ver si cunde el ejemplo y más jueces se dan cuenta de todas estas falacias que gracias a ZP y su naziprogresismo de mierda están destrozando familias y personas. Seguiremos informando.