miércoles, 11 de febrero de 2009

11 de febrero

Hoy no me sale de los cojones hablar del puto PSOE. ¿Es 11 de febrero, no? Pues es el día de mi cumpleaños y no quiero que esa pandilla de hijos de puta me amarguen el día. Sí, ya sé que es una utopía, desde que estos malparidos han llegado a la poltrona no han hecho más que joder por joder a millones de ciudadanos otrora tranquilos y con una vida más que plácida. Y todo esto por pura maldad y regodeo propio, porque los nazisociatas son gentuza vil y malvada que sólo piensa en fastidiar a sus semejantes (aunque yo muy semejante a esa escoria no es que sea). Con las cosas de esta manera, y siendo cada vez más los que nos vamos a ver abocados a dormir en un banco y alimentarnos de cartones de Casón Histórico, lo quiera o no, estos sodomitas perturbados me van a joder el día. Aún así, y después de este primer párrafo en el que sin querer referirme a ellos ya les he dicho más que a un perro, vamos a intentar sosegar un poco la jornada y a comprarnos unas botellitas de algo para hacer más llevadero el aniversario en cuestión. Hasta que alguna noticia aberrante protagonizada por el iluminado monclovita y sus secuaces me despierte del letargo, claro.

Es cuando llegan este tipo de días que sirven para recordar el puto momento en que uno vino al mundo, cuando miramos hacia atrás y tendemos a valorar lo que ha sido nuestra existencia hasta la fecha. Mi caso no es que sea mejor ni peor que otros, pero como siempre he dicho, ha tendido a la rareza extrema, en todas las épocas de mi vida. Bien es cierto que los niños de mi generación no teníamos más entretenimiento que jugar al fútbol en el patio y ver Barrio Sésamo en la tele. Claro que, si lo equiparamos al actual aislamiento provocado por ordenadores, consolas y demás engendros lúdicos y a la maravillosa programación infantil de media tarde liderada por El Diario De Patricia, casi que hasta puedo decir que tuve una infancia feliz. No podría decir lo mismo de la adolescencia, pero qué cojones, a estas alturas no vamos a guardar rencor a nadie, para eso ya están los putos nazisociatas, que aún a día de hoy echan las culpas del paro a Franco. Vaya, ya se me colaron otra vez. Tampoco hablaré en demasía de los excesos de juventud, me tocó vivir una época en la que todo el mundo se hacía de todo hasta extremos insospechados. Quizá yo no fui el más radical en ese sentido (ni de lejos), pero me mantuve en una línea bastante concordante con lo que era aquella época. Lo malo es que creo que aún no he superado esa etapa.

Buenas y malas experiencias entrecruzadas, pero ya sabemos que la vida no es fácil. Sinceramente creo que es mejor así, a pesar de que la España progre de hoy en día se incline cada vez más por la superprotección de niños y adolescentes, hasta el punto de que están empezando a fabricar auténticos capullos mentales. Si no se les puede suspender, reñir o dar un cachete, ¿qué tipo de catadura moral sobre los actos buenos y malos aprenderán estos "ciudadanos del futuro"? Miedo me da pensar en ello. De todas mis vivencias, por exóticas y enriquecedoras, me quedaría con mis estancias en países extranjeros. Falta les hace a muchos que se llenan la boca con mierdalizaciones y pseudo-tolerancia viajar un poquito, mezclarse con otras nacionalidades y vivir entre ellos, para darse cuenta de cómo coño funciona este mundo. Estados Unidos, Reino Unido, Suiza, Noruega, son algunos de los países que han visto caminar al vikingo macabro por entre sus calles y avenidas, granjas y zonas rurales, montañas y valles, lagos y ríos. Miro al pasado, sí, porque mirando al presente me entristezco, y de qué forma. Sobre el futuro... casi mejor no hablar.
 
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