Anoche me senté a ver "This Is Elvis", un documental ochentero sobre la vida del rey del rock. Los cinco primeros minutos me parecieron un tongo absoluto pero lo cierto es que el reportaje acabó por ser exquisito. Musicalmente no voy a descubrir nada nuevo que no sepamos de uno de lo más grandes de la historia, pero es su aspecto humano lo que más me conmovió del film. Elvis Aaron Presley fue un personaje que siempre transmitió felicidad y positivismo, incluso en sus momentos más difíciles, con una eterna sonrisa que hacía que todo pareciera mucho mejor en un mundo que se levantaba después de una década de posguerra. Su compromiso con su nación es digno de admirar, renunciando a su carrera para cumplir como el primero sus obligaciones militares, que muchos otros artistas de la época se saltaban a la torera. Con un saber estar en sus declaraciones sobre política y sociedad del que muchos podrían aprender en la España de hoy en día, donde cuatro artistuchos con mierda en las neuronas se posicionan en favor de un lunático con la única intención de chupar del bote y vivir del cuento. Y fiel a la tradición de la familia, enamorado hasta el final de la única mujer de su vida, que casualmente también le condujo a la autodestrucción de la misma cuando le dejó a principios de los años 70.
No puedo evitar comparar el final de Elvis con el que a muchos españoles nos está aguardando en breve. Sea por el problema que sea, pero el suicidio siempre ha existido a lo largo de la historia de la humanidad. Y ciertamente hay que coincidir que si hay un momento y un lugar donde este tipo de comportamiento puede llegar a medrar hasta convertirse en una peligrosa costumbre es en la actual España. Cuando un puñado de hijos de puta malvados hasta las cejas (nunca mejor dicho) te hacen la vida imposible, te denigran, te censuran, te reprimen, incluso te encarcelan, se cargan todas tus libertades de un plumazo, te quitan el dinero, el trabajo, la casa, la familia, te joden por joder simplemente por ver colmados sus instintos malignos, es cuando tu cabeza comienza a pensar en la solución final. Y más todavía si tus intentos por luchar contra esta caterva de hijos de puta nazisociatas sólo sirven para que te jodan más todavía la vida, es la impotencia en estado puro. Es entonces cuando comienzas tu autodestrucción y te planteas qué cojones pintas tú en medio de todo esto. Tú no te lo has buscado, te ha tocado en gracia vivir en este país en este momento y aguantar a una pandilla de malnacidos jodevidas a los que tú no has votado ni por asomo. No te queda otra, es el momento de seguir los pasos de Elvis. Buen viaje.