En los últimos días estoy recordando bastante diversas escenas de todo un clásico del cine de excesos, Leaving Las Vegas, con la largamente recordada interpretación de Nicolas Cage. Y me estoy dando cuenta de que la peli cogea bastante, tanto en la interpretación por parte del sobrino de Coppola, como por la trama en sí del film. A ver, resulta que un tipo llega a Las Vegas y en poco más de una semana se dedica a mamar de tal manera que acaba muriendo. No lo veo claro, nadie muere en una semana, ni en dos, ni en un mes, por etilizarse a diario y a todas horas, ni aunque ya fueras alcohólico desde tres años antes. Me reafirmo en esta idea porque llevo varios meses intentanto imitar al protagonista de la peli y matarme a base de chuzarme todos los días sin parar, y no lo consigo ni de lejos. Quizá sea que los genes vikingos de mis antepasados son bastante más resistentes que los del protagonista de la cinta, especialmente al alcohol, pero aún así no veo nada claro el estado al que llega el tipo en apenas unos días de chuza continua. Qué delicaditos son los yankees, joder, se mueren por cualquier cosa.
Y cambiando de tercio, voy a recomendar ampliamente un film que podríamos clasificar como comedia romántica (con matices) y que a pesar de residir dentro de este género me impresionó sobremanera. Aunque si ponemos en una misma cinta a un demacradísimo y setentero Sean Connery y a la por entonces casi retirada Audrey Hepburn, dirigidos ambos por el más que irónico Richard Lester, nos encontraremos con una joya, menospreciada tal vez a causa del paso del tiempo. Robin y Marian es un peliculón, la continuación a la historia clásica de Robin Hood, con el príncipe de los ladrones ya cincuentón y su amada Marian convertida en monja, intentando ambos recuperar el tiempo perdido en una historia de amor maduro realmente enternecedora y brillante. Junto a la fantástica banda sonora de John Barry, destacaremos también el guión de James Goldman con un monólogo final de Hepburn que queda para el recuerdo como uno de los finales más hermosos de la historia del cine: "Te amo. Te amo más que a todo, más que a los niños, más que a los campos que planté con mis manos, más que a la plegaria de la mañana o que a la paz, más que a nuestros alimentos. Te amo más que al amor o a la alegría o a la vida entera. Te amo más que a Dios." Sobran los comentarios.