Después de todos estos años sigo vivo, y habrá quien sostega que tengo que dar gracias por ello. No lo tengo yo muy claro, sobre todo por la mierda de existencia que me ha tocado en desgracia en los últimos tiempos. Aunque claro, de eso no tiene ninguna culpa Dios, los culpables son bastante más terrenales y tangibles y anidan bajo las siglas de un partido político deleznable. Pero sí, sigo vivo, hoy me he despertado viendo en el calendario esa fecha del once de febrero, lo primero que he encontrado junto a mí ha sido una botella de vino de Yecla y he comenzado el festival con un buen par de tragos matutinos. Esto me ha dado una cierta energía, la necesaria para salir a la calle y seguir con mi rosario de denuncias y problemas iniciado en los últimos días como consecuencia de la dejadez, inutilidad y estupidez integral de nuestro asqueroso desgobierno en cuanto a las funciones que debería realizar. Este país se ha convertido en una especie de jungla donde para los protegidos desgubernamentales no hay leyes que cumplir y para el ciudadano medio, hombre, blanco, español y heterosexual, cualquier acto por mínimo que sea puede suponer el ir al talego de por vida.
Es así como en esta última semana me encuentro con que una compañía de teléfono me quiere cobrar por unos servicios que no me presta e incluso facturando unos meses en que yo ni siquiera era cliente suyo. Una compañía eléctrica decide que como no puedo demostrar la potencia que tengo contratada en mi domicilio va a cobrarme casi 300 euros mensuales. No, por supuesto a ellos no les consta lo que a mí sí en el contrato a ese respecto, debe ser que tenemos contratos diferentes. La Seguridad Social me quiere cobrar 125 euros por ir a urgencias tras la agresión política sufrida a mediados de diciembre y de la que mis lectores ya conocen los detalles. ¿Ya no hay sanidad pública en España? ¿O es que sólo es para selváticos, amerindios y moromierdas? Y para redondear todos estos despropósitos dignos de la dictadura bananera más patética, los hijos de puta de la SGAE (¡RAMONCÍN HIJO DE PUTA!) se niegan a darme de baja como socio y devolverme todas las obras que allí registré ESCRITAS DE MI PUÑO Y LETRA. Pues me da que si quieren fiesta la van a tener, yo ya estoy desesperado y me da igual vivir que morir, así que empieza la guerra, y bien cruenta que va a ser. Por cierto, feliz cumpleaños.