Disculpas a mis lectores y detractores por tantos días de ausencia en el blog pero causas de fuerza mayor me han impedido estar, como suele ser habitual, al pie del cañón durante casi una semana. El vikingo macabro se ha pasado tres días detenido y en el calabozo y actualmente, aunque en libertad, se encuentra a la espera de un extraño juicio. No os revelaré, por el momento, nada del contenido de este turbio asunto, más que nada por el secreto de sumario y porque hay que dejar que las partes puedan trabajar libremente, pero no os preocupéis, queridos y no tan queridos lectores, que toda la mierda saldrá a la luz a su debido tiempo y ya os puedo asegurar que por mi parte no va a ser con tibieza precisamente. Y para los malpensados, no, no se trata de nada relacionado con mis habituales comentarios bloguísticos, aunque, como no podía ser de otra manera, nazisociatas mequetrefes hay de por medio. Y como aunque declare mi inocencia en la red, esto es como estar en el talego donde todo dios es inocente pero todos son asesinos, violetas, traficantes y demás, pues dejaremos que cada cual piense lo que quiera. Tarde o temprano llegará la hora de la verdad... esperemos.
Claro que después de pasar las 72 horas pertinentes (y las agotaron los muy cabrones) entre rejas y rodeado de personajes de toda índole, no puedo por más que utilizar este post como anecdotario de tan constructiva estancia entre los degradados judiciales, por así denominarnos a los que allí estábamos. Como ya todos conocéis mis debilidades, comenzaré por comentar el curioso dato de que en torno al 70% de mis compañeros de barrotes, lo eran por temas relacionados por la maravillosa y lunática ley de violencia de género. Órdenes de alejamiento incumplidas, denuncias por malos tratos, por no pagar la manutención, por violencia verbal, amenazas o cualquier otra chaladura mental por la que la denunciante pueda conseguir ventajismos del perturbado feminazismo zetaparil. No voy a defender a pies juntillas a todos los allí encerrados, muy posiblemente alguno de ellos efectivamente hubiera sido denunciado con razón. Pero oigan, ¿un 70% de las detenciones de este país por ese motivo? Venga, a contar historietas a los nietos en la cama. ¿Pero de qué coño van, qué se han creído, que somos todos gilipollas o qué? Bueno, supongo que once millones sí. Surrealista, colegas, surrealista.
Pero el que se entaleguen hombres inocentes a nadie le importa. Como tampoco importa que un turista italiano esté 72 horas entre rejas nada más bajar de su avión simplemente por tener una multa de tráfico impagada de hace tropecientos años. Obviamente este señor no creo que vuelva a poner los pies en nuestro país en mucho tiempo, bonita forma de estimular un sector turístico más muerto que el conde Drácula. Aunque el caso que más me impresionó fue el Douglas, culpable hasta la médula y realmente fofitesco. El tipo en cuestión es un nigeriano que ha cumplido dos años y medio por tráfico de drogas en España. Hace menos de un mes, y ya habiendo cumplido con la Justicia, sale de chirona y se marcha a su país porque su padre está agonizando. El hombre fallece, es enterrado y tras la ceremonia Douglas decide regresar a España. Eso sí, con una maleta que apenas podía cargar y que contenía, sin ningún tipo de tapujo ni disimulo, veinte kilos de cocaína. Hale, majo, del aeropuerto a la trena, poco has disfrutado de tu libertad, se ve que echabas de menos a los coleguillas de ahí dentro. En fin, que así somos y así nos va. Yo por mi parte, ya en manos de mi abogado, y a pesar de haber pasado por esta curiosa experiencia sin comerlo ni beberlo, me encuentro bien, gracias por preguntar. Seguiremos dando guerra.