domingo, 14 de septiembre de 2008

Lo macabro XV

El estruendoso bramar de un impresionante trueno cruza por entre las calles del lugar, al mismo tiempo que cientos de rayos comienzan a asolar los irregulares adoquines del suelo. La mezcla de sonidos es formidable, incluso llega a ser aterradora. El viento se une a esta extraña sinfonía, e inmediatamente una violentísima lluvia comienza a dejarse sentir en todo el paraje. La noche parece no querer desaparecer, no querer extinguirse, continuar presidiendo los extraños y macabros sucesos que acontecen.

Los cadáveres frenan súbitamente su carrera; ante ellos un enorme rayo impacta con extremada violencia contra el suelo, dejando un formidable destello a su paso. Tras este súbito ataque de claridad, los ojos de los muertos contemplan ante sí una nueva aparición. Un enorme personaje de negro de largos cabellos y tenebroso aspecto aparece sin sentido aparente como salido del mismísimo infierno. Este mismo personaje fue el que despertó a todos estos seres de su letargo, y que tras hacerlo fue fulminado por una gigantesca columna de luz. Pues bien, ha vuelto de entre las tinieblas, y con un aspecto seriamente aterrador.

Contemplando toda la escena continúan entre las dos columnas el personaje del sombrero de ala ancha y la anciana de largos cabellos blancos. Ni siquiera se han inmutado por la repentina aparición del siniestro ser tras el impacto del rayo. Allí están, de pie con los ojos vidriosos, a punto de pasar a la acción y combatir a todo este ejército de sádicos cuerpos sin vida. La lluvia arrecia, el viento comienza a ser casi insostenible, y el paisaje adquiere un tono tétrico que llega hasta límites indescriptibles.

El siniestro y enorme personaje de negro que acaba de llegar observa ahora a estas dos figuras que continúan impasibles entre las columnas. Casi al mismo tiempo los cadáveres inician un nuevo avance, lentamente en actitud amenazadora, un avance que en pocos segundos les habrá llevado junto a las columnas. El personaje del sombrero de ala ancha fija sus ojos en el pergamino y comienza a leerlo de forma muy susurrante. Su tono de voz se eleva, y decenas de palabras en un extraño dialecto comienzan a salir de su garganta. Los cadáveres se detienen, comienzan a observarse unos a otros, el enorme personaje de negro parece retroceder.

Una macabra pero a la vez hermosa sonrisa se dibuja en el rostro de la anciana, y en medio de una luz cegadora que proviene de lo más profundo de la noche, los cadáveres comienzan a derretirse, destrozarse, desintegrarse, como abrasados por un calor que parece sólo afectarles a ellos. Desgarradores y asquerosos gritos surgen de todas aquellas descarnadas y viscosas bocas. Los muertos vivientes quedan reducidos a cenizas, y estas cenizas desaparecen. La luz se va extinguiendo poco a poco, hasta que todo resto de estos siniestros seres ha desaparecido. Tan sólo quedan la anciana, el personaje del sombrero de ala ancha, y frente a ellos, el enorme y misterioso ser de negro.
 
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