lunes, 1 de septiembre de 2008

Once

El once es mi número, es evidente. Nací un día once, eso ya me viene marcado desde el día que vine al mundo y no lo puedo esquivar. Además vivo en la puerta once, un capricho, obviamente. En mis tiempos de futbolista solía llevar siempre en la espalda el dorsal número once, digamos que era algo así como un seguro de buena suerte. En la matrícula de mi coche llevo un once, es necesario, aunque gracias a ciertos hijos de puta apenas puedo llenar su depósito con gasolina, pero el caso es que el once está presente. Y supongo que aún me quedan muchas historias y anécdotas reservadas para el número once. Cada cual nace con una cifra a sus espaldas, la carga toda la vida y digamos que sufre una extraña asociación, que le lleva incluso a marcharse de este mundo teniendo alguna relación con el susodicho numerito de marras. A todo esto, en España ya hemos superado el 11% de desempleo en relación a la población activa. Aunque eso no tenga nada que ver conmigo, no podía evitar comentarlo.

Ayer vi por undécima vez la película John Rambo, la cuarta entrega de las aventuras y desventuras del veterano de Vietnam más famoso de todos los tiempos. Con un Stallone ciclado hasta las cejas y que apenas si puede cambiar el gesto durante la hora y media que dura este acercamiento al gore más macabro aderezado por supuesto con los típicos ingredientes que nos ofrece siempre esta más que interesante saga. Ya escribí un post hace tiempo en relación al susodicho film, pero no puedo evitar volver a incurrir en el tema, y es que John Rambo es sin ninguna duda la película más políticamente incorrecta que he visto en los últimos años. Especialmente desde que el desgobierno fascista y censor que actualmente rige nuestros destinos ha decidido barrer de un plumazo todas aquellas cintas que no casen demasiado con sus intereses adoctrinadores y demagogos. Rambo es la antítesis de la doble moral progre y guay que estos hijos de perra nos quieren inculcar, y sufrió las consecuencias, con una retirada de las grandes pantallas de los cines más que prematura. Pero así se las traen estos putos nazis de mierda.

¿Y por qué John Rambo no le gusta a ninguno de estos subpolíticos anormales y manipuladores que anidan en la poltrona del ejecutivo español? Pinceladas, muchas pinceladas, tiritos e indirectas que hacen de este film uno de mis preferidos de todos los tiempos, sobre todo ahora que todos somos tan "modernos". El malo maloso de la peli es maricón perdido, a ver en qué peliculita pronazisociata de Mierdalmodóvar o cualquier otro gilipollesco director español vemos algo similar. Los birmanos son puestos de salvajes y selváticos para arriba, y son exterminados como lo que son, mierda. Y lo mejor de todo es el rollito megaultratopeguay que llevan los militantes de la ONG que van a ayudar a los birmanitos, sin armas, con la fuerza del no a la guerra y matar es malo, hasta que les dan por el culo, les capturan y les meten en jaulas como a animales. Lo más bonito es ver como al final de la peli el superprogrenoviolencia acaba rebentando la cabeza de un birmano a pedradas. Pero para muchos fifis de mierda, esta peli seguirá siendo una incitación a la violencia y bla bla bla. Que os den por culo, progres, yo me la voy a ver por duodécima vez.
 
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