
El enterrador va vestido completamente de azul oscuro, con gesto impasible comienza su trabajo, mientras los allí presentes se disponen a abandonar el sitio. Este hombre ya se ha quedado solo, finaliza su trabajo, coloca la correspondiente lápida, y sin más dilación sus pasos comienzan a llevarle lejos de allí. El silencio preside ahora esta escena, la lluvia hace acto de presencia, las gotas impactan contra el suelo de tierra sin demasiada convicción. Pasan las horas, cae la tarde, el tiempo está gris, la lluvia sigue cayendo.
El cielo comienza a oscurecerse, la noche pronto caerá. Unos lentos pasos comienzan a abandonar la escena. El personaje de la capa y el sombrero de ala ancha ha lanzado una última mirada a la lápida de la persona recién enterrada, y ha enfilado un camino incierto sin dirección a ninguna parte. Su figura se pierde en el desértico horizonte, la noche ha caído ya, y poco a poco comienza a cerrarse de una forma increíble. La oscuridad lo preside todo ahora, la lluvia parece intensificarse, y el viento se suma a este mal clima bramando con una relativa fuerza. La noche ya se ha adueñado de todo.
La oscuridad es casi completa, pero una extraña figura se distingue de pronto en mitad de esta escena. Impasible, con los pies firmemente fijados al suelo, con un macabro e imperturbable gesto, con la vista perdida en el infinito, allí está el enorme personaje de casi dos metros de altura y de largas cabelleras, totalmente vestido de negro, en actitud amenazadora. Ha llegado su hora de actuar. Los rayos comienzan a herir el suelo, y tras una estruendosa y muy violenta carcajada de este personaje, la historia se vuelve a repetir, sólo que esta noche que ahora comienza no va a tener a ningún individuo con capa y sombrero de ala ancha ni a ninguna anciana de largos cabellos que detenga el avance de los sádicos seres de las tinieblas. Lo macabro ha vuelto a comenzar.
FIN