sábado, 14 de noviembre de 2009

Futbolistas con solera 11

Oleg Salenko: conocido principalmente por ser el máximo goleador (junto con el búlgaro Stoichkov) del Mundial de 1994 y por su errático final de carrera como futbolista, este ariete ruso inició su carrera en el Zenit de San Petersburgo para en 1989 convertirse en el primer ruso que jugaba en un equipo ucraniano, el Dinamo de Kiev, donde en cuatro años fantásticos marcó 48 goles e hizo gala de su gran efectividad y dominio del balón. Es entonces cuando llega a España, concretamente a un modesto, el Logroñés, donde tras un primer año irregular, hace una espectacular segunda temporada que le vale ir al Mundial 94, en el que marca cinco goles a Camerún y se convierte en máximo goleador, motivando también la creación de un cántico y pancarta que a partir del año que viene Oleg iba a sufrir bastante a menudo, "qué malo debía de ser Camerún". Tras esta competición, fue fichado por el Valencia, que hizo uno de los peores negocios de su historia (y mira que la ha cagado veces este club) fichando a una supuesta estrella que apenas jugó a causa de las lesiones. Ni siquiera completó la temporada, en enero de 1995 se iba al Glasgow Rangers y comenzaba su baile por una serie de equipuchos que vieron como Salenko se arrastraba de puerta en puerta buscando algún sitio donde le quisieran. En el Istanbulspor turco estuvo tres años, eso sí, dos sin jugar por una grave lesión. Tras su inactividad intentó retornar a España, su fichaje por el Córdoba, de la Segunda División, en 1999, fue todo un bombazo, pero apenas jugó y cuando lo hizo fue a un nivel patético. Al año siguiente marchó al modesto Pogon Szcezin polaco, donde finalmente se retiró en 2001. Tras unos años debatiéndose entre volver a jugar o apartar el fútbol definitivamente de su vida, le surgió la ocasión de jugar en la selección rusa de fútbol playa, donde, a día de hoy, es una de sus grandes estrellas.

Gaetano Scirea: campeón del mundo con Italia en 1982 y considerado junto con Beckenbauer y Baresi, aunque mucho menos mediático que ellos dos, uno de los mejores líberos de la historia del fútbol. Comenzó su carrera en el Atalanta, debutando en la Serie A en 1972, y llegando al que iba a ser el club de su vida, la Juventus, en 1974, reclamado por el técnico checho Vycpálek, equipo con el que ganaría todos los títulos posibles, formando parte en la década de los setenta de una defensa que iba a ser denominada "la cortina de hierro" y capitaneando durante mucho tiempo a la Vecchia Signora. Debutó con la selección italiana en 1975, jugando como titular indiscutible los tres siguientes mundiales y dejándola tras el de 1986, donde fracasaron estrepitosamente cayendo en octavos de final. Scirea no sólo fue uno de los defensas más elegantes y a la vez contundentes de su tiempo, sino que además era famoso por su honradez y caballerosidad en el juego. Se trataba de uno de los pocos jugadores que tras cometer penalty lo reconocía y felicitaba al árbitro por haberlo pitado. Se retiró en 1988, por supuesto en la Juve, y siguió trabajando para el club como ojeador hasta que un accidente de coche en Polonia acabó con su vida tan sólo un año después. Scirea forma parte del selecto club de futbolistas (tan sólo cinco en todo el mundo) que ha ganado absolutamente todas las competiciones posibles a nivel de club, todo un lujo.

Manuel Zúñiga: nacido en Luciana, Ciudad Real, con tan sólo 19 años ya era uno de los jóvenes valores más reconocidos a nivel nacional del Calvo Sotelo de Puertollano. Con esa edad es fichado por el Español de Barcelona, donde acabará convirtiéndose en indiscutible y finalmente en capitán del equipo. A pesar de ello, en su segundo año en el club catalán es cedido al Cádiz, donde se le recuerda como un héroe tras cuajar una impresionante campaña y además firmar el gol del ascenso a Primera División del club gaditano. Tras su vuelta, y siempre con el número 6 a la espalda, la frondosa melena rizada de Zúñiga se convierte en propietaria del puesto de interior derecho en el Español. Tras la espectacular Copa de la UEFA de 1988, con Javier Clemente en el banquillo, y llegando a la final tras eliminar al Milán y al Inter, Zúñiga es fichado por el Sevilla, donde durante tres años todavía seguirá rindiendo a un muy buen nivel. En 1991, y ya llegando al final de su carrera deportiva, el bravo jugador manchego decide bajar de categorías y aplicar toda su sapiencia en modestos del fútbol español como el Sabadell o el Écija, donde se retiraría en 1995 tras conseguir el ascenso del club andaluz a Segunda División. Desde entonces poco se ha sabido de un Zúñiga completamente alejado de los terrenos de juego, aunque en los últimos tiempos ha participado en partidos de veteranos tanto con el Español como con el Cádiz.
 
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