miércoles, 4 de noviembre de 2009

Vandalismo sindical contra empresarios

Ayer estuve en la comarca de la Ribera, en la provincia de Valencia. Interesante viaje por una hermosa zona que combina pequeños valles, llanuras y media montaña. En una de mis paradas conocí a un empresario amargado, destrozado y arruinado, todo ello por supuesto, a causa directa de las cacicadas nazisociatas a lo largo de los últimos años. Una empresa la suya que iba a pedir de boca hasta que comenzaron a llegar las represiones fiscales, las medidas laborales perturbadas y la agitación por parte de unos sindicatos que, está claro, en lugar de dedicarse a arreglar el desaguisado laboral de esta pandilla de hijos de puta psoístas, atentan contra los empresarios deseándoles incluso la muerte si se tercia. Eso sucedió en la empresa de este pobre hombre, con más de doscientos empleados (ahora en el paro, obviamente), donde esta pandilla de bastardos sindicalistas lameculosnazis se dedicó a agitar a los trabajadores para exigir mejoras salariales y derechos absolutamente incompatibles con la continuidad de la empresa. Así pues, en lugar de apretarse el cinturón todos juntos y luchar contra el fascismo anti-empresarial del desgobierno del hijo de puta zetapariano, a hostia limpia con el jefe.

Literalmente. Este pobre hombre, ahora totalmente arruinado y denostado, me enseñaba ayer lo que quedaba de su fábrica de casi veinte mil metros cuadrados, ahora embargada por el banco, la cual todavía mostraba el vandalismo más salvaje de una pandilla de locos con el cerebro carcomido por las perturbadas ideas de unos sindicatos que no es que hayan perdido el rumbo, es que jamás durante los últimos años lo han tenido. Los tres vehículos del empresario volcados e incendiados en medio del patio de la nave, puertas arrancadas, paredes derrumbadas, absolutamente todos los cristales rotos, escombros por doquier, y por si fuera poco hasta el techo había sido desguazado con una brutalidad que sobrepasa la locura más absoluta. Nos contaba este hombre que la cara dura sindical no conocía límites, puesto que una vez que absolutamente todo el complejo había sido vandálicamente arrasado, allí estaban los jefecillos sindicales cargando camiones con el aluminio arrancado de la propia nave para revenderlo y sacarse una bonita comisión por la violencia inducida. Auténticos perros sarnosos, votantes nazisociatas, obviamente, hacen honor a la mierda putrefacta a la que prestan su apoyo.

Todavía con cara de horror nos contaba este ex-empresario que los días en que se produjo esta barbarie ni apareció por la nave, porque día y noche había estado recibiendo llamadas amenazantes tanto en su móvil como en su domicilio. Vamos, que si se hubieran topado con él directamente hubiera acabado como sus automóviles, rociado de gasolina y ardiendo en mitad del patio. Y digo yo, ¿qué culpa tendrá este hombre de las burradas socio-laborales que se han sacado de la manga los jodidos nazisociatas? Pero si el primer afectado es él. Pero ahí están los hijos de perra de los sindicatos para defender lo indefendible y poner en el punto de mira a una persona que no tiene nada que ver con nada, un hombre que intenta llevar la empresa de la mejor forma posible a pesar de las múltiples trabas que le ponen estos locos iluminados y que encima se lleva toda esta violencia gratuita e inducida. Esto es muy serio, este país está entrando en una espiral que nos recuerda a lo acontecido en Alemania en los años 30, manipulación, persecución y violencia. El nazismo nos vuelve a saludar muchos años después, esta vez encarnado en la figura de Adolf Zetaparo el hijo de puta.
 
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