viernes, 5 de diciembre de 2008

Otro resacoso despertar

Este sofá es una mierda, incómodo de cojones, y la cabeza la tengo colgando en una posición bastante forzada. Por lo menos la manta me tapa por completo y la luz no me jode esta especie de sueño hipnótico en que me sumió el puto vodka rojo. A pesar de la pesadez mental y la inconfortabilidad manifiesta, lanzo unos ruidosos pedos que descargan parte de mi malestar estomacal. Poco a poco voy recordando que la cantidad de litros de cerveza que me hice a lo largo de la tarde también han tenido que dejar su huella por narices. En una de estas se me ocurre abrir los ojos y entre la oscuridad de la manta y mis ropajes me hago cargo de que el color del sofá me es desconocido. Otra vez lo de siempre, me pego una chuzada criminal y luego no me acuerdo de dónde coño estoy y cómo cojones he llegado hasta el lugar en cuestión. De todas formas no me planteo dejar de beber, y menos con la cantidad de problemas que rondan mi cabeza en los últimos tiempos.

El caso es que no sé dónde estoy y, aunque no me preocupa en demasía, es un hecho que va a provocar que tenga que empezar a moverme antes de lo pensado. Más que nada por resolver la duda y ver si puedo retornar a mi morada lo antes posible. Cuando intento incorporarme me sobreviene la misma mierda de siempre, mareo terrible combinado con durísima resaca. Me caigo hacia atrás y mientras mis ojos se hacen a esta asquerosa claridad lumínica, relajo todos mis músculos preparándome para un nuevo intento de revivir que acabe de forma más positiva. Finalmente consigo poner los dos pies en el suelo y, aunque todavía sentado en el sofá, comienzo a escrutar la habitación en la que estoy. Un salón, sin duda, mesa con restos de comida, una televisión apagada y por el suelo latas de cerveza y la jodida botella de vodka rojo a medio acabar. Aunque la tentación es grande, disipo la idea de meterle un buen lingotazo de buena mañana. El caso es que no sé qué hora es, así que eso de la buena mañana quizá no sea lo más apropiado. Miro el reloj que llevo en la muñeca derecha y me doy cuenta de que hace unos minutos que hemos superado el mediodía. Seguramente he dormido unas pocas horas y por eso estoy tan hecho mierda, pero no me queda otra que levantarme y comenzar a andar.

Apenas doy un paso cuando se abre la puerta del salón en el que estoy. Por fin alguien me sacará de mi solitaria resaca y de paso me dará algunas pistas sobre dónde coño estoy y por qué aún permanezco allí. Dirijo mi vista hacia el punto donde está la puerta y me sorprendo, aunque mi cuerpo no puede expresar reacción alguna debido a la resaca, al ver a un guardia civil de uniforme con tricornio y todo. No sé si preguntarle algo porque igual me meto en un marrón de cojones, así que simplemente le miro fijamente a los ojos. El tipo parece que está de buen rollo, me sonríe y me cuenta un chiste. Yo sigo alucinando en colores y no puedo hacer movimiento alguno. Después de unas sonoras carcajadas a las que yo contesto con el más sepulcral de los silencios, el picoleto me da dos palmadas en la espalda y me acompaña hasta la salida de la casa. Estoy en una especie de chalet en mitad del monte, al llegar a la puerta de la vivienda veo el paisaje y comienzo a recordar. Por lo visto anoche no tuve mejor idea que acabar emborrachándome con la Benemérita y el tipo que ahora mismo bromea conmigo es uno de los guardias que acabó por darme cobijo en su casa cuando los niveles etílicos ya no me permitían ni caminar. Tranquilamente comienzo a andar montaña abajo con rumbo a ninguna parte.
 
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