Y aquí estoy caminando por entre toda esta pandilla de cheltonianos tarados (son gente bastante desagradable), intentando que mis pies encuentren de una vez la salida de esta marea humana. Me fijo en algún que otro rostro que pasa junto a mí y llego a la conclusión de que los británicos son muy feos, y que esta fealdad se ha cebado especialmente con esta parte de la isla. En esta zona de High Street abundan las tiendas, comida rápida, peluquerías, discos, ropa, zapatos y a mi izquierda veo hasta un pequeño centro comercial. Sigo avanzando bajo un tenue sol que, dicho sea de paso, calienta bastante y entre cientos y cientos de seres humanos, hasta llegar a un semáforo. Se acabó la zona peatonal, ante mí decenas de coches se agolpan sin demasiado orden incluso provocando un pequeño atasco. Cuando la luz se pone verde sigo mi camino y por fin detecto que el nivel de personas por metro cuadrado ha descendido. Esta circunstancia hace que mi caminar se relaje bastante y empiece a prestar más atención a las construcciones que me rodean.
Voy por la acera de la derecha, bastante estrecha, se nota que la zona álgida de la ciudad está quedando atrás, aquí todo es más cutre. Comienzan a aflorar las viviendas, aunque todavía sobrepaso diferentes tipos de comercios, una pizzería, un restaurante, una tienda de artículos para el hogar, otra de recambios para automóviles, todo esto por mi acera. El otro lado de la calle parece más transitado, la gente se agolpa en una parada de autobús, muchos miran escaparates, otros simplemente caminan sin rumbo. Ya hace cinco minutos que he dejado el centro y esto se deteriora a pasos agigantados. Por detrás de las construcciones, que son de poca altura, veo el pico de una vetusta iglesia, dejo a mi derecha una especie de desguace de coches, a mi izquierda un local para ludópatas y voy cruzando pequeñas bocacalles. Curiosamente, en todo este trayecto desde que he abandonado la zona peatonal apenas si han pasado dos o tres coches por esta parte de High Street. Me pregunto entonces a qué coño venía el atasco de hace un rato, o son gilipollas o van todos por otra calle, no lo acabo de entender muy bien.
Ya hace más de diez minutos que camino pesadamente por esta zona exterior de High Street, que por cierto creo que aquí ya ha cambiado de nombre, me la suda, el caso es que a medida que uno se aleja del centro la temperatura desciende bastante ostensiblemente, y ya lo empiezo a notar bastante. Las casas ahora son ya muy cutres, algunas incluso abandonadas o en ruinas. Los únicos comercios que afloran aquí son las tiendas de comida china rápida, aunque hace un rato he creído ver un kebab y ahora aparece ante mí una tienda de guitarras, en cualquier caso todo es bastante trapero y asqueroso. Las fachadas están mal pintadas y sucias, la calle llena de desperdicios y la poca gente que me cruzo empieza a tener una pinta muy rara. Son una mezcla entre hippies, pordioseros y jubilados muy demacrados, esto empieza a dar bastante asco. Comienzo a ver movimiento de coches otra vez, me da que me acerco a alguna avenida grande, o quizá es que por esta zona no es muy prudente ir paseando y es mejor usar vehículo.
Paso por debajo de una especie de puente que, fijándome más a fondo, observo que no es sino un paso elevado para las vías del tren. En realidad es como una frontera, aquí parece que se acaba la ciudad, pero no, simplemente comienza un barrio mucho más cerdo y rastrero todavía, con casas adosadas dispuestas en hilera a lo largo de varias calles que discurren solamente al lado derecho de High Street que, por cierto, ahora, y de repente, se ha convertido en una tremenda avenida de dos sentidos, con multitud de carriles a cada lado. Obviamente el tráfico aquí es bastante denso, pero no es eso lo que me llama la atención sino una extraña y megalómana construcción de color rojo que hay a mi izquierda. Parece una especie de vetusta cárcel pero bastante bien conservada e incluso remodelada, con una imponente torre en un lateral donde un enorme reloj circular nos informa de la hora que es. Me quedo parado mirando el talego mientras estudiantes en bicicleta pasan por mi lado esquivando mi molesta presencia. Coño, hay un letrero, no es una cárcel, es un Tesco, la principal cadena de supermercados del país. Pues joder, qué mal gusto para un sitio donde venden comida, en serio que parece una cárcel y bastante violenta.
Apenas camino unos metros más, ya dejando el Tesco taleguero a mi izquierda y comienzo a ver fábricas, parece ser que aquí comienza el polígono de la ciudad, vamos, que estoy en las afueras. Apenas he andado unos quince minutos desde el centro, y eso contando la paradita de ahora mismo y que venía chafando huevos. Pero antes de que comiencen las naves industriales veo que a mi derecha hay dos o tres calles bastante barriobajeras, incluso algunas parecen callejones sin salida. Estoy frente a un almacén de equipamiento sonoro para coches, en una especie de explanada que simula un aparcamiento, aunque no hay ni un solo vehículo. Sin pensármelo dos veces me pierdo por una de estas calles, ya está bien de patear por High Street sin puto sentido. Son todo casas adosadas, a ambos lados, más o menos cuidadas pero en definitiva muy feas y rastreras. La calle está hasta mal asfaltada, huele fatal y no hay alma viviente más que yo transitando por este lugar. Me paro al llegar a la primera esquina y allí veo un cartelito con el nombre de la calle. Russell Place. Me suena.