Muchas veces he hablado del Reino Unido, país que conozco extremadamente bien, y de la lógica de sus precios de productos de consumo básico. Y puede que hasta se salga de la lógica si hacemos una comparativa con los sueldos medios y mínimos de nuestra perturbada España, pero siempre en beneficio del bolsillo del ciudadano, no como aquí. Así encontramos productos básicos como pasta, arroz, cebollas, huevos, leche y demás que incluso llegan a quintuplicar el ahorro con respecto a los supermercados españoles. No unos centimillos más baratos, no, es que cuestan cinco veces menos. Más indignante todavía cuando ya directamente hablamos de productos españoles, como el plátano de Canarias, la naranja valenciana o hasta el Spanish chorizo, que siguen siendo bastante más baratos fuera de nuestras fronteras que a cien metros del mismo lugar donde se cultivan, recogen o producen los susodichos alimentos. Y este desgobierno de hijos de puta nos tima, nos miente, les tenemos que reír sus putas gracias o nos llaman fachas y conspiradores y la ciudadanía continúa, en este estado de cosas, comulgando con ruedas de molino de cuarenta toneladas. Patético.
Una política muy extendida en el Reino Unido, y me consta que copiada por muchos otros países europeos y también americanos, es el "reduced to clear", esto es, rebajar los productos que van a caducar al final de la jornada y no pueden ser vendidos a precios realmente irrisorios, apenas unos céntimos. Con un doble objetivo, evitar la pérdida segura de un producto perecedero y cuyo único destino tras la caducidad es el cubo de la basura, obteniendo aunque sea un escueto beneficio (siempre mejor que cero), y también haciendo un favor a la ciudadanía, especialmente la menos pudiente. Así nos encontramos con que, entre unas cosas y otras, en estos países puedes hacer una compra semanal para una persona por apenas por cuatro o cinco euros mientras que en España con esa pasta te llega para cenar una noche y de mala manera. Aquí ni "reduced to clear" ni hostias, se prefiere que la comida vaya al contenedor que a las bocas de la gente que se muere de hambre. Vamos a putear, a joder y matar a la gente, que así de guays somos en este país. Y por si alguien tiene la tentación de rebuscar en la basura cual harapiento pordiosero, ahí están nuestros generosos ayuntamientos creando leyes para multar a todo aquel que no tiene ni para comer. Pioneros en esta medida (o mejor dicho hijoputada), aunque rápidamente copiada por los malnacidos nazisociatas, los consistorios peperos, otros que parece se quieren unir al jodegentes que impera a día de hoy en esta España que ha perdido completamente el rumbo y los papeles.