El pastel en cuestión fue descubierto tras una investigación periodística (casi siempre me falto con los manipulados medios de este país, pero en este caso aplauso pleno, de verdad) que se produjo casi por azar, al analizar para un reportaje sobre la masacre varios casos de víctimas o supuestas víctimas. Digo esto porque al parecer entre las diversas comisiones, médicos, psicólogos y demás ayudas para los afectados, nadie se dio cuenta (o no quisieron darse cuenta) de las flagrantes mentiras y contradicciones de este despojo humano. Así de competentes somos en este país. Pues vaya usted a saber cuántas más falsas víctimas hay por ahí circulando y chupando de papá Estado por toda la cara, porque con lo descarado que es este caso en cuestión, aquí me da que a alguien le han metido hasta elefantes por el culo. También me preocupa qué medidas se van a tomar ante esta ecuata miserable. ¿Habrá cojones a quitarle la nacionalidad? ¿Se le pedirá que devuelva todo el dinero que ha ESTAFADO? ¿Se la enviará a su país a que cumpla pena de cárcel por ESTAFADORA? Pues no pasará nada de esto, es más, igual ni se le piden cuentas y se deja correr porque como el Madrid-Barça ya está cercano y es lo más importante que pasa en este país... Pues así nos va.
Habrá quien se ponga una venda en los ojos y utilice esta denuncia para sacar a colación el estúpido complejo de xenófobos que nos quieren inculcar a todos los españoles. El que lo haga es que es gilipollas y no sabe ni leer. Dejémonos de idioteces, coño, es que siempre son los mismos. Me venía ahora a la mente la anécdota de un negocio hotelero en el que estuve trabajando hace años, cuando todavía en este país se podía trabajar. Había un mosqueo generalizado entre los responsables porque en la recepción nocturna se hacían muy pocos registros e incluso muchos días no se hacía ninguno. Una mínima investigación al respecto dio como resultado que el amerindio (boliviano en este caso) que trabajaba en ese turno esos días concretos, directamente cuando llegaba a su puesto de trabajo cerraba la puerta del hotel, desconectaba los timbres y se ponía a roncar hasta la hora de su salida. Se debía de pensar que en este país se regala el dinero por dormir o algo así, el muy hijo de mona. Y espérate, que cuando se le sancionó por su comportamiento aún tuvo los santos cojones de indignarse, dejar la empresa con malos modos y decir que iba a poner denuncias por doquier. Pero mira, mientras unos cuantos traguen, pues todos estaremos jodidos, es lo que hay en esta nueva España de Zetaparo, el país de los imbéciles profundos.