sábado, 19 de julio de 2008

Lo macabro V

La lluvia cesó, y una ligera bruma comenzó a extenderse por encima de aquellas lápidas. Era una neblina muy ligera, pero que parecía explícitamente dirigida a ese terrorífico lugar, que estaba destinada a sobrevolar aquellas tumbas y penetrar en ellas. Y es que aquella bruma comenzaba a introducirse a través de aquellas piedras, traspasaba el suelo, envolvía los ataúdes, la escena era misteriosa y a la vez aterradora. La neblina parecía multiplicarse y crecer, muy pronto todo el cementerio quedó impregnado por ella, y la muerte comenzó a dejarse notar con aún más intensidad.

A pesar de que un violento rayo la había fulminado, aquella oscura y alta figura aún tenía vida. Aquel cuerpo estaba inmóvil, echado boca arriba en el suelo, pero con sus dos grandes ojos abiertos mirando hacia lo más alto, hacia la impenetrable oscuridad que desprendía el cielo. Sus extremidades comenzaron a recuperar la movilidad, y muy lentamente intentó volver a la verticalidad. A su alrededor la niebla se estaba cerrando, continuaba penetrando en las tumbas, ahora incluso en mayor cantidad, pero todo esto no parecía estremecer en absoluto a aquella oscura figura.

Comenzó a avanzar muy lentamente, observando con su inexpresiva mirada ese fenómeno que sucedía a su alrededor. Miraba una tumba tras otra, reconociéndolas todas sin dejarse ningún detalle de lo que allí pasaba. Se detuvo, su cuerpo se quedó absolutamente inmóvil en el exacto centro geométrico de aquel tenebroso cementerio, su majestuosa figura simulaba presidir aquel suceso de la niebla macabra penetrando en las tumbas. Sin ninguna explicación la niebla desapareció de pronto, como tragada por la tierra que daba cobijo a todos esos restos fúnebres. El silencio seguía allí presente, la siniestra figura se mantenía inerte, la oscuridad continuaba siendo absoluta, la noche envolvía todo lo que había en aquel cementerio.
 
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